Dom 16.12.2012
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ENFOQUE

Balance y perspectivas

› Por Claudio Scaletta

Es casi un ritual. Fin de año es tiempo de balances. Para la economía, 2012 no será recordado como un buen año. De acuerdo con proyecciones de diversas fuentes, terminará con un crecimiento del PIB en torno del 2 por ciento. La expansión es mediocre, pero lo es aún más en perspectiva. Después de años de crecimiento a tasas muy altas, con excepción de 2009, pero con 2010 y 2011 creciendo al 9 por ciento, el freno abrupto es un dato nuevo, casi extraño. Un debate ya dado, no del todo concluido, es si las causas para explicar el parate fueron internas o externas. Hay de las dos cosas, pero lo esencial para la política económica de 2013 es identificar las razones preponderantes.

El contexto internacional fue desfavorable. Europa terminará el año en recesión, 0,5 negativo en promedio, Estados Unidos con un crecimiento mediocre, en torno del 2 por ciento, y sólo China, entre los grandes bloques, sigue bien arriba: 7,8 por ciento, aunque también creciendo más despacio. Es imposible, dada la transnacionalización de la economía y de las principales empresas, que lo que sucede en el resto del mundo no impacte en la región. Brasil, que este año bordeará la recesión, fue el país más afectado. Allí se discute lo mismo que aquí: hasta dónde fueron las causas internacionales y hasta dónde las internas las que provocaron el parate. Cualquiera sea el caso, el freno de Brasil, que comenzó antes que el de Europa, impacta más en la Argentina que el del resto del mundo, en particular por la interrelación de sus industrias automotrices.

Todavía no están los datos completos de 2012, pero los últimos números difundidos por el Indec, los correspondientes al segundo trimestre, ya muestran el cambio de tendencia. Mirando los principales componentes de la demanda, caen las exportaciones (-9,5 por ciento interanual entre trimestres) y, especialmente, la inversión (interna bruta fija: -15 por ciento) y crece el consumo, más el público (6,8) que el privado (4,2), aunque ambos suben menos que en años anteriores.

Estos agregados revelan la existencia de políticas contracíclicas. Lo discutible es su intensidad y suficiencia. Luego, el dato de la inversión, compuesta por equipo durable y construcción, es especialmente preocupante. En parte acompaña al ciclo económico, en parte se relaciona con las restricciones a la importación de bienes de capital. Si bien la IIBF se volvió negativa recién en el último trimestre informado (II-2012), cae desde el primer trimestre de 2011 y representa un límite para el crecimiento de la actividad productiva.

Igualmente el análisis no puede detenerse en el lado de la demanda, más allá de su centralidad. La economía continúa siendo altamente dependiente de su sector primario y de las manufacturas de este origen. Los precios de estas commodities son una clave desde la demanda, pero desde la oferta existe siempre el imponderable climático. Así, en la caída de las exportaciones totales de 2012 no pesa sólo la baja de la demanda de productos industriales desde Brasil, sino especialmente la sequía que afectó al agro.

Por último, en materia de balance anual, está la inflación. Ya es ingrato insistir en lo innecesario de la ausencia de un indicador confiable y socialmente aceptado. El centro Cifra de la CTA la calcula en un 23 por ciento anual. Si es así, se tiene un fenómeno persistente aun en un contexto de freno de la economía. Para explicarlo, aunque la ortodoxia insista en que todo es culpa de la emisión, deben considerarse algunos de los aspectos estructurales ya reseñados. El primero es que, a pesar del freno, el consumo sigue sosteniendo la demanda agregada. El segundo es que si bien se frenó la creación de empleo ello todavía no impacta en la puja salarial: los ingresos reales del sector privado no dejaron de crecer. A fines del segundo trimestre de este año acumulaban un 5,3 por ciento en doce meses. El tercero, como hipótesis, es que la falta de expansión de la actividad resultante de no aumentar la inversión es compensada en mercados oligopólicos por mayores precios. La cuarta, también en importancia, es el derrame de los precios internacionales. Cualquiera sea la interpretación, la continuidad de las tendencias conducirá al aumento de la conflictividad social y presionará aun más sobre el tipo de cambio.

Mirando hacia 2013 con los mismos parámetros utilizados para explicar el bajo crecimiento de 2012 aparecen signos alentadores. El principal es que se espera una mejor cosecha con mejores precios. Como Productos Primarios y MOA son el 60 por ciento de las exportaciones, la consultora Ecolatina calcula un aporte adicional de 5000 millones de dólares. A ello se sumaría la reactivación de Brasil, que crecería el 3,5 por ciento en 2013, contra sólo el 1,0 de 2012, generando una mayor demanda para las exportaciones industriales argentinas. Mayor cosecha y exportaciones a Brasil contribuirán a reducir la presión sobre el balance de pagos que llevaron a las restricciones del mercado cambiario durante 2012. También se sumará el alivio en los pagos de deuda en divisas. En 2013 no hay pagos por crecimiento del PIB. Estos recursos adicionales permitirán mayores importaciones de insumos para la expansión productiva, la que se vería apuntalada por una expansión del gasto.

La experiencia histórica demuestra que los años electorales suelen ser de política fiscal expansiva, pero no se trata sólo de historia: hay elementos más sólidos que “la confianza del mercado” para predecir un aumento de la IIBF: el Gobierno implementó el plan Pro.Cre.Ar. que estimulará la construcción, y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central permite el redireccionamiento del crédito con fines productivos. Según un conservador informe de Cepal conocido esta semana, la economía local crecería el 3,8 por ciento en 2013. Por el lado del debe quedan algunos problemas pendientes, como el control de la inflación y del tipo de cambio, un problema con fuerte incidencia en la evolución de las economías regionales no pampeanas.

Lo expuesto es el fluir de las variables, los factores que llevarían a salir del freno para crecer un poco más, quizá 4 o hasta 5 por ciento si se alinean los planetas. ¿Esto quiere decir, como sostienen, por ejemplo, economistas del Banco Interamericano de Desarrollo (Estrategia de País 2012-2015), que Argentina atraviesa “una etapa de transición desde un crecimiento elevado hacia una tasa de crecimiento más moderada”? La respuesta preliminar es sí, en tanto no se aplique una agresiva estrategia de desarrollo que avance en la sustitución de importaciones y la complejización del entramado productivo, con autoabastecimiento energético y mayor autonomía tecnológica

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