Domingo, 23 de diciembre de 2007 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Así como a comienzos del siglo 20 podía calificarse a los EE.UU. como la futura primera potencia del mundo, en el presente comienzo de siglo es China la que señala el porvenir. Con la diferencia de que el mundo que organizará la gran potencia oriental no se basará en la invasión o la guerra, sino en el intercambio pacífico de conocimientos y de productos. China es un gigantesco país emergente y acaba de asumir el papel de hermano mayor de otros países emergentes, pero de menor tamaño económico. Los recursos que lleva ya acumulados le permiten aliviar a sus hermanos menores del agobiante lastre que los ata a la anterior globalización y les impide pegar, ellos también, el gran salto: la deuda externa. Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 serán la vidriera al mundo desde la que se apresta a lanzar el programa “producciones nacionales por deuda externa”, dirigido a los países emergentes, más allá de los posicionamientos ideológicos de sus gobernantes. El mismo apunta a múltiples objetivos, entre ellos la supresión del dólar como moneda internacional. Las deudas externas serán redenominadas en renminbíes –la actual moneda china–, así como también los productos que entreguen a cambio los países emergentes. En el citado evento deportivo se nombrará a la República Argentina y a la República del Zaire como las “puertas de entrada de la ayuda China” a América latina y Africa, respectivamente. La elección tuvo en cuenta la similitud de superficie territorial y de población, y no menos importante, el reconocimiento que ambos países hicieron respecto de China como “economía de mercado” –no de “economía en transición”–, lo cual, según las normas de la Organización Mundial de Comercio, dificulta aplicar restricciones a la entrada de productos chinos, que ya es considerable. ¿Cómo pagará la Argentina? El mercado chino –con 1500 millones de habitantes y sus requerimientos de insumos intermedios– es prácticamente ilimitado. No obstante, se presentó una lista de artículos declarados de primera necesidad, que incluye soja y derivados, hierro y acero, aluminio y alimentos de origen vegetal y animal. En todos los casos, y para promoción de las economías emergentes, China preferirá productos manufacturados a partir de dichas materias primas. Por ejemplo, aceite de soja antes que soja sin elaborar. Muy distinto y más esperanzado pinta ahora el futuro de este país.
En la economía clásica la variable de ajuste en tiempos de penuria eran los niños: la inexistencia de medicamentos para enfermedades de la niñez hacía que al caer las defensas naturales, por el empeoramiento de las condiciones de vida, las vidas infantiles fueran segadas como trigo maduro. Pero el sobrevivir no es suficiente en la sociedad contemporánea, que rechaza al que carece de alguna aptitud laboral, la cual, a su vez, se adquiere a través del estudio. Y esa transformación de la materia prima humana en capital humano corresponde a la etapa de estudios secundarios –bachiller, comercial, industrial– y universitarios. La inclusión o no de los jóvenes depende de haber atravesado productivamente –o no– esa etapa crucial de sus vidas. La pobreza está claramente asociada a la salida –más temprano que tarde– del sistema educativo y con ella la exclusión. Las crisis –y particularmente aquellas de gran intensidad, como la vivida en 2001-2002– amplían notablemente la franja de la pobreza con el agregado de nuevos pobres, especialmente por el descenso de integrantes de las capas medias más bajas por el tobogán del desempleo y la falta de contención social. En los tres años largos que duró la última crisis, la exclusión se duplicó, pasando del 31 por ciento de chicos y chicas y jóvenes entre 15 y 29 años, al 59 por ciento en el año 2003. Los comprendidos en ese grupo no trabajaban, ni estudiaban, ni realizaban tareas domésticas, por lo que significaban un pesado lastre para el resto de la sociedad, un semillero de delincuencia y un peligro para los demás y para ellos mismos. Sin embargo, la dificultosa recuperación de algunas funciones del Estado de bienestar –tan rápidamente abandonado hace poco–, en especial la política de contención económica de los jefes de hogares de desocupados, la reforma tributaria redistributiva de ingresos, la ampliación y mejoramiento de las prestaciones gratuitas de los establecimientos educacionales públicos y una mayor conciencia ciudadana del valor de la educación han derivado en la situación actual en la que, según las autoridades estadísticas, es tan pequeña la proporción de chicos y jóvenes que viven en la pobreza, que el guarismo es estadísticamente no significativo. Todos los niños estudian y prácticamente todos los jóvenes estudian o trabajan. Es una Nueva Argentina, fruto de años de esfuerzo y planificación.
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