Dom 05.07.2015
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ENFOQUE

Contra el ciclo

› Por Claudio Scaletta

Un dato mostrado por los números es el freno de la economía local. Si a partir de la salida de la convertibilidad se creció a tasas chinas durante una década, el panorama cambió en los últimos años. Las modestas tasas de crecimiento actual contrastan con los altos índices registrados en la primera década de 2000. La explicación parroquial atribuye la situación a la presunta acumulación de desequilibrios locales durante la expansión, una interpretación concomitante a la del “viento de cola”. Se omite así el pequeño detalle de la evolución del mercado mundial.

Recorriendo el planeta y mirando el largo plazo, haciendo una regresión sobre la curva de los crecimientos anuales de los PIB durante los últimos veinte años, se observa que en Estados Unidos las tasas pasan del 4 al 2 por ciento anual, en Japón del 2,5 al 1 negativo. La caída es más violenta en la zona del euro, donde se pasa del 3 al 0,5 negativo. Las expansiones, como ya es conocido, ocurrieron en otra parte. En China una “baja” del 9,5 al 8,5 y en India una potente suba del 6 a casi el 8 (fuente: www.tradingeconomics.com).

Pero estas variaciones son directrices mundiales de dos décadas. A partir de la crisis global que comenzó en Estados Unidos en 2007 las tendencias recesivas y al estancamiento se pronunciaron. Un trabajo del best seller Thomas Piketty registró también el aumento paralelo de la desigualdad. Tomando como ejemplo solamente a la economía estadounidense se encuentra que a mediados de los ’70, por cada punto de crecimiento del PIB el 10 por ciento más rico de la población se quedaba con el 45 por ciento de la renta. Ya en los ’90 esta proporción había pasado al 70 por ciento. El último registro corresponde al cuatrienio 2009-2012, cuando el 10 por ciento más rico se quedó con el 116 por ciento. Así los 2000 se caracterizan por una suerte de “derrame al revés”, con el 90 por ciento de la población empobreciéndose en favor del 10 por ciento más rico.

A América latina, como parte de los emergentes, le tocó en suerte formar parte del lado positivo del desacople de las tasas de crecimiento mundiales, una separación que comenzó a registrarse a partir de 1999. Los valores máximos se alcanzaron en 2007, cuando los emergentes consiguieron un crecimiento anual de casi el 9 por ciento y los desarrollados el 2,5. Luego de la recesión de 2009, en 2013 los primeros crecieron al 4,5 por ciento y los segundos apenas por encima del 1 por ciento.

Dentro de América latina, Argentina creció primero más fuerte que el resto de la región y luego también se detuvo más fuerte que el promedio. En la etapa de crecimiento ello fue gracias a sus políticas de estímulo a la demanda, en la segunda, la del freno, por una doble razón, porque empezó a operar su restricción externa y por el parate de Brasil, el principal destino de las exportaciones industriales. Mirados con detenimiento los rojos brasileños impresionan. En el último año, tanto la inversión como la industria cayeron el 8 por ciento. En abril, los salarios reales experimentaron una baja del 0,4 por ciento interanual y en el primer trimestre el consumo de las familias se contrajo el 0,9. Para 2015 se espera una baja del PIB de 1,45 por ciento, número prácticamente coincidente con el ajuste fiscal de 1,5 puntos del Producto. El ajuste entraña un menor acceso a beneficios sociales y laborales, suba de impuestos y recorte de subsidios energéticos y de obras públicas.

Pero si bien las economías de Brasil y Argentina se encuentran altamente conectadas, las distintas políticas llevadas adelante por cada uno dieron lugar a un desacople en el último año. Mientras Brasil profundizó su caída, Argentina empezó a crecer. En el primer trimestre del año el PIB brasileño se contrajo el 1,6 por ciento, mientras el de Argentina creció el 1,1 y se espera que la tendencia se profundice en los próximos meses. Para el año se proyecta un crecimiento del 1,7 por ciento.

Este desacople entre ambas economías en un escenario global contractivo es el resultado de la aplicación, de este lado de la frontera, de políticas contracíclicas, una de las funciones fundamentales de la política económica.

Imposibilitado cronológicamente para realizar cambios estructurales, el Ministerio de Economía trabajo con la coyuntura. La primera línea de ataque fue el impulso del consumo. La clave fue la mejora de los salarios luego de la contracción post devaluación de enero de 2014, con una suba real en el sector privado del 6,6 por ciento entre diciembre de 2013 y abril de 2015. Esta mejora fue complementada con programas como Precios Cuidados, que aportaron a la contención de precios y a ofertas puntuales, y con planes como Ahora 12, para la compra con tarjeta en 12 cuotas sin intereses, programa que tuvo un fuerte impacto en el comercio. En paralelo se instrumentó el plan de recambio de línea blanca, también con 12 cuotas, pero con descuentos de hasta el 25 por ciento y cuyo objetivo también apuntó al ahorro del consumo energético residencial. Más recientemente, pensando en quienes no tienen tarjeta de crédito, se instrumentó el programa de descuentos Subeneficio mediante la tarjeta SUBE.

Siempre del lado del consumo, pero también pensando en su contracara de producción nacional se implementó el Pro.Cre.Auto para incentivar la venta de vehículos nuevos, a 60 meses de plazo, con una financiación de hasta el 90 por ciento del valor del vehículo y con una tasa de entre el 17 y el 19 por ciento (negativa). Este plan se sumó al Pro.Cre.Ar., de créditos hipotecarios para la construcción, ampliación y refacción de viviendas. Se destaca que la construcción acumula ya nueve meses de crecimiento, luego de una fuerte contracción en 2014.

En el sector agropecuario se inyectarán 2500 millones de pesos mediante compensaciones económicas a los pequeños productores de soja, maíz, trigo y girasol cuya producción en la campaña 2013/2014 no haya superado las 700 toneladas. El beneficio se pagará por tonelada de cualquiera de los granos. Aquí se destaca que, con 120 millones de toneladas la campaña 2014/2015 fue record, aunque en materia de exportaciones el aumento de las cantidades será seguramente neutralizado por la baja de precios internacionales.

Pero tan importante como estas acciones, que muestran un Estado activo interviniendo con decisión en sectores clave, fue la estabilización de las variables macroeconómicas, como el tipo de cambio y la inflación, a la vez que se mantuvo firme la posición frente a los fondos buitre y su juez neoyorkino y se reactivó la colocación de deuda en mercados abiertos.

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