Dom 30.05.2004
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INTERNACIONALES › LA PUJA ECONOMICO-POLITICA DE LA CUMBRE CON EE.UU.

El revés de Guadalajara

Guadalajara concluyó con condenas a las violaciones de derechos humanos y promesas de un acuerdo UE-Mercosur. Aquí, las claves.

› Por Claudio Uriarte

El mismo día que Estados Unidos firmaba con Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica (Cafta, por sus iniciales en inglés), la declaración de cumbre eurolatinoamericana de Guadalajara estipulaba en su artículo 13 un compromiso de acelerar las negociaciones hacia la concreción de otro acuerdo de libre comercio, esta vez entre el Mercosur y la Unión Europea, para octubre de este año. La superposición de los dos hechos puede ser mera casualidad; lo que ambos denuncian, no: la “vieja Europa” está intentando llenar el vacío dejado por Estados Unidos en su patio trasero, al tiempo que Estados Unidos, tironeado entre el internacionalismo económico de la administración Bush y las tendencias proteccionistas que están encontrando voz en la campaña del opositor John Forbes Kerry, ha reducido sus pretensiones originales de una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego a la conclusión de un miniacuerdo con pequeños países de la región, algunos de los cuales lo apoyaron con envío de tropas en su ocupación de Irak. Coincidentemente, la cumbre de Guadalajara concluyó con una resonante condena a las violaciones de derechos humanos a los prisioneros iraquíes en la prisión de Abu Ghraib.
Este trasfondo político no debe sorprender. Chile y México lideraron, en el Consejo de Seguridad de la ONU de ese momento, la oposición latinoamericana a la guerra, uniéndose a las voces de los grandes opositores internacionales: Alemania, Francia y Rusia; correspondientemente, no es casual que el presidente francés Jacques Chirac, el canciller alemán Gerhard Schroeder y José Luis Rodríguez Zapatero, nuevo presidente del gobierno español que ordenó la salida anticipada de sus tropas de Irak, hayan sido las estrellas europeas de la cumbre mexicana, ni que los primeros ministros Tony Blair de Gran Bretaña y Silvio Berlusconi de Italia, que siguen más o menos firmemente en la coalición del bando de los ocupantes, hayan estado ausentes. Al mismo tiempo, el enfrentamiento político entre la “Vieja” y la “Nueva” Europa tiene un fuerte sustrato económico: Polonia, la República Checa y el resto de los países del Este que acaban de incorporarse a la Europa de los 25 recién lograrán dentro de 10 años la plenitud de los beneficios de la Política Agraria Común. Dicho sin ceremonias, y considerando que buena parte de los países entrantes tiene economías predominantemente agrícolas, lo cierto es que Francia y Alemania están recibiendo a sus nuevos socios ejerciendo proteccionismo contra ellos. Por contrapartida, esos países apuestan a una integración económica y militar mayor con Estados Unidos.
El panorama no está exento de paradojas. Por un lado, buena parte de América latina comparte una repugnancia instintiva a asociarse con el Imperio Americano. Por otro lado, el proteccionismo de la Unión Europea es mayor al estadounidense. Con la constitución del llamado Grupo de los 20 en la última cumbre de Cancún, Brasil pateó el tablero de las negociaciones y puso a Washington en el camino de los microacuerdos con América Central, Chile y Singapur. Pero, por otra parte, el liberalismo económico de la administración Bush, como el proteccionismo del desafiante John Kerry, han sido grandemente exagerados. En realidad, puede argumentarse que es exactamente al revés: aunque el viernes, en pleno calor de la campaña electoral, Kerry salió a hablar en contra del Cafta, el registro de sus votaciones en el Senado lo muestra consistentemente a favor de la apertura comercial y de acuerdos de libre mercado como el Nafta con México y Canadá; mientras Bush, pese a su ardor retórico en favor del ALCA y de la liberalización comercial, es autor de medidas proteccionistas (notablemente, a favor del acero y los textiles) que en algunos casos le valieron condenas por parte de la Organización Mundial de Comercio, incluyendo la autorización a la Unión Europea para imponerle sanciones comerciales y abrir así es espectro de una guerra comercial en el Primer Mundo. En este contexto, la paradoja de cierre de la cumbre de Guadalajara resultó la ausencia de una declaración de condena a la ley Helms-Burton de endurecimiento del embargo contra Cuba, debida al abroquelamiento de la delegación de La Habana en la defensa del uso de un lenguaje de máxima para frasear la declaración. Pero el asunto es incidental: la mayoría de los países de la UE hace negocios con Cuba, y es contra esos terceros países que apunta –sin disparar nunca– la ley Helms-Burton.

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