Dom 14.08.2005
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PERSPECTIVAS DE UN MERCADO CADA VEZ MAS APRETADO

El tercer shock petrolero

En 1979 el precio del petróleo llegó a su pico histórico de 80 dólares (ajustado por inflación). Allí se está volviendo ahora.

› Por Claudio Uriarte


La espiral del precio del petróleo, que pasó de 63 a casi 67 dólares en sólo una semana en el mercado de Nueva York, y logró su primer impacto duro en la economía estadounidense al llevar el déficit comercial de 55.400 a 58.800 millones en solamente un mes, proyecta ya el horizonte de una repetición del peor momento de los precios de la energía, tras la revolución iraní de 1979, en el segundo shock petrolero (el primero había sido en 1973), cuando el barril de crudo WTI se situó en lo que ahora, actualizado por inflación, sería 80 dólares. Eso gatilló una recesión norteamericana e internacional. Pero la demanda sigue creciendo, con la mayoría de los analistas apostando a un precio de entre 70 y 71 dólares la semana que viene, y es probable que se refuerce a medida que comienzan los primeros fríos en el Hemisferio Norte, tan pronto como en septiembre. Economías sobrecalentadas como la de China (y, en menor medida, Estados Unidos), pueden sufrir un frenazo brusco, lo que no hay modo de que no se reproduzca en el resto del mundo. Es una situación peligrosa.

Que comenzó a insinuarse a partir de agosto de 2002, cuando el petróleo costaba la minucia 25 dólares por barril, se disparó en agosto de 2003 y llegó a su pico (ahora desbordado) en el mismo mes de 2004, fechas respecto de las cuales los aumentos han sido del 264, 120 y 61 por ciento, respectivamente. Por la mayor parte de los últimos dos años, los mercados petroleros han sido volátiles, lo que reflejó una falta de capacidad mundial de producción suplementaria, refinerías inadecuadas o trabajando más allá de su capacidad, fuerte demanda de Estados Unidos y China y alteraciones en el suministro de productores como Irak y Venezuela. La presión sobre las refinerías está empezando a verse en Estados Unidos, donde operan a capacidad máxima para cumplir con la demanda de gasolina, que en el verano septentrional alcanza su demanda máxima. Pero eso ha llevado a colapsos, incidentes y accidentes inesperados. Deborah White, una economista de la Société Générale de París, dice que “las refinerías están exhaustas, como corredores en la mitad de un maratón. Han estado trabajando muy duro desde el año pasado. Pero en la práctica, eso tiene un límite. Si presionás mucho, la capacidad cae”. Efectivamente, refinerías de British Petroleum, Exxon Mobil y Valero han colapsado en las últimas semanas; el sistema, según datos del Departamento de Energía, está operando al 95 por ciento de su capacidad.

Esta semana, el presidente George W. Bush firmó una nueva ley de energía que ha tomado cuatro años de elaboración y que provee algunos incentivos para los productores locales de petróleo y gas, pero no hace mucho en materia de limitar el consumo. Durante las últimas dos semanas, el mercado se vio espoleado por hechos tan diversos como la muerte del rey Fahd de Arabia Saudita y su sucesión por el hasta entonces príncipe regente Adbulá y la reanudación del reprocesamiento de uranio (con posibles desenlaces militares nucleares) por Irán, que irónicamente parece traer de nuevo los precios de 1979. Pero, si la muerte de un monarca que hace tiempo estaba clínicamente muerto (Abdulá gobernó de hecho durante los últimos 10 años), y un acontecimiento como el de Irán, que estaba previsto por todas las agencias de inteligencia, alteran el precio, es claro que cualquier cosa puede empujarlo, incluyendo huracanes y desastres naturales. Para Jean-François Giannesini, experto del Instituto Francés de Petróleo, “los precios van a seguir subiendo, quizá hasta los 80 o 100 dólares, es decir, hasta que los consumidores, cuando tomen conciencia de este precio, decidan disminuir su consumo. Vamos a tener que cambiar también nuestros hábitos de consumo: circular menos con coche en las ciudades donde se consume enormemente para nada, tomar los transportes colectivos”. Es decir, el mismo ciclo autocorrectivo del segundo shock petrolero, pero sin que se sepa quién seguirá en pie y quién llegará muerto al día después de la tormenta.

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