Lun 09.12.2002
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EL BAúL DE MANUEL

El baúl de Manuel

Un maestro

El estrepitoso fracaso del modelo neoliberal en asegurar la satisfacción de las necesidades más elementales de las grandes masas, manifiesto hoy en el abandono y mortalidad de la infancia más pobre y la incapacidad de proporcionar empleos dignos a la población económicamente activa, replantea, a días no más de las elecciones generales, cuál debe ser el papel del Estado, de la empresa privada y de las fuerzas políticas, todos hasta ahora de desempeño pobre y egoísta, cada cual orientado a servirse de los demás, antes que servir a los demás. Como una enfermedad, el mal duele hoy, pero empezó mucho antes. En unos casos hemos de remontarnos a 1955, en otros a 1945, y aun hasta 1930 o 1880. En 1956 escribía un intelectual: “La tesis de la libertad de empresa ampara a los más poderosos y desarma a la masa trabajadora, a la vez que abre las puertas del país al capital y a productos extranjeros en condiciones no favorables para las fuerzas productivas nacionales. Dos siglos de experiencia internacional así lo atestiguan como también lo confirman con elocuencia, en particular, las historias de Estados Unidos y Gran Bretaña, países donde el liberalismo económico jamás se ha aplicado, ni se aplica en la actualidad, en la forma y con las características que suponen los sostenedores nacionales de esta posición”. Los trabajadores, pequeños empresarios urbanos y agricultores dependen directamente de la acción del Estado y su posición frente a la expansión globalizadora de las grandes potencias. ¿Cuál es el deber ser del Estado?: “Un Estado democrático puede y debe participar en el proceso económico para proteger al trabajador, al pequeño empresario, al colono y a la industria y nacionalizar ciertos servicios públicos; y la política internacional del país puede y debe orientarse de acuerdo exclusivamente con las necesidades nacionales y con independencia de las normas impuestas por el panamericanismo oficial”. La vigencia de esas meditaciones, tras casi medio siglo de haber sido escritas, prueban una fina percepción y capacidad anticipatoria de procesos de largo plazo, cualidades raramente alcanzables por los científicos sociales. Su autor, Sergio Bagú, nació en 1911 en Buenos Aires y falleció este 2 de diciembre en Ciudad de México, profesor honorario de la UBA y docente en la misma desde 1958 hasta 1966. Pero, antes que nada, un maestro para América latina.


 

Lo que queda

Quien muere no desaparece, sólo muda domicilio, pasando a habitar en el corazón de quienes lo amaron y recuerdan. Pero la nueva morada es precaria y pierde firmeza con el tiempo. Son muchos los que hoy viven y fueron alumnos o colaboradores de Sergio Bagú, y vivenciaron su probidad, su afabilidad, su perfeccionismo, su progresismo, pero, sobre todo, su intransigencia a toda forma de opresión. Muchos son también los que recuerdan cosas como: Bagú me dedicó este libro, me aconsejó leer este otro, me envió un presente en mi cumpleaños o mi boda, me leyó el borrador de tal trabajo, etc. Pero una vivencia no es transmisible a otros. El intelectual, finalmente, vive en su obra escrita. A mí me impresiónó La Sociedad de Masas en su Historia (1961), que editó la Universidad de Córdoba. Por esa fecha nació la revista Desarrollo Económico, a la que Bagú aportó “La estructuración económica en la etapa formativa de la Argentina moderna”. También Argentina en el Mundo apareció en 1961, y junto a “Diagrama Político de la Argentina de Hoy” (Cuadernos Americanos, 1956) me guiaron en la historia económica y social de la Argentina. Eudeba reeditó su Vida de José Ingenieros y Mariano Moreno, publicados originariamente en 1936 y 1939. El interés por la obra histórica de Bagú me llevó a leer dos de sus obras, ambas subtituladas “Ensayo de historia comparada de América Latina”, Economía de la Sociedad Colonial (1949) y Estructura Social de la Colonia (1952), que me revelaron la enormeerudición de Bagú y su enfoque de América latina como un bloque único, por entonces bastante resistido en la Argentina. Su actuación en la Universidad Nacional del Litoral fructificó en El Plan Económico del Grupo Rivadaviano (1811-1827), publicado en marzo de 1966, poco antes de la dictadura de Onganía, que le hizo autoexiliarse de la Universidad y después emigrar a Chile. Para mí fue la primera experiencia de estudiar, enseñar y escribir bajo censura, y de nuevo hallé estímulo en su Acusación y Defensa del Intelectual (1959). Para Bagú fue una oportunidad de “repensar en libertad” que concretó en Tiempo, realidad social y conocimiento (1970), fruto de clases en la Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Venezuela y México, completadas con “el contacto con la masa popular y la juventud”. En Santiago actuó como investigador en Flacso, y uno de sus frutos fue Marx-Engels: Diez conceptos fundamentales (1972).

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