Domingo, 5 de agosto de 2012 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
El cambio de tendencia de las variables fundamentales de la economía a partir del abandono del neoliberalismo no dejó de provocar desazón entre sus viudas: los economistas ortodoxos que tapizaron de justificaciones y falsas promesas el camino a la debacle de 2001. El sufrimiento post crisis fue lento, cotidiano y acumulado durante una década de crecimiento del Producto. De poco sirvieron las terapias de grupo en los medios hegemónicos para alertar sobre los riesgos inminentes de no regresar a las viejas recetas de ajuste permanente. El legado generado durante el nuevo siglo no fue más que una retahíla de predicciones erróneas, de expresión de deseos incumplidos. Hoy, cuando se superponen algunas señales de freno de la economía durante el primer semestre, las viudas se excitan; creen que les será más fácil volver a su especialidad: alarmar con escenarios de catástrofe. Por eso, aunque trajinaron todas las camas del capital, hoy reaparecen impostando la pureza de las vírgenes, sin mácula por sus fracasos del pasado, con caritas envaradas de “vieron, nosotros lo decíamos”. El registro se produce frente a entrevistadores siempre condescendientes que apenas preguntan en el más puro de los presentes. Pero el estro, no sólo por su propia naturaleza, será efímero.
Las causas del freno del primer semestre están en debate. Con su tradicional deshonestidad intelectual, la derecha política atribuye el ciento por ciento del enfriamiento a una supuesta mala praxis interna. La visión contrasta con el análisis realizado durante la expansión, atribuida en su totalidad al “viento de cola”. Desde el gobierno, en tanto, cargan todo el freno a la situación internacional.
Un análisis sereno de los datos, anterior a la consideración de los canales de transmisión, parte de la evidencia: durante el primer semestre de 2012 la economía mundial se deterioró notablemente, obligando a reajustar a la baja las predicciones. Las economías avanzadas siguieron entrampadas en la perimida lógica financiera de recrear “la confianza de los mercados” para, así, bajar el costo del financiamiento, presunta base de la reactivación. Desde la teoría, la discusión está agotada. No tiene sentido continuar explicando que los ajustes nunca reactivaron ni reactivarán. Además, en Europa no se discute economía sino poder. La supuesta necesidad de ajuste funciona como excusa para tres objetivos: sanear mientras sea posible los balances del capital financiero, la apropiación privada del patrimonio público y la destrucción sin precedentes de derechos laborales y sociales construidos pacientemente durante generaciones. Las sociedades, como víctimas de un encantamiento, asisten pasivas al desastre. Desde las economías emergentes las miradas son atónitas: pareciera que Europa realmente creyera en la solución neoliberal y que no se trataba de un mero discurso para que la periferia se endeude y deshaga de sus empresas públicas. Cualquiera sea el caso, la única predicción posible para Europa bajo los actuales gobiernos es la continuidad de la recesión, una realidad con efectos globales a la que deberán acomodarse las economías latinoamericanas.
En el plano local, la lectura ortodoxa de los canales de transmisión no cuenta sólo con deshonestidad intelectual, sino también con restricciones analíticas. En tanto acepta la teoría de las ventajas comparativas estáticas, considera que el agro es el centro del universo, centralidad ideológica que prescinde de los hechos, es decir, de su peso real en el PIB y en las exportaciones. En consecuencia, el todo puede ser explicado por una sola variable: el precio de la soja. Así el “viento de cola” después de la convertibilidad se debió al alto valor de la oleaginosa y la “mala praxis” del presente a la coexistencia de crecimiento bajo con precio de la soja alto. Sobre el “viento de cola” vale reiterar que el promedio de crecimiento anual de los países de América latina entre 2003 y 2011 fue del 4,2 por ciento, contra el 7,8 por ciento de Argentina. Sobre la interpretación de la “mala praxis” surgió un imprevisto: la coyuntura climática del Hemisferio Norte le dio una mano. Hasta antes del último informe del Departamento de Agricultura estadounidense (USDA), que incorporó los resultados de la sequía en su territorio, los futuros de la soja venían en baja. El dato coyuntural de la menor cosecha esperada aumentó los precios presentes, pero sin cambiar la tendencia del mercado de futuros de la Bolsa de Chicago y sin que los mayores precios alcanzaran para contrarrestar la caída de la cosecha argentina. El dato estructural sigue siendo el de menores ingresos en relación con la temporada pasada y menores precios a mediano plazo como respuesta al debilitamiento de la demanda mundial. La hermenéutica de las viudas ya es obsoleta.
Los determinantes de lo que sucederá en la economía local son más extensos que un precio:
- Mundo: desde mediados de 2011 los volúmenes de comercio mundial experimentan una fuerte desaceleración. Según se destaca en el último informe macroeconómico del Banco Central (que por fin dejó de llamarse “Informe de Inflación”), Estados Unidos, Europa y Japón absorben el 46 por ciento de las exportaciones de los países emergentes. Este nivel de participación, junto a la menor dinámica de los emergentes, hace imposible hablar de “desacople” durante la crisis. Las medidas contracíclicas jugarán un rol fundamental, pero no está claro que alcancen, como ya lo muestra el menor crecimiento.
-Brasil:quizás el vecino pueda servir de ejemplo sobre el vínculo directo existente entre tipo de cambio y evolución del Producto. En la baja de su crecimiento se destacó la caída de la industria, que representa un cuarto de su PIB. Luego de una leve devaluación durante la crisis de 2008, comenzó una revaluación constante hasta agosto de 2011. El 30 por ciento de devaluación posterior hasta el presente no alcanzó para sacar al real de los niveles de revaluación máxima de la última década. La industria argentina es altamente dependiente de su sector automotor, rama que en realidad es la pata de un complejo multinacional sudamericano con centro en Brasil, que las matrices, principalmente de Estados Unidos y Europa, utilizan para proveer sin restricciones al mercado interno regional. Brasil representa el 74 por ciento de las exportaciones de autos y autopartes de Argentina, ventas que a su vez suman casi la mitad de las exportaciones totales al vecino país. En consecuencia, existe una alta correlación entre la producción y venta de autos en Brasil y la evolución del EMI-Indec en Argentina. Aquí no hay dudas sobre los canales de transmisión. Si Brasil se recupera, se recupera Argentina y viceversa. La previsión es que las medidas anticíclicas adoptadas en los últimos meses por Brasil tendrán efectos positivos en el mantenimiento de su demanda interna y externa; algo comenzó a verse, pero el contexto internacional vuelve difíciles las certezas.
En este escenario de acechanzas internacionales y freno local intensificado en el segundo trimestre, los hacedores de política locales deberán extremar la creatividad en medidas de estímulo a la demanda. Los límites son conocidos, además de las tensiones inflacionarias y, por extensión, cambiarias, continuarán las presiones internas de los sectores que creen que es más importante la posibilidad de atesorar divisas en momentos de incertidumbre que el modelo de desarrollo con inclusión.
Las viudas, aunque ya avanzadas en edad, nunca pierden las esperanzas de nuevas nupcias
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