INTERNACIONALES › AVENTURAS DE CAMPAÑA ELECTORAL
George W. Kerry está de vuelta
Todas las encuestas señalan un repunte electoral para Bush frente a Kerry. Es hora de ver qué propone cada uno en economía.
› Por Claudio Uriarte
Parece que va a ser una buena elección para George W. Bush y sus republicanos. Y, ya se sabe, lo que es bueno para Bush y sus republicanos es bueno para la América de las grandes corporaciones. No es que John Kerry sea el candidato del proletariado (aunque a veces trate de parecerlo): las mismas compañías invierten, y a veces en sumas equivalentes, en las campañas de ambos candidatos; pero no hay dudas de que los demócratas de Kerry son más sensibles a las demandas de los sindicatos –porque son parte de su base social– que los republicanos de Bush-Cheney –el dúo dinámico de la industria del petróleo–. Esta es más o menos toda la diferencia que separa a las campañas, porque, de cara a los problemas económicos de los norteamericanos, lo que dicen se parece mucho si se lo mira desde la inverosimilitud de lo distinto que proponen.
Tómese, por ejemplo, el problema del empleo. Aunque los 144.000 creados en agosto fueron más de los que se esperaban, vienen de dos meses de desaceleración marcada, y en todos casos la cifra todavía se queda corta de lo que la economía norteamericana necesita generar sólo para absorber a los nuevos entrantes al mercado de trabajo. Los republicanos culpan al exceso de regulaciones y a la industria del litigio; los demócratas, a la exportación de puestos de trabajo a países con mano de obra barata; los republicanos aconsejan solucionar el tema con su antigua panacea de la reducción de impuestos, que impulsaría al consumo y con él a la economía; los demócratas, castigar impositivamente a las industrias que exporten puestos de trabajo pero dar estímulos a las compañías que empleen a trabajadores estadounidenses. En la práctica, dicen los especialistas, lo que domina entre los empleadores es un clima de cautela y temor frente a las ambigüedades de la economía, la guerra de Irak y la posibilidad de nuevos atentados, y el aumento del déficit que se derivaría de las distintas reducciones de impuestos aumentaría las tasas de interés y el costo de los negocios subiría.
Esto se agrava si se consideran las políticas impositivas globales de los dos candidatos. Bush quiere volver permanentes los recortes impositivos a individuos y corporaciones, afirmando que, con más dinero para gastar en manos de las familias, y con menos impuestos que pagar, las compañías podrían invertir en mayor reequipamiento. Kerry, en cambio, propone subir los impuestos a aquellos que ganan más de 200.000 dólares anuales y redireccionarlos hacia la clase media, bajo la forma de créditos para arancelamiento universitario y cuidado de niños. Pero ambos candidatos, para evitar la verdad piantavotos, dejarían el déficit intacto o lo aumentarían, lo que los economistas consideran una bomba de tiempo que impedirá que el gobierno federal cumpla en el futuro con sus compromisos en términos de jubilaciones y servicios de salud. La horrible verdad es que un déficit histórico de más de 500.000 millones de dólares se corta reduciendo gastos o aumentando impuestos (o ambas antipatías a la vez) en una escala comparable. De este modo, la impopularidad de George Bush I, que aumentó los impuestos y perdió su reelección, pavimentó el camino hacia los años de presupuestos equilibrados, y luego de superávit, de Bill Clinton. Pero nadie está dispuesto ahora a ser la segunda edición de Bush I en dirección a las elecciones presidenciales de 2008.
Por eso, las propuestas económicas de los candidatos se parecen en gran parte al mundo de ilusionismo de la Bolsa, donde las impresiones prevalecen sobre la economía real. En cuanto a ésta, una cantidad de impresiones –recesión de caída doble, deflación, recuperación sin empleos, exportación ilimitada de puestos de trabajo– han cedido lugar a la realidad de una economía desigual, y desigualmente en marcha. Y, de todos modos, esta será la primera elección en más de 30 años donde la política exterior pesará más que la economía.