Dom 31.10.2004
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ENFOQUE › LAS FILIALES ARGENTINAS TIENEN POCO PESO EN SUS CASAS MATRICES

No figuran en el mapa

Pese a la expansión de las multinacionales, las sucursales locales tienen cada vez menos relevancia en el negocio global de su matriz. La excepción son Repsol-YPF y Telefónica.

Por Alejandro Bercovich

Aunque las multinacionales empezaron a dominar la escena económica local de los últimos años, y sus ganancias eclipsaron rápidamente las de los empresarios residentes en el país, las filiales argentinas juegan un rol cada vez más marginal en la estructura de sus respectivas organizaciones. Excepto Repsol-YPF y Telefónica, dos compañías españolas que se expandieron en toda la región de la mano de las privatizaciones de los ‘90, ninguna del resto de las sucursales argentinas aporta más del 4 por ciento de la facturación global de su casa matriz.
El cálculo fue efectuado por economistas del Cespa, que dirige Jorge Schvarzer, en un informe aún no publicado al que tuvo acceso Cash, que cruza los ingresos brutos de las filiales con los de los holdings que integran a nivel mundial. El trabajo toma datos del ejercicio 2000 para dejar a un lado el impacto de la devaluación, que deprimió proporcionalmente aún más los réditos que extraen las multinacionales de sus actividades en el país. Y pone de manifiesto la pérdida de soberanía económica operada en los últimos años.
Según el estudio del Cespa, 29 de las 66 empresas que más facturan en Argentina son multinacionales. Entre ellas hay industrias manufactureras, petroleras, empresas de servicios públicos y cadenas de comercialización minorista. Pero las cifras muestran que un año catastrófico para la filial local apenas haría cosquillas en el resultado final del balance corporativo. La angloholandesa Shell, por ejemplo, percibió en todo el mundo 149.146 millones de dólares, de los cuales sólo 1458 (1 por ciento) los aportó su sede austral. DaimlerChrysler Argentina resultó todavía más insignificante: se anotó con 644 millones (0,4), por debajo de IBM (0,6), Ford (0,6), Volkswagen (1,1), Unilever (1,7) y PSA Peugeot-Citroën (2,1 por ciento).
A las de servicios les fue un poco mejor. Los 897 millones de dólares de Edenor representaron el 2,8 por ciento de los 31.790 millones que recaudó Electricité de France en todo el orbe. Otra privatizada de origen galo, Aguas Argentinas, sumó con sus 514 millones un 1,6 por ciento de los ingresos totales del grupo Suez. “Trabajar en una multi es así. Te tenés que acostumbrar a que un día estás en la cresta de la ola y tres años después estás recortando el 40 por ciento del personal porque la matriz decidió que no va a perder un euro más en este país”, graficó ante Cash una importante ejecutiva de una filial. Esa paulatina pérdida de poder de decisión por parte de los gerentes les fue cerrando incluso las puertas de los despachos oficiales, ante la evidencia de que su función se limita cada vez más exclusivamente a remitir dividendos a la casa matriz.
La elección de quienes conducen las filiales tampoco escapa a esa desnacionalización. El canadiense Simon Boag (General Motors) y el estadounidense Ted Cannis (Ford) apenas hablan castellano. El director general de Renault, Manuel Lardizábal, nunca habla de negocios con los jerarcas de la matriz francesa, que transmiten sus mandatos a su compatriota Daniel Cabé en el Consejo Ejecutivo Mercosur con sede en Curitiba, Brasil. Luis Ureta Sáenz Peña tiene un mejor acceso al directorio de su sede central, pero no por la importancia que se asigne a la sucursal sino por haber compartido sus estudios en París con un miembro hoy difunto de la familia Peugeot. También goza de privilegios sanguíneos Cristiano Rattazzi (Fiat), primo de los Agnelli que heredaron el principal conglomerado fabril italiano. El presidente de Volkswagen, Víctor Klima, mantiene cierta consideración en los altos mandos de la empresa mixta alemana por su condición de político socialdemócrata y ex premier de Austria. El presidente de Edenor, Fernando Ponasso, oficia por su parte de vocero mediático de la compañía, pero en las reuniones decisivas se anota el director general, Henri Lafontaine. La lista podría seguir al resto.
Lo curioso es que no siempre fue así a lo largo de la historia. Valen dos ejemplos más del complejo automotriz: mientras Fiat Argentina representahoy –con su fábrica parada hace dos años– sólo el 0,8 por ciento de la facturación de la empresa en todo el mundo, a fines de los sesenta era su principal enclave fabril fuera de Italia. Y General Motors Argentina, que aporta un ínfimo 0,3 por ciento de los 184.800 millones de dólares que ingresan anualmente a la matriz, fue la segunda filial que montó la firma fuera de Estados Unidos, después de la que instaló en Gran Bretaña a pocos años de la inauguración.

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