Domingo, 15 de octubre de 2006 | Hoy
E-CASH DE LECTORES
El futuro de innumerables poblaciones, cada vez más cercadas por los embates del agronegocio, se presenta poco menos que ominoso cuando analizamos la “fiebre del oro” que se viene. Tierras arables serán exprimidas hasta el cansancio, en un modelo de agricultura “minera” que no le dejará nada. Nada se dice de cómo las transnacionales del petróleo ya han sentado sus reales en los futuros jointventures. BP favorece el monocultivo de jatropa –o tempate– en la India, Repsol se muestra interesadísimo en el desarrollo de biodiesel y tanto Indonesia como Malasia sufren el monocultivo de la palma aceitera. El recalentamiento global difícilmente descienda, y se va a deforestar a un ritmo desaforado, muchas veces para hacer más soja, que aquí en la Argentina tiene “todo el circo montado”. El escenario por venir es el avance de monocultivos con todas sus consecuencias ecológicas, edafológicas, hidrológicas, sociales, legales y económicas, a los que tenemos que sumar las consecuencias médicas. El aumento de las intoxicaciones, la proliferación de plagas al desaparecer sus reguladores de población en la naturaleza, y el altísimo impacto que tendrá en la salud pública –leishmaniasis, leptospirosis, hantavirus, entre otras– serán costos “silenciosos” que la economía a gran escala que se quiere privilegiar no tendrá en cuenta, porque no se ha hecho cargo nunca de las muertes por las fumigaciones por agrotóxicos.
Las fronteras agrícolas se están expandiendo a expensas de bosques, selvas y zonas donde la producción de autoconsumo y subsistencia permite el desarrollo local y la sobrevivencia de comunidades ligadas a la tierra. Cuando estas comunidades se quedan sin la tierra se produce un cambio radical en la tenencia y el uso de la tierra, y en pocos años los capitales se van; ya hicieron su negocio. En esta ecuación ganan solamente las multinacionales energéticopetroleras, las multinacionales del agronegocio, las infraestructuras portuarias ligadas a ellas, los pooles de siembra y los capitales de especulación. Pero pierden ampliamente las comunidades rurales, cuyos sobrevivientes van a medrar malamente a las ciudades, pierde el pequeño propietario de tierra, pierden las comunidades originarias, y pierde la soberanía alimentaria, porque se van a esquilmar tierras que se usaron para alimentar a sus habitantes.
Alejandro León Villa Auliel
Grupo de Reflexión Rural
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