INTERNACIONALES › MUHAMMAD YUNUS, FUNDADOR DEL GRAMEEN BANK
“Los pobres pagan bien”
Inventó el microcrédito y se hizo conocido como “el banquero de los pobres”. Sus recetas para acabar con la pobreza y el terrorismo.
Por I. De la Fuente
Muhammad Yunus nació en 1940 en una familia acaudalada de Bangladesh, pero su sensibilidad le hizo ver que los desfavorecidos no tenían por qué ser eternos perdedores. Conocido como “el banquero de los pobres”, Yunus es un economista formado en Nueva Delhi y Estados Unidos que ha descubierto que ayudar a los desfavorecidos a ganar el primer dólar es rentable. Sus deseos de abandonar la pobreza son tan poderosos que una vez que piden un crédito resultan ser buenos pagadores.
¿Recuerda a quién prestó dinero por primera vez?
Visité con un alumno algunas zonas con bolsas de pobreza en 1976 y elaboramos una lista de 42 personas, todas ellas mujeres, que con 27 dólares podían arreglar bastante su vida. Decidí prestarles esa cantidad de mi bolsillo y aquello les pareció un milagro. Entonces lo vi claro. Inicialmente intenté que la banca convencional les prestara pequeñas cantidades, pero no logré convencer a sus responsables. En 1983 creé el Grameen Bank y empezamos a dar microcréditos a un 1 por ciento de interés. Y el sistema funciona, es rentable, porque entre los pobres apenas hay morosos. Tenemos ya 3.200.000 clientes que son a la vez accionistas y propietarios del banco, y 116 países han secundado iniciativas parecidas.
¿Pretende crear un sistema bancario paralelo al convencional?
Justamente, es una alternativa que llena el vacío de la banca convencional. Mi deseo sería que pudiéramos competir, pero realmente no hay relación, porque a ellos no les interesan las personas con las que trabajo.
La mayoría de sus clientes son mujeres y analfabetas.
El 95 por ciento son mujeres, justamente el tipo de cliente que la banca de Bangladesh rechaza. Cuando viene una mujer y solicita un pequeño crédito de 100 dólares, por ejemplo, le decimos que se asocie con otras cuatro amigas y que inviertan esa cantidad en algo que genere ingresos, se trate de comprar herramientas o una vaca. Así fomentamos el autoempleo. Los pagos son semanales, con lo que en un año ya han devuelto el microcrédito.
Pero con esas pequeñas cantidades es difícil salir de pobre.
Nuestros estudios demuestran que el 46 por ciento de los clientes salen del umbral de la pobreza, y un 5 por ciento se aleja de ella y prospera. Hacemos campaña entre ellos, además, para que escolaricen a sus hijos: así cortamos uno de los eslabones de la pobreza en la siguiente generación. Algunos de los hijos, incluso, llegan a la Universidad.
¿Su sistema sirve sólo para comunidades en desarrollo?
Se ha extendido a países asiáticos ricos como Malasia, a Latinoamérica e incluso a Canadá o Francia. La cultura de la pobreza es la misma. Hay un tejido común más allá de otras diferencias.
Ha dicho que los microcréditos son un arma clave para combatir el terrorismo. ¿Con qué otros medios cabe reforzar esta vía?
La erradicación de la pobreza es un arma decisiva ya que los pobres no lo son por su propia culpa. Aunque se lograra detener a todos los terroristas, si no luchamos en paralelo contra la injusticia, seguirá habiendo brotes.
* De El País. Especial para Página/12.