AGRO › BATALLA POR LOS PRECIOS ENTRE FRIGORIFICOS Y CURTIEMBRES
› Por Susana Díaz
La presión del Gobierno sobre la industria frigorífica para evitar la continuidad de los aumentos de precios, a juzgar por las mediciones del Indec sobre algunos cortes, parece haber dado en abril sus primeros resultados. No obstante, el conflicto descubrió viejas contradicciones en el subsistema, uno de los más antiguos de la industria local. Al igual que sus vecinos de las entidades agropecuarias, la dirigencia frigorífica aprendió a meter reclamos por la ventana. Una manera de que los precios de la carne bajen, dijeron a los funcionarios de Economía, es que la industria curtidora les pague más por los cueros, uno de los subproductos de la faena. La industria curtidora puso el grito en el cielo y sostuvo que relacionar ambos precios, el de los cueros crudos y el final de la carne, era intelectualmente deshonesto. “Una variación del 10 por ciento en el valor del kilo de cuero sólo se traduce en 4 centavos en el kilo de carne”, dijo a Cash Eduardo Wydler, presidente de la Cámara de la Industria Curtidora Argentina.
El reclamo de los industriales de la carne apuntaba en realidad contra el régimen de promoción de los curtidores, que establece retenciones a las exportaciones de cueros crudos del 5 por ciento, las que se suman al 10 por ciento que pagan las materias primas: un 15 por ciento en total que deprime directamente el precio interno. Los frigoríficos intentaron que el acuerdo de precios firmado con Agricultura incluya, como una suerte de compensación, la posibilidad de exportar 1 millón de cueros crudos sin las retenciones. El argumento es que estas ventas podrían generar un nuevo precio de referencia que sirva, según señaló a Cash Miguel Schiariti, presidente de Ciccra, una de las cámaras que agrupan a los frigoríficos, para “dejar de transferir a los curtidores más de 100 millones de dólares por año”.
Para las curtiembres, la cuestión es delicada. La disponibilidad de materia prima resulta esencial para el desarrollo de la actividad. Y si bien por un lado se trata de una industria altamente concentrada –de los 900 millones de dólares exportados en el 2004, casi el 80 por ciento correspondió a las diez primeras firmas, situación que hace pensar en un fuerte poder de mercado– también es cierto que, por sus compromisos externos, están compelidas a comprar la totalidad de lo que los frigoríficos producen. Todo indica que la “competencia en el mercado” no opera desde ninguno de los dos lados del mostrador, aunque no cabe duda de que si las curtiembres acordasen precios –una situación siempre posible en mercados donde el grueso del negocio es manejado por unos pocos actores– a los frigoríficos no les queda otra opción que tomarlos o vender en el exterior, restando las retenciones.
Dado que los fuertes aumentos en carnes son un dato de los últimos meses –según el Indec, en lo que va del año aumentaron al público el 8,1 por ciento–, los datos de precios no parecen darles la razón a los frigoríficos. En los últimos seis meses, los valores de los cueros se mantuvieron estables. Desde fines de noviembre se paga un promedio de 2,7 pesos por kilo, aunque en algunos casos se consiguen a más de 3 pesos. Si en cambio se extiende el análisis un poco más atrás se encuentra que entre octubre del 2003, cuando se pagaban 4,2 pesos por kilo, hasta noviembre pasado, los precios cayeron cerca del 36 por ciento. Resulta claro que esta caída no puede atribuirse sólo al régimen de promoción. Más allá de cualquier sospecha de cartelización, influyó la evolución de los precios internacionales. En el mercado interno, en tanto, no puede obviarse que el mismo aumento de la faena, entre otras razones por la liquidación de stocks de vacunos durante el auge de la “sojización”, aumentó la oferta.
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