Domingo, 29 de junio de 2014 | Hoy
ENFOQUE
Por Claudio Scaletta
Como fin de una quincena agitada, el objetivo de provocar un default judicial inducido por un juzgado extranjero finalmente no se concretó. Los sucesos dejaron descolocados a muchos de los gurúes del apocalipsis de la cesación de pagos. La inexistencia de embargo el viernes sobre los pagos girados al Bank of New York (BoNY) el jueves fue realmente una mala noticia; desmoronó el “relato” construido durante las últimas dos semanas cuyos puntos sobresalientes fueron al menos seis:
1. El cambio de rumbo del Gobierno en el manejo de la negociación con el juzgado pro buitre de Thomas Griesa, según el cual el Ejecutivo habría pasado de la actitud beligerante del “no pasarán” de Axel Kicillof, a una presunta mansedumbre al interior del juzgado neoyorquino, todo ello sazonado con el subibaja de “los mercados”, entrecomillados otra vez.
2. La imprevisión, y en consecuencia la falta de estrategia, frente al sorpresivo rechazo de la apelación presentada ante la última instancia judicial estadounidense.
3. La falta de solvencia técnica del equipo económico para afrontar una temática tradicionalmente cedida, por lo bajo, a financistas adoradores de la tasa de interés y la corbata.
4. La seguridad de que el único camino de negociación era aceptar sin chistar, debatir, e incluso desagradar, los arbitrios de un juez que sería especialmente sensible a los cambios de presencia de ánimo.
5. La idea de que toda subordinación y sacrificio del patrimonio público se justifica y resulta preferible a la sola imaginación de la posibilidad de un default sin distinciones.
6. El aislamiento internacional.
Esta vez, el relato fue sostenido en su totalidad principalmente por los medios enfrentados al Gobierno por su imposibilidad de ampliar redes de negocios. Salvo las excedidas de siempre o algunos que quisieron pasar por sensatos hacia adentro y obedientes hacia afuera, el arco opositor entrevió que la disputa con los buitres iba un poco más allá del enfrentamiento con el oficialismo.
Comenzando por el principio, nunca existió ningún quiebre entre la afirmación presidencial de que el país no se dejaría “extorsionar”, el “no pasarán” del ministro de Economía, y el comunicado del gobierno del pasado jueves, en el que se hace responsable al banco fiduciario, al gobierno y al Poder Judicial estadounidenses, sobre la integridad de los fondos girados al BoNY para cumplir con la deuda en forma. El comunicado también advirtió sobre la intrínseca ilegalidad del fallo pro buitre de Griesa y la contingencia de llevarlo a instancias internacionales, como el Tribunal de La Haya. Nada hubo en el comunicado del reclamado “hacete amigo del juez...” del consejero del gaucho manso Martín Fierro.
Frente a la encerrona de un poder extranjero que amenaza con voltear la totalidad del canje de deuda iniciado en 2005 y que además, después de haber pagado 190 mil millones de dólares desde la reestructuración, abre la posibilidad de retrotraer los avances conseguidos en una década en la relación deuda/PIB, el Ministerio de Economía encontró la forma de salir del laberinto por arriba. Esto es, siguiendo una opción que no estaba en ninguno de los mapas en discusión. Cuando el ministro Kicillof dijo en su primera conferencia de prensa tras el fallo de la Corte Suprema estadounidense “quédense tranquilos que está todo estudiado”, frase que fue tomada con sorna por algunos analistas, fue porque desde antes del 16 de junio contaba con un plan B. La estrategia que sigue Argentina no tiene nada de improvisación y, menos aún, de falta de solvencia técnica. Quienes recuerdan cómo se negociaba en la década del ‘90 deben sentir extrañeza al contemplar que en una negociación internacional el país negocia. Y no es una redundancia.
A pesar del resuelto juego de Griesa en favor de los buitres, el país logró lo que buscaba, extender los plazos para encontrar una salida negociada a una situación injusta e insólita. En el intento contó con el apoyo de la mayoría de los países del mundo, otro cañonazo al relato del paria global. Pero los apoyos, por ahora, sólo son morales. Al momento de afrontar sus obligaciones el país estará solo. Por eso, los predicadores de bajar la cabeza y pagar todo tendrán todavía un mes para seguir asustando con el cuco de los pavorosos efectos del default judicial inducido, al que imaginan similar al real de 2001.
Pero este cuco no es el único, el más real está plenamente en el frente interno. Siguiendo el hallazgo del economista Enrique Aschieri, no se trata de él, sino de ella; la Cu.Co, la Cuenta Corriente del Balance de Pagos. Una expansión del endeudamiento público externo, el nominado en dólares, sin contrapartida de ingreso de capitales, suma a la escasez crónica de divisas, lo que puede traducirse en un agravamiento de las variables macro, con presión sobre el tipo de cambio. Por eso el Gobierno necesita un flujo de capitales positivo que, en el corto plazo, deberá resolver con una estrategia distinta a la que tenía planeada, quizá valorizando en el plano de lo concreto los respaldos internacionales. Mientras tanto, en las mismas semanas en que el asunto buitres ocupó todo el escenario, el Ejecutivo se mostró activo en el sostenimiento de los objetivos que se había trazado en materia de dinamizar la demanda y contener la inflación. Anunció el Pro.Cre.Autos para morigerar la caída de la industria y puso freno a los desaforados aumentos en los precios de los medicamentos. Aunque la contribución será marginal, también prorrogó la vigencia del blanqueo de capitales. Al parecer, todos los dólares son buenos
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