INTERNACIONALES › DETRAS DE LA CAIDA DEL GIGANTE ITALIANO PARMALAT
Un Enron democristiano
Las revelaciones sobre la quiebra fraudulenta de la compañía italiana se suceden todos los días, a velocidad vertiginosa y con detalles cada vez más escabrosos. Pero tras el escándalo está la crisis de todo un modelo empresario.
Por Claudio Uriarte
En principio, es tentador comparar el fraudulento derrumbe de Parmalat, el gigante italiano de la alimentación, a finales de 2003, con el colapso en condiciones parecidas del gigante norteamericano de servicios energéticos Enron, que para reforzar la simetría ocurrió a finales de 2001, y que gatilló una seguidilla de quiebras en auditorías como Arthur Andersem y empresas puntodoc como WorldCom. Después de todo, en ambos casos se trata de firmas sobreexpandidas, que tomaron demasiados créditos y que luego recurrieron a la “contabilidad creativa” –es decir, a la falsificación de balances– para tapar el agujero a la espera de que el temporal amainara. Pero en un sentido, Enron y Parmalat no podrían ser más antitéticos, ya que el primer caso ilustra una enfermedad del capitalismo moderno desregulado y el segundo la crisis y descomposición de un tipo de empresa fundamentalmente anacrónica y personalista, basada en lealtades familiares y no demasiado alejada de los ideales de Don Corleone.
Para explicar la catástrofe de Parmalat, cuyo dueño Calisto Tanzi languidece en prisión orando y llorando y que ha dejado un muerto de entre 10.000 y 13.000 millones de euros, no estará de más recordar a la hoy extinta Democracia Cristiana italiana. Bajo el ordenamiento político de la Italia de posguerra, que se prolongó desde 1945 hasta 1990, la DC era la formación política de más votos de un virtual “pentapartido” cuyo principio dominante era la exclusión del poder del poderoso Partido Comunista de entonces. Pero la ideología de la DC no se limitaba a la exclusión del comunismo, sino que ponía un fuerte énfasis, en sintonía con el Vaticano, en un principio contradictorio con la lógica del capitalismo moderno: la preservación y el reforzamiento de la familia. La DC no sólo hizo posible sino que impulsó y protegió decididamente el principio del pequeño negocio familiar, que permite esos encantadores almacenes que adornan y perfuman las calles italianas y para cuya concesión hacen falta esfuerzo, dinero e influencias. Ocho de cada 10 compañías italianas que emplean menos de 50 trabajadores son empresas familiares, así como más de la mitad de las compañías que emplean más que esa cantidad.
Pero ese principio fue más allá de la pequeña empresa, y se extendió a la grande. El capitalismo italiano es un capitalismo de familias: están los Agnelli de Fiat, los Benetton y Prada de las firmas homónimas, los Marloni... y los Tanzi de Parmalat. Una de las explicaciones que ha dado Tanzi a sus interrogadores en la cárcel de Milán por su conducta es el peligro de quiebra de Parmatour, una compañía de viajes de su familia, dirigida por una de las hijas del reo, Florencia, para cuyo rescate él ha admitido que desvió 500 millones de euros de Parmalat entre los últimos siete y ocho años. Los problemas de la compañía parecen arrastrarse desde hace mucho, y lo que colmó el vaso fue el mero vencimiento de unos bonos por 150 millones de euros para los cuales las cuentas falsas de Tanzi en Islas Caimán y en el Bank of America no resultaron un paliativo.
En esencia, el problema parece derivarse del momento en que una compañía se vuelve demasiado grande para ser manejada por una familia y debe elegir entre ceder parte del control a otro grupo o renunciar al financiamiento externo. Tanzi, el gran católico operómano y benefactor de Parma, quiso quedarse con el mejor de los dos mundos, para desembocar sin esperarlo en el anacronismo de un Enron democristiano.