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El agro de Misiones y Corrientes es conocido en el mercado interno por la producción de yerba mate, un cultivo heredado de los guaraníes. Pero el otro pilar de estas economías, el té, llegó al país recién en 1923, traído de Giorgia por el sacerdote Tijón Anatiuk. Veinte años después, otro colono, Francisco Kühnlein, instaló el primer secadero. La década del ‘50 fue la del florecimiento. Ello se debió tanto a la reserva del mercado local por la vía de las restricciones a las importaciones, como a las limitaciones impuestas a la producción de yerba y la crisis tabacalera, que llevaron a la búsqueda de cultivos alternativos. Hoy la Argentina es el principal productor de América del Sur, con el 80 por ciento de la producción regional. En el mercado mundial, en tanto, ocupa el séptimo lugar entre los exportadores, aunque sólo participa en el 4 por ciento del total comerciado. Por razones agroecológicas, también históricas y de demanda, más del 80 por ciento de la producción global se concentra en India, China, Sri Lanka y Kenya.
En la última década, la superficie sembrada de las provincias de Misiones y Corrientes se mantuvo estable en algo más de 40 mil hectáreas. Los rendimientos, en cambio, aumentaron cerca de un 15 por ciento, con lo que la producción pasó de 51.000 a más de 63.000 toneladas. La mejora en los rindes se debió especialmente al éxito en la lucha contra plagas y malezas. Del total producido, se exportaron 59.000 toneladas a un valor promedio de 750 dólares por tonelada. Ello significa que más del 90 por ciento de la producción se vende al exterior, donde principalmente se utiliza en la coloración y agregado de volumen de variedades de mayor calidad.
En los últimos ocho años los destinos principales fueron Estados Unidos, con el 67 por ciento de la demanda, Chile, 12 por ciento, Reino Unido, 9 por ciento, y Alemania, 2 por ciento.
La producción es provista por alrededor de 8000 productores, de los cuales el 93 por ciento posee menos de 10 hectáreas y sólo el 0,5 por ciento posee más de 50. Como sucede en todos los circuitos agroindustriales, las exportaciones son concentradas por un puñado de firmas integradas verticalmente y que también absorben producción primaria de los productores más pequeños. Su poder de mercado les permite de hecho la regulación de precios de la cadena. En cuanto al precio pagado por los consumidores en el mercado interno, los datos del Ministerio de Economía destacan una suba de entre el 8 y el 10 por ciento en el último año. Ello responde a dos razones, el aumento de la demanda internacional y, en menor medida, las menores lluvias del pasado verano.