Dom 24.04.2005
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INTERNACIONALES › LOS NUMEROS ROJOS PONEN PRESION SOBRE EL VATICANO

Las cuentas de Benedicto XVI

Josef Ratzinger es entronizado hoy como papa Benedicto XVI. Pero asume el reino de la Iglesia en un marco preocupante, tanto por la declinación de feligresía y vocaciones como por la del dinero, que se deriva directamente de la primera.

› Por Claudio Uriarte

La Pasión de Miguel Angel, 140 estatuas valiosísimas y 460 pinturas de maestros como Rafael o Caravaggio encandilan al visitante, pero financieramente el Vaticano que hereda Benedicto XVI se parece a un gran museo donde las cuentas no cierran. Por tercer año consecutivo, el ejercicio 2003 cerró con números rojos (el balance de 2004 es esperado para julio). Sin duda, el 6 por ciento de déficit registrado fue menor al de años anteriores, y lo cierto es que Juan Pablo II, gracias a las astutas operaciones de marketing del cardenal polaco-norteamericano Edmund Skoza, logró equilibrar unas cuentas crónicamente deficitarias a partir de 1990 (irónicamente poco antes de empezar a bramar contra el capitalismo) y hasta lograr ocho años consecutivos de superávit. Pero la tendencia inclina nuevamente al déficit, en parte por las pérdidas de Radio Vaticana. Esto aumenta el peso de la cruz que ya soporta Josef Ratzinger: el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no sólo debe llegar más al mundo moderno para frenar el drenaje de vocaciones y de feligreses sino que debe atraer al mundo más hacia el Vaticano para que las cuentas vuelvan a entrar en un círculo virtuoso (en el sentido económico, claro).

Como todo en el Vaticano –virtualmente una empresa que emplea a 1500 personas, incluyendo 125 policías y 110 guardias suizos–, sus finanzas distan de ser transparentes. Algunos analistas estiman que su fortuna equivale a unos 1000 millones de euros, entre sus inmuebles, sus inversiones y las donaciones que recibe cada año de sus 1100 millones de fieles en todo el mundo, sin contar el valor incalculable de sus obras de arte. Francis Butler, titular de la organización Fundaciones y Donantes Interesados en las Actividades Católicas, con sede en Washington, explica que “las donaciones –principalmente de Estados Unidos, seguido de Alemania e Italia– son la principal fuente de financiación del Vaticano. El nuevo Papa debe atraer más gente a las iglesias si quiere tener sus cuentas saneadas. La caridad es la principal fuente de financiación de la Santa Sede, ya que su cartera (bonos, valores, etc.) es antigua, de los ‘90; y prácticamente no puede vender inmuebles y, desde luego, nada de arte”. Claudio Celli, secretario de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede, describe su situación económica en términos escuetos: “Poca liquidez en medio de una gran riqueza artística”. Aunque no hay datos claros de lo que recaudan las diócesis ni de lo que remesan de ello al Vaticano, algunos expertos creen que la Santa Sede recibe donaciones por valor de unos 150 millones de euros por año. Hay 2864 diócesis en el mundo que contribuyen a la financiación del Vaticano y son económicamente independientes, lo que libró a la ciudad de las demandas por abusos de menores en Estados Unidos que llevaron a la quiebra de la arquidiócesis de Portland (Oregón) y las diócesis de Tucson (Arizona) y Spokane (Washington) entre 2002 y 2003.

Entonces, por mínimo que parezca frente al esplendor de los tesoros que albergan sus muros, el torrente de baratijas recordatorias que empezó a venderse en los últimos días de Juan Pablo II (rosarios, candelabros, velas, etc.), y que ahora circula de nuevo, pero con la imagen de Benedicto XVI, tiene un peso importante en la balanza. Eso lo entendió Edmund Skoza, ex arzobispo de Detroit, al distinguir el potencial turístico del Vaticano, además de aumentar la venta de souvenirs y realizar emisiones de monedas y sellos postales. Esto seguramente recibirá un tremendo impulso a partir de la ceremonia de entronización que se realiza hoy.

De algún modo, se trata de “vender” al Vaticano, una operación esencialmente económica pero que sólo puede consumarse si la “venta” primero tiene éxito en el plano espiritual. La obsesión masmediática de Juan Pablo II también tuvo mucho que ver con la operación de equilibrio de las cuentas consumada después del disparo de los gastos a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965). Y en la difícil tarea de equilibrio espiritual-presupuestario que tiene por delante, es posible que Benedicto XVI requiera de la ayuda tanto de Dios como de Donald Trump.

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