Dom 30.06.2013
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ENFOQUE

Tercera generación

› Por Claudio Scaletta

La economía es casi una ciencia ideal para generar malas noticias. Resulta fácil concatenar escenarios de desastre a partir de datos sueltos. Cuando se trata del bolsillo es aún más fácil espantar al burgués. Pero los que tienen claras cuáles son las variables fundamentales resultan más difíciles de engañar.

Entre los economistas heterodoxos no fueron pocas las variables del proyecto kirchnerista que resultaron atractivas. La principal en los primeros años fue el crecimiento del PIB. Es probable que muchos sintieran que sólo con el crecimiento no alcanzaba, pero luego de la larga recesión 1999-2002, las tasas chinas resultaban el mejor de los bálsamos, más cuando en paralelo el gobierno comenzó a intervenir en la puja distributiva en favor de los trabajadores, una de las diferencias de grado con los períodos de crecimiento de la década anterior. Empezar de abajo no fue tarea fácil, pero una segunda virtud del actual proyecto fue no abrir todos los frentes al mismo tiempo, lo que determinó que la ruptura definitiva con los sectores más recalcitrantes del establishment llegara recién en 2008, a partir de las volteadas retenciones móviles.

Pocas veces en la historia fue tan evidente la separación entre poder político y poder económico, pero para entonces, el proyecto ya se había consolidado en las urnas. A partir de aquí se hizo evidente un segundo activo del kirchnerismo que le ganó adhesiones por izquierda: su capacidad de confrontar con los poderes corporativos. Contra el discurso de armonía social promovido por los grupos mediáticos hegemónicos, existe una verdad de Perogrullo: es imposible transformar la realidad económica con el consenso de los beneficiados por el antiguo régimen.

Así, después de un lustro en el poder, el Gobierno inició a fines de 2008 una segunda generación de reformas. La medida que abrió este período fue el fin de las AFJP y la recuperación del sistema previsional, la base para nuevos modos de intervención estatal, como por ejemplo la implementación de la AUH. Desde el punto de vista político, el cenit de este proceso se alcanzó con el 54 por ciento de los votos conseguidos en 2011.

Pero algo pasó. Luego del acelerado crecimiento de 2003-2011, con el matiz de 2009, en 2012 la economía prácticamente se paró en seco. En lo que va de 2013, algunos indicadores comienzan a mostrar recuperaciones interanuales, pero no debe olvidarse que se compara contra un año previo deprimido.

La clave para comenzar a comprender lo sucedido no es novedosa y se encuentra en los números externos. Esta semana se conocieron los datos de la balanza de pagos correspondientes al primer trimestre del año, en los que aparecen dos números fundamentales: el déficit de la cuenta corriente por 2380 millones de dólares y la caída de las reservas internacionales por casi 2600 millones. No es la primera vez que desde la salida de la convertibilidad aparecen estos indicadores negativos, el problema es que ahora son más negativos que antes. Las primeras señales fueron en el primer trimestre de 2010 y se repitieron a lo largo de casi todo 2011 y en parte de 2012. Se destaca, para matizar, que en materia externa el primer trimestre es estacionalmente el peor, pues todavía no comienzan a entrar los agrodólares, siempre fundamentales para la economía local.

Sin meterse en todas las interacciones contables del balance de pagos, lo que sucede en la economía es que ya no alcanzan los dólares para sostener el proceso de crecimiento.

La causa principal de la escasez de dólares es que las importaciones, en períodos de expansión del PIB, crecen más que las exportaciones. No es un problema de que se exporta menos, sino de que se importa más. En los primeros cinco meses del año, por ejemplo, las exportaciones crecieron el 4 por ciento y las importaciones el 13. Aunque es el más relevante en volumen, el balance comercial (exportaciones menos importaciones) es sólo una parte de la cuenta corriente, que se completa con el balance de servicios, el de rentas y el de transferencias. Pero dado que el balance comercial es todavía superavitario, el déficit se explica por los rubros menores, como el rojo en servicios (donde se encuentra el turismo y el transporte) y de rentas de la inversión, donde se registran las salidas de utilidades y dividendos. Luego la cuenta corriente balancea con la cuenta capital o financiera y las reservas internacionales. A grandes rasgos, las reservas caen por el déficit de la cuenta corriente y el pago del total de los vencimientos de capital e intereses de la deuda.

Para cuidar los dólares cada vez más escasos, en 2012 el Gobierno parece haber seguido una estrategia no explicitada de frenar el crecimiento para frenar importaciones, y de establecer restricciones cambiarias para frenar la formación de activos externos o salida de capitales. El problema pudo patearse hacia adelante porque había margen de reservas, pero con algunos efectos colaterales importantes: el primero, el propio menor crecimiento; el segundo, la escapada del dólar blue. En el presente la cotización del paralelo se contuvo con endeudamiento externo, vía la venta de bonos en dólares de la Anses, y el freno de las expectativas de devaluación de corto plazo a través del anuncio de los instrumentos financieros a crear a partir de los dólares ingresados por el blanqueo de capitales. El nivel del tipo de cambio que resultará de la dinámica de este proceso es todavía una incógnita.

Sin abusar de la secuencia, los datos de la tendencia hacia la restricción externa indican la necesidad de una tercera generación de reformas. No importa pensar que se trata de decisiones demoradas, lo que importa es el carácter imperativo de impulsarlas. Incluso la primera de estas acciones ya se tomó. Fue recuperar el control de YPF. El resto de las medidas surgen de mirar el balance de pagos. Una planificación para una sustitución de importaciones más agresiva y, aunque suene a herejía, asegurar las condiciones de mercado que promuevan el ingreso de capitales y desincentiven su salida. Lo primero puede empezar mañana, lo segundo será, probablemente, después de octubre

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