ENFOQUE
› Por Cristian J. Caracoche *
En Grecia se asiste a una combinación de tiempo y espacio singular dado que ese país, que no hace más de dos años era señalado por las calificadoras de riesgo como una plaza segura y tranquila con indicadores robustos, hoy se encuentra inmerso en una de las peores crisis de su historia. Esta atípica y dura crisis tiene como principales causales la combinación de una alicaída competitividad con una escalada sin precedentes del déficit fiscal, produciendo uno de los mayores problemas que una economía capitalista puede llegar a tener: déficit gemelos crónicos.
Por el lado competitivo, el problema llegó de la mano del atraso cambiario generado por el tipo de cambio fijo impuesto por el euro junto con los mayores niveles de inflación de la zona. Esto repercutió en la competitividad de la producción nacional, arrastrando consigo un inevitable déficit comercial. Por el lado fiscal, la explosión de la crisis mundial generó un gran impulso deficitario en las cuentas públicas, explicado por el aumento del gasto contracíclico y la caída de la recaudación fruto de la disminución de la actividad. Esto trajo aparejado un impulso similar en los niveles de deuda pública, llegando a representar más del 110 por ciento del PBI griego. Ambos componentes unidos han destruido la confianza que Grecia disfrutaba de los mercados.
En las informaciones referentes al plan de ajuste aprobado en las orillas del Egeo se advierte, en su arista fiscal, el clásico sesgo austero que carga cualquier plan de ajuste, pero subrayando una diferenciación fundamental en las medidas tomadas hacia los empleados estatales y pensionados que perciben mayores ingresos. Medida que, si bien no cambia el fondo regresivo del paquete, agrega un dato novedoso que no se observa normalmente en este tipo de planes.
En la arista competitiva, caen en la vieja y conocida fórmula: liberalización del mercado laboral, reducción de indemnizaciones, reducción del poder gremial y control de salarios. Es decir, los trabajadores vuelven a cargar en sus espaldas el peso de los errores de los políticos, empresarios y especuladores que provocaron la crisis. Ante los ojos de un joven economista, poco “intoxicado” con las ideas predominantes, entre dudas y cuestionamientos sobre las formas de ajustar que tiene la economía y que modela la combinación de tiempo y lugar donde se desarrollan, surge un interrogante: ¿por qué el ajuste sobre los trabajadores? Rememorando las clases de Economía Internacional, la competitividad de un país básicamente está determinada si el precio de venta en moneda internacional de un determinado bien es mayor o menor que el precio de venta de su competencia extranjera, en la misma moneda. Ese precio está en función de dos variables fundamentales: el tipo de cambio vigente y la sumatoria de las remuneraciones a los factores que participan en la producción, es decir, el precio del bien en el mercado interno. Dado que Grecia, al utilizar como unidad monetaria el euro, no tiene poder de fijar su paridad cambiaria, la única forma para mejorar su competitividad es disminuyendo el precio interno del bien.
Revisando los apuntes de cuentas nacionales se puede advertir que en principio todo ingreso por cualquier bien o servicio vendido en una economía capitalista tiene básicamente tres destinos posibles: transformarse en ganancia empresarial, cubrir los costos laborales, o cubrir los costos intermedios de producción. Las primeras dos opciones son claras y representan la clásica distribución funcional del ingreso, de la cual ya no se habla en casi ningún centro estadístico en el mundo. Y la última representa en sí misma una nueva redistribución, idéntica a la original, entre los tres rubros descriptos. De este modo, se puede sostener que todo ingreso, a fin de cuentas, termina en manos de empresarios o de trabajadores en diferentes proporciones, según el lugar y el momento histórico.
Ahora bien, visto desde una óptica ortodoxa, sabiendo que ambos sectores (empresario y asalariado) representan factores productivos sin privilegios explícitos, ¿cuál es la causa de que todo ajuste se piense desde el sometimiento de la clase trabajadora en beneficio de la clase empresaria? Como respuesta, van tres opciones:
1. La respuesta marxista: dado el modo de producción capitalista, se genera una parafernalia que lleva a los planificadores a pensar y razonar en función de los preceptos convenientes a la clase dominante (burguesa), dirigiendo cada ajuste hacia las espaldas asalariadas y generando una recomposición de los márgenes de ganancia a favor de los propietarios del capital físico.
2. La respuesta del mercado: el sector empresario cuenta con un bien (el capital) que posee una demanda excedente y por ello goza de un poder de mercado que utiliza para su propio beneficio, lo cual demuestra que el libre comercio ha generado –o ha nacido con– asimetrías significativas entre ambos sectores que dejan a la mayor parte de la población mundial a merced de las intenciones de una minoría empresaria.
3. Una combinación de ambas.
Los jóvenes economistas deberían entender la diversidad de instrumentos y posibilidades que posee esa ciencia, que muchas veces por combinaciones de tiempo y espacio gran parte de ellos se encuentran ocultos, vedados o censurados
* Economista UNLZ-FCE-Grupo Periferia.
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