Dom 05.01.2003
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EL BAúL DE MANUEL

BAUL I y II

› Por Manuel Fernández López

Servicios
Materia o espíritu? Según qué fin busquemos, primará una sobre el otro, o viceversa. En el campo económico, los clásicos (Smith, Ricardo, Marx) dieron primacía a lo material sobre lo inmaterial. Los oficios útiles, donde actuaba el trabajo productivo, eran aquellos cuyo fruto eran objetos tangibles, que contribuían a la acumulación de capital, entendido éste como un conjunto de objetos materiales utilizables en la producción. El trabajo improductivo era aquel cuyos frutos se disipaban apenas cumplido el trabajo: los servicios de gobierno del rey, los servicios de seguridad de la fuerza armada, los servicios de educación de los profesores, las sentencias de los jueces, los recitales y conciertos de cantantes y músicos, etc. En términos actuales, de las tres grandes áreas del producto bruto interno, dos, la producción primaria (agricultura, ganadería, silvicultura, caza, pesca, minería) y la secundaria (industria manufacturera y de la construcción) aportan a la sociedad bienes tangibles. La tercera área, los servicios (comercio, servicios del Estado, electricidad, telecomunicaciones, transporte) no aportan bienes tangibles. Estos últimos no sólo son acumulables: también pueden ser exportados y con ello obtener dólares frescos. El sentido común indica que un país endeudado en dólares debe promover las actividades que generen dólares. Pero aquí el sentido común es poco común: la política económica –desde 1976 por lo menos– convirtió al país en un gran mercado para las manufacturas extranjeras, bajando aranceles y sobrevaluando el peso. Se destruyó la industria local, se primarizaron las exportaciones (madera, cuero, petróleo, granos, lana sucia) y se sobreexpandió el sector de servicios, es decir, el de no exportables. Tras la enorme devaluación, volvió algo de manufactura, en reemplazo de importaciones, pero carente de capacidad exportadora. Por otro lado, muchas producciones locales se hicieron competitivas en precio en el mercado mundial, pero no se ven acompañados por una banca casi totalmente privada y extranjera. La expansión de los servicios y el retroceso de la producción de manufacturas es una forma de protección a las manufacturas extranjeras, ya que la Argentina pierde presencia en los mercados mundiales, y tanto éstos como el mercado local quedan como campo de acción para las manufacturas extranjeras.

Descreimiento
En 1923 Vilfredo Pareto publicó en Buenos Aires unos artículos en los que se refería a la situación en Italia antes del triunfo fascista en 1922. Pintaba un cuadro de descreimiento en la democracia, a los partidos como bandas organizadas para saquear el Estado y a la clase dirigente como egoísta e inepta. Esto decía: “Los Gobiernos tienen por fin organizar las finanzas del Estado y la economía de la Nación. Si no tienen éxito en ello, acaban por ser reemplazados. La clase dirigente italiana tenía conciencia de ello, y su impotencia la deprimía. Trató en vano de reaccionar. El Sr. Giolitti, subió al Poder con el programa de restaurar la autoridad del Estado y las finanzas. Tuvo que dejarlo sin alcanzar ninguno de esos objetos. Sus sucesores no tuvieron mejor éxito; por el contrario, el mal iba empeorando día a día; la barca del Estado flotaba al empuje de todos los vientos. La Cámara hizo caer al Ministerio Facta, y después, no encontrando a nadie para reemplazarlo, se resignó a devolverle el Poder. Los agentes de este Ministerio no le obedecían ya. A decir verdad, ya no existía el poder en el Estado. Por esto la elección de un régimen nuevo se vio reducida a los fascistas o a sus adversarios. Éstos contemplaban resultados inmediatos, que pudieran pronto satisfacer sus apetitos y procurarles ventajas materiales, combatían para apoderarse de cosas y de posiciones a su conveniencia, sin pensar en el mañana. En 1919y 1920, los socialistas y sus aliados estuvieron a punto de conquistar el Poder; un ligero esfuerzo de su parte pudo hacerlos dueño de él. No lo realizaron, sus fuerzas se desparramaron en la ocupación de tierras y de fábricas, en simples reclamaciones por la disminución del trabajo, por mayores emolumentos y variadas sinecuras. La conquista de las Municipalidades no se les presentó sino como la ocasión de entregarlas al saqueo, de partirse los productos de los impuestos, aumentados más allá de toda medida, y de dilapidar el patrimonio de los institutos de beneficencia y hospitales. En momentos Milán y Boloña se transformaron en pequeños Estados casi independientes del Poder central. Esto podía ser una primera etapa para la conquista de éste, pero fue más bien un punto de llegada para todos los que sacaban ventajas del nuevo estado de cosas”. Este estado de cosas parece a punto de repetirse aquí. Quiera Dios que ningún loco quiera repetir el papel de Mussolini.

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