Dom 20.03.2005
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INTERNACIONALES › DETRAS DE LA DESIGNACION DE PAUL WOLFOWITZ EN EL BM

Lo que trae el lobo

El nombramiento de Paul Wolfowitz como director del Banco Mundial sorprendió a todos. Aquí lo que puede significar.

› Por Claudio Uriarte

La promoción del subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz a la presidencia del Banco Mundial por George W. Bush esta semana podría estar siendo tomada por más de lo que vale. El hombre que aparece peinándose subrepticiamente con su propia saliva en la película Fahrenheit 451 puede ser un duro en términos políticos, pero es difícil discernir en qué dirección económica lo empujarán su formación como matemático y, luego, como estratega militar y uno de los arquitectos centrales de la invasión a Irak. Además, no hay que olvidar que Wolfowitz sucede a Wolfenson, con lo cual un lobo (wolf, en inglés) recambia a otro. Pero, hablando seriamente, el análisis de la noticia debe desplegarse en dos planos:
1. El plano institucional. A pesar de haber nacido como hermano mellizo del FMI en la conferencia internacional de Bretton Woods en la posguerra, el BM no es ni un mero apéndice ni un compañero de crimen del Fondo. En realidad, sus roles son distintos, y las contradicciones políticas entre ellos, evidentes. Mientras el FMI actúa como una especie de Banco Central del mundo, imponiendo fuertes medidas punitivas contra los transgresores a las normas, el BM es más un vehículo orientado a fomentar el desarrollo en los países pobres; no por nada el último gurú económico que se subió al tren de los fondofóbicos ha sido Joseph Stiglitz, un ex presidente del BM. Su movida puede haber sido una estratagema publicitaria para vender más libros y ser invitado a conferencias pagas, pero el contenido de sus críticas dista de ser inusual en los pasillos del BM en Washington. Pero el BM no es una figura menos grande ni menos burocrática a la hora de cambiar. Esto nos lleva al siguiente plano.
2. El plano personal. Wolfowitz, quien empezó a pregonar en favor de la invasión de Irak hace más de una década, no es un funcionario de pensamiento económico conocido. Sobresalió, como su actual jefe Donald Rumsfeld, en estrategia militar, aunque –también como Rummy– descolló más en la invasión que en la ocupación de Irak. A eso apuntaba un crítico, que en estos días se preguntaba con acidez qué lógica tenía nombrar a uno de los estrategas de una reconstrucción caótica al frente de una institución cuyo verdadero nombre oficial es... Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. En este sentido, y dado el carácter elefantiásico de la institución que tiene que manejar, no es imposible que el subsecretario de Defensa haya recibido de George W. Bush lo que en americano llano se llama “una patada para arriba”, desembarazándose de un funcionario cuya misión está agotada pero sin echarlo a la actividad privada sino jubilándolo en una jaula de oro. El objetivo sería despojarse de uno de los funcionarios manchados por la sangre de Abu Ghraib. Las usinas de rumores también dijeron en un momento que Rumsfeld se iría a mitad del mandato de Bush, eliminando un funcionario sobresaliente pero muy irritativo, y que además se halla a contrapelo de Condoleezza Rice, secretaria de Estado y estrella ascendente en el firmamento de Bush.
Pero hay otra posibilidad, y es que W2 esté mandando a “Wolfei” a poner disciplina en el Banco Mundial. Como estratega de Irak, y al igual que Rumsfeld, Wolfowitz siempre defendió la máxima economía de fuerzas. Y como las Naciones Unidas –a las que Bush envió a otro bulldog: John Bolton–, el Banco Mundial es un barril sin fondo de dinero que se despilfarra en procesos que no se hacen –o se hacen a medias– y en la manutención de una inútil y ostentosa burocracia. Ajústense los cinturones.

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