Dom 29.08.2004
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DESECONOMíAS

Tecnología para el embuste

› Por Julio Nudler

Hay productos algo diabólicos, como un soft que se está vendiendo en Europa y que le permite a uno lo siguiente, por ejemplo: despertarse tarde, y sin dejar la cama pedir que le traigan el diario y un café con tostadas. Tomar el celular, llamar al jefe y explicarle que uno está demorado en la autopista, atascado en un tránsito infernal. Para que la excusa resulte convincente, el programa mencionado pondrá un adecuado fondo a su llamada. Mientras usted hable, con el tono de preocupación que mejor le salga, porque usted es al fin de cuentas un empleado muy responsable, sonarán bocinas, sirenas, motores en marcha, alguna imprecación, se diría que todo un concierto de música concreta. Pero quizá necesite como coartada en otra situación, para engañar a su cónyuge, a un amigo, a un affaire o a un socio, un telón de tormenta eléctrica, un bebé llorando, los ladridos de un perro o el torno ultrasónico de un dentista. Lo que sea, dentro de un amplio surtido pensado para defraudar la presunta buena fe, credulidad y candidez del prójimo.
Habrá ocasiones en las que esa simulación no alcance, circunstancias en las que necesite de cómplices de carne y hueso. A tal fin, en San Diego, Estados Unidos, fue fundada una empresa de elocuente nombre: Club del Alibí y la Excusa. Cuenta con embusteros profesionales, dispuestos a hacerse pasar por médicos, choferes de ambulancia, policías o lo que sea para llamar en su nombre y explicar por qué a usted le resultó imposible ese día ir al trabajo o concurrir a una cita. Con cierta ingenuidad podría creerse que, en realidad, estos servicios sólo pretenden ser el vehículo de inocentes bromas. Pero, como negocio, apuntan evidentemente a facilitar la mentira y la estafa moral. Como antecedente más inocuo se recuerdan aún los tubos de diferentes clases de mugre que se vendían en países como Alemania. Servían para embadurnar el auto al regresar de las vacaciones, para hacer creer a los vecinos que se las había pasado, no en una vulgar y fría playa cercana, sino en Marruecos, Túnez o alguna isla griega. Eran mentiras necesarias para simular status.

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