Dom 02.02.2003
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INTERNACIONALES › CONSECUENCIAS ECONOMICAS DEL “ESTADO DE LA UNION”

La guerra recesiva

¿Usted pensaba que la posesión del petróleo iraquí iba a sacar a EE.UU. de su estancamiento? Piénselo mejor, dice esta nota.

› Por Claudio Uriarte

Con el discurso pronunciado el martes por George W. Bush sobre el Estado de la Unión, el panorama económico internacional se complica. Las implicancias del discurso todavía no se han advertido del todo. El presidente dijo esencialmente dos cosas: que se propone bajar los impuestos en 647.000 millones de dólares, y que la guerra contra Irak es inminente. En teoría económica, deberían ser objetivos que se autoexcluyeran, puesto que ambos ahondarán todavía más un déficit ruinoso. Pero a Bush hay que creerle lo que dice: nunca, en ninguna circunstancia, su retórica extremista dejó de estar respaldada por sus acciones. Es decir: va a la guerra, va a bajar los impuestos y la locomotora económica del mundo va a entrar en un tembladeral.
En principio, los analistas bursátiles recibieron la confirmación de una guerra inminente con un suspiro de alivio: por fin se acababa la incertidumbre, sólo faltaba esperar que la guerra empezara y terminara rápido para que inversionistas y agentes de bolsa volvieran a su business as usual. Es cierto que la incertidumbre es grande: “Hasta el oro -subrayaba estos días Ernest Caron, retirado CEO de Johnston International- regresó a alturas que no se habían visto desde hace veintipico de años”. Pero el diagnóstico de los analistas bursátiles revela que su conocimiento de la psicología del mercado es tan profundo como su ignorancia de los temas militares. Porque en principio, la invasión a Irak será pura pérdida económica para EE.UU., y la industria militar, la única beneficiaria directa del gasto de misiles Tomahawk y tanques M1 Abrams, carece de la menor posibilidad de arrancar a la economía de su estancamiento.
Amigos y enemigos de la guerra han puesto un gran énfasis en el petróleo, del que Irak es la segunda reserva mundial. Pero EE.UU. va a tener que poner dinero en el petróleo antes de poder sacarlo. Después de años de guerra, sanciones y mala administración, la industria petrolera iraquí es una ruina. Actualmente produce entre 2,6 y 2,8 millones barriles por día, contra 3,5 millones de barriles antes de la Guerra del Golfo I. Para ponerla a los niveles del ‘91, un estudio cercano al Departamento de Estado dice que se necesitarán entre 18 meses y tres años y se requerirán 8000 millones de dólares, además de otros 20.000 millones para restaurar la capacidad eléctrica iraquí también previa a 1991. Aumentar la producción a 6 millones de barriles diarios es geológicamente posible pero requeriría más años y decenas de miles de millones de dólares en inversión. A todo esto, la población ha estallado, y el petróleo ya no es lo que era en términos relativos: un poco más de 700 dólares per cápita hoy contra más de 6000 en 1980. E Irak es un país monoexportador: las exportaciones de petróleo fueron de 14.100 millones de dólares en 2001, de un total de 15.800 millones.
El costo de la guerra ha sido estimado de modo variable, entre 50.000 y 200.000 millones de dólares. Y Estados Unidos está yendo a Irak para quedarse por largo tiempo, para instalar su visionario –o delirante– plan de occidentalización de la zona. Esto ocurre en un contexto en que el déficit de EE.UU. está en los 160.000 millones de dólares, y en aumento, y en que el Tesoro, para financiarlo, empezará a competir con los tomadores de deuda privados, lo que tenderá a subir la tasa de interés y a desalentar la inversión. En otras palabras, a profundizar la recesión.

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