FINANZAS › ¿POR QUE LOS FINANCISTAS INGRESARON EN MASA AL CANJE?
Sin moral ni ideología
La amplia participación en el trueque de papeles de la deuda descolocó a los profetas del Apocalipsis. Para entender esa adhesión se requiere saber cuál es la lógica del negocio financiero.
Por Alfredo Zaiat
¿Cuál es la moral que existe en el mundo financiero? Ninguna. ¿Quién se ofende por haber realizado un mal negocio y renuncia a seguir jugando? Nadie. ¿Cuántos levantan banderas ideológicas irrenunciables para rechazar una oportunidad de hacer una buena diferencia? Muy pocos. ¿Cuándo se olvidan que hicieron una pésima apuesta y contabilizaron quebrantos elevados? Ante una nueva chance de hacer dinero fácil. ¿Qué los motiva a seguir participando en una partida que se gana y se pierde? La ambición.
Esas preguntas y respuestas pueden orientar a aquellos que todavía siguen buscando motivos para entender el comportamiento del mercado ante el canje de deuda en cesación de pagos. A las personas que viven lejos de la histérica adrenalina que fluye en la sangre de la city se les presenta como una irracionalidad: hace tres semanas se hablaba de fracaso, y ahora se saluda un éxito espectacular en el trueque de papeles. Más aún: durante los tres años del default los financistas no se cansaron de denostar a la Argentina, de señalarla como un paria del sistema financiero, de amenazarla con que quedará fuera del circuito de interés de los inversores por años y, en definitiva, de que era "la peor de todas". Pero parece que no es tan así, teniendo en cuenta que la mayoría de los grandes fondos de inversión internacional y casi todos los tenedores locales de papeles se presentaron al canje.
Esa irracionalidad, según los ojos ajenos a la city, sin embargo, es de una profunda racionalidad. Para entenderla se requiere ingresar en la propia lógica del negocio financiero, que como se aclaró al comienzo no tiene ni moral ni ideología. Sólo así se empezará a comprender por qué el nivel de adhesión al canje fue muchísimo más elevado que el previsto por analistas, para desazón del Fondo Monetario Internacional, que como es su costumbre volvió a equivocarse en el diagnóstico y en la receta.
En el mundo de las finanzas lo único relevante es la maximización de las ganancias evaluando los costos de oportunidad, y tras ese objetivo no hay reglas que respetar más que la propia aversión al riesgo. La estrategia que tienen los financistas consiste en exigir lo máximo posible hasta el nivel del riesgo –que depende de cada jugador– de perder la partida. Los inversores asumen las pérdidas y rápidamente reordenan su política de colocaciones en esa rueda especulativa interminable.
No es la suerte, factor repetido hasta el cansancio por los gurúes de la city, la que ayudó al Gobierno a tener éxito en el trueque. La fortuna colaboró, pero su influencia fue marginal en la definición de una elevada participación en el canje. Esta se produjo por la sencilla razón de que así es el negocio financiero: abogados, banqueros, lobbistas y analistas-voceros de la city presionaron con todas sus armas para conseguir mejoras sustanciales –obtenidas en parte si se compara la última oferta con la inicial de Dubai– y ahora llegó el momento de seguir el juego. El costo de oportunidad de quedarse afuera era mayor que el de aceptar los nuevos bonos. De ese modo, el proceso canje avanzó con firmeza.
En la city, la historia del default quedó atrás. Ya se largó la carrera de negocios con los nuevos bonos.