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Domingo, 5 de agosto de 2007

INTERNACIONALES

El liderazgo de Estados Unidos está cuestionado

 Por Eduardo Gudynas *

Los defensores de la actual globalización están cambiando sus argumentos. Ahora reconocen que los procesos globales actuales generan desigualdad pero achacan los efectos negativos al haber quedado bajo una única potencia mundial. Los mismos ideólogos que antes consideraban que Estados Unidos era el motor de la mundialización, ahora sostienen que sería el culpable de un mundo unipolar que impide una globalización balanceada. Bajo esas ideas, la globalización actual en sí misma no tendría ninguna arista negativa, sino que simplemente ha sido desvirtuada por la ausencia de otras superpotencias globales.

Las evidencias sobre los impactos de la globalización son tan abrumadoras que parecería inevitable un profundo cambio en el manejo de los procesos globales. Pero apenas se admite que Estados Unidos “estropeó” la globalización, tal como sostiene Steven Weber, director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de California. En un análisis que publicó recientemente en la revista Foreign Policy, junto a otros autores señala que las “malas noticias para el siglo XXI son que la globalización tiene un lado oscuro significativo”. Weber considera que las ideas convencionales de la globalización son en sí mismas muy buenas, pero advierte que proponer que sea guiada por una superpotencia es un camino errado. La predominancia del poder de Estados Unidos “tiene muchos beneficios, pero la gestión de la globalización no es uno de ellos”. “Los efectos negativos de la globalización desde 1990 no son el resultado de la globalización en sí misma. Son el lado oscuro de la predominancia de Estados Unidos”, dice Weber. Este es un ejemplo del cambio de visión en los centros globales sobre el papel de Washington. Hasta hace poco se defendía a Estados Unidos como motor global, policía internacional y hegemón benévolo.

Los errores y consecuencias negativas del rol de Washington han escalado tales niveles que la idea de la unipolaridad es insostenible.

Reconocer ese problema es un paso adelante, pero esas críticas avanzan muy poco. No ponen bajo cuestión las relaciones asimétricas de poder de los grandes sobre los pequeños, ni la base económica y cultural de la globalización actual. Apenas se cuestiona que el poder esté en manos de un único país, y se postula como solución pasar a tener un grupo selecto de superpotencias que mantenga la presión para las aperturas comerciales y la liberalización de los flujos de capital. Sueñan con un nuevo club del gobierno mundial que debería sumar a Inglaterra, Francia o Japón.

Se reitera así la fe en la globalización actual y se achacan los problemas actuales a sus aplicaciones ineficaces y defectuosas. Se escucha que la liberalización de los mercados y los flujos de bienes, servicios y capital no está mal en sí misma, sino que todo se ha distorsionado por una distribución asimétrica del poder. Algunos países del Sur son tentados a ingresar al club selecto de líderes globales en un mediano plazo. Especialmente se coquetea con Brasil, India, Sudáfrica y China. La multipolaridad no es una solución suficiente para una globalización unipolar, ya que es todo el entramado global el que debe ser rediseñado. Esta es una problemática que también debe considerarse en la integración dentro de América latina. Si ensayos como la Unión Suramericana apelarán a los mismos mecanismos de jerarquías y tamaños económicos, donde los más “grandes” supuestamente deben guiar a los más pequeños”, terminaremos reproduciendo dentro del continente las mismas asimetrías y consecuencias negativas que hoy observamos a escala planetaria.

* Investigador en Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad-América latina, en Montevideo, Uruguay. Servicio Informativo Alai-amlatina.

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