Domingo, 26 de julio de 2009 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
En el siglo XVII la Economía Política adquirió su nombre definitivo con la obra homónima de Antoine de Montchretien (1615), centrada en las Finanzas Públicas. También ganó un método, similar al de Galileo en la astronomía: registrar escrupulosamente los datos referentes a determinado problema. El manifiesto se publicó en Political Arithmetick (1690) de William Petty: “El método que empleo no es aún muy usado; en lugar de emplear sólo términos comparativos y superlativos, y argumentos intelectuales, he seguido el camino de expresarme en términos de número, peso, o medida; emplear sólo argumentos de los sentidos, y considerar sólo aquellas causas con visible fundamento en la naturaleza, y dejar a consideración de otros las que dependen de las mudanzas de las mentes, las opiniones, pasiones y apetitos de los hombres particulares”. Davenant en Inglaterra y Arriquíbar en España divulgaron la Aritmética Política. Belgrano conoció esas obras e intentó llevarlas al virreinato del Río de la Plata, con enorme frustración. Debía proponer medidas para fomentar la agricultura, la industria y el comercio. Sólo pudo recordar medidas generales, no específicas para el virreinato por no encontrar los datos necesarios: “Nada más importante –escribió el prócer– que tener un conocimiento exacto de la riqueza y fuerza de los Estados; éste es el objeto de la ciencia Estadística, y su fin para proceder con acierto en todas las disposiciones que se dirijan al orden económico a efecto de fomentar la Agricultura, animar la Industria, y proteger el Comercio, como que son los arcos torales de la felicidad pública. Algunas ideas de esta ciencia se habían insertado en varias obras de Economía Política, y de Aritmética Política”. “Estos datos son necesarios, son útiles, y en vano es creer que sin ellos se puedan tratar con acierto las materias interesantes a la causa común del Estado; sin conocimientos de la fortuna pública, de las necesidades y recursos de estas Provincias, no es posible que se dicten las providencias más convenientes a la felicidad general.” “Los mismos que proyectan trabajos penosos para el fomento de la Patria, no sabrán dar un paso sin exponerse a errores perjudicialísimos, faltándoles las razones estadísticas, porque ellas son, digámoslo así, las guías por donde han de conducirse para no extraviarse y caer en precipicios.”
La inflación es un alza del nivel general de los precios. Tiene su origen en una estructura económica anómala (con cuellos de botella, asimetrías de precios, etc.). Se mide con índices de nivel de precios, construidos mediante muestras de consumos y encuestas de precios. La precisión de un índice, y su capacidad de ser comparado su guarismo en distintos momentos, depende del cuidado con que se arma. Construir un índice de precios es en principio muy fácil, no es más que un promedio ponderado de precios, sólo requiere saber sumar, multiplicar, dividir y un mínimo de honestidad (esto último no siempre se consigue). Veamos. Sean dos mercancías de consumo, A y B, y sus precios p y q, respectivamente. En julio, A se vende a p = 10 pesos y B a q = 20 pesos. En A se gasta la suma a, y en B, la b. Si hacemos a + b = 1, entonces el nivel del precio de una unidad de la mercancía compuesta, formada por a de la mercancía A y por b de la B, es a´p + b´q. Si en A se gasta a´p = 0,7´10, y en B, b´q = 0,3´20, el nivel de precios es 0,7´10 + 0,3´20 = 7 + 6 = 13. Ahora supongamos que un mes después, en agosto, B sube su precio, de q = 20, a q = 30, y A no cambia su precio p = 10. Si el gasto mantiene la proporción a = 0,7 y b = 0,3, el nuevo nivel será 0,7´10 + 0,3´30 = 7 + 9 = 16. ¿Cuánto subió el nivel de precios?: (16 – 13)/13 por ciento = 3/13 ´ 100 = 23 por ciento. Mucho para un solo mes ¿no? Una trampa útil es reducir el peso de la mercancía cuyo precio sube más, por ejemplo suponer que a = 0,8 y b = 0,2, lo que da para agosto un nuevo índice (trucho) de 0,8´10 + 0,2´30 = 8 + 6 = 14, y una tasa de inflación agosto/julio de 14/13 – 1 = 7,6 por ciento. Usted reemplaza datos reales por otros ficticios: eso es tergiversación y manipulación. Si la culpa lo atormenta, piense que una mercancía que encarece es menos demandada: en el ejemplo, b pasa de 0,3 a 0,2; además, es sustituida por otras, que pasan a demandarse más: a pasa de 0,7 a 0,8). Pero si morder la fruta prohibida lo hizo adicto a ella, directamente considere a = 0,85 y b = 0,15, y verá aparecer el milagro de la inflación cero, sin necesidad de ningún esfuerzo antiinflacionario. También podrían manipularse los precios, y aun elegir qué mercancías incluir en el índice o separar de él. Lo que no puede es revelar su procedimiento fraudulento. Entonces, lejos de ser un órgano para llegar a la verdad, como decían Marshall y Keynes, los números índices así manipulados se convierten en verdaderas máquinas de mentir
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