Domingo, 7 de agosto de 2005 | Hoy
AGRO › AGRO
APLICACION DE ALTA TECNOLOGIA EN EL CAMPO
Por Susana Díaz
Había llegado el momento del brindis y el decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, Fernando Vilella, antes de alzar su copa, consideró oportuno un pequeño discurso de recepción a la comitiva extranjera encabezada por Izrael Katz, ministro de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel. Luego de exaltar los lazos académicos entre los dos países, Vilella enumeró las cifras de la inserción de la Argentina en el comercio internacional. A su turno, después de la natural devolución de elogios, Katz enfatizó la materia de cooperación entre los dos Estados. Lo hizo recordando un solo dato: “La inmensa producción argentina –dijo sobre la posición del país en el ranking de grandes exportadores mundiales– se logra con el cultivo de sólo un tercio de su territorio”, aspecto que destaca el enorme potencial y posibilidades de expansión de la producción agrícola local si se recurre al uso de las tecnologías y prácticas culturales adecuadas.
Resulta difícil no referir estos datos a un concepto muy utilizado en la década de los ‘80, cuando se hablaba del desarrollo de “tecnologías de punta”. La realidad del siglo XXI –también presente dos décadas atrás, lo que refuta el citado concepto– es que no existen sectores productivos que no sean susceptibles de la aplicación de “tecnologías de punta”. Y el agro no es la excepción. Un ejemplo de la alta tecnología aplicada al campo es la llamada agricultura de precisión, en la que los desarrollos biotecnológicos conviven con instrumentos de la informática y las telecomunicaciones, por ejemplo el riego inteligente y los sistemas de posicionamiento satelital. Es entre estos instrumentos donde se encuentran las claves de la “agricultura de zonas áridas”, la materia de cooperación con Israel y la base para el aprovechamiento productivo de los dos tercios de su territorio que la Argentina todavía no explota.
Por las características geográficas del país, esta cooperación técnica está directamente vinculada al desarrollo de economías regionales. En la actualidad ya existen dos emprendimientos conjuntos entre profesionales de los dos países. El más antiguo se encuentra en el noroeste formoseño, el Centro de Validación Agropecuaria de Laguna Yema, que funciona desde hace más de 10 años. El segundo funciona en el Valle Medio del Río Negro, una región de clima templado árido con centro en la localidad de Choele Choel y con más de 60 mil hectáreas sin explotar.
Vilella explicó que Israel es uno de los dos países del mundo (el otro es Holanda) que más avanzaron en los últimos 50 años en términos de productividad agrícola. A pesar de poseer características agroecológicas y climáticas adversas, con un área desértica que ocupa el 60 por ciento de su territorio (a modo de comparación, el 70 por ciento del territorio argentino son áreas áridas o semiáridas), en las últimas tres décadas su producción se multiplicó por cinco. La clave, destacó el decano, estuvo en la investigación y el desarrollo, que permitió, entre otras acciones, secar pantanos, desalinizar terrenos y construir sistemas de riego que extreman el aprovechamiento del recurso hídrico. Esta I&D tuvo y tiene como virtual protagonista a la Universidad Ben Gurion (UBG).
Sobre la base de una agricultura intensiva, Israel consiguió exportar productos agrícolas por 1400 millones de dólares, el 40 por ciento en alimentos procesados, y producir el 95 por ciento de sus necesidades alimentarias. El 5 por ciento restante son importaciones complementarias de granos, semillas oleaginosas y carne, que en parte adquiere a la Argentina, y también de café, cacao y azúcar. La Fauba y la UBG desarrollaron una fuerte cooperación académica a partir de una “Maestría en agricultura en zonas áridas y semiáridas” que promueve el intercambio de alumnos y docentes.
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