1 ¿El Gobierno comparte el diagnóstico que indica que el avance de la soja está llevando al campo a un riesgo de convertirse al monocultivo?
–Me parece legítima la preocupación que existe sobre el riesgo de “sojización” del campo argentino. Pero yo creo que hay que invertir los términos y plantearlo desde los beneficios que trajo este proceso. Fíjese en una situación de emergencia del país los ingresos que implicó para el fisco poder cobrar retenciones sobre un cultivo que estaba rindiendo tanto. Entonces, no es lo mismo un análisis desde la abundancia que hacerlo desde la sospecha de que se trata de un producto que va a asesinar al país.
2 No se trata de asesinato, pero la extensión del área de soja está terminando con otros cultivos regionales en los que el país debió pasar a ser importador.
–Hay un avance que preocupa, sin duda. Es muy difícil pelearle la rentabilidad. Pero yo no me inclino por las soluciones que pasan por ponerle trabas a la soja, sino por ver cómo mejoramos las rentabilidades de cultivos alternativos.
3 ¿Es posible hacer algo así sin una política de subsidios?
–Sí que es posible. En muy poco tiempo más vamos a tener un episodio que puede llegar a transformar esta realidad. La Secretaría de Agricultura tiene que aprobar o rechazar una nueva variedad de maíz transgénico. Si se aprueba, podemos estar ante un cultivo de verano que puede ser un muy buen negocio. El productor sabe que la soja es pan para hoy y hambre para mañana, no hace falta que se lo digamos nosotros. Lo que uno puede hacer desde esta función es, precisamente, esto: ir aprobando eventos de otros cultivos más atrasados tecnológicamente.
4 Pero la empresa que presentó esa nueva variedad de semilla es la misma que lideró el proceso de la soja transgénica (Monsanto).
–Prácticamente toda la producción de semillas híbridas en el mundo está en manos de cuatro o cinco multinacionales. Si no es una, es otra.
5 ¿Qué lugar ocupan los cultivos regionales en la estrategia del gobierno nacional?
–La intención es no sólo incrementar las exportaciones, sino fundamentalmente el valor del producto exportado. Una estadística que me acaban de alcanzar señala que por cada 500 hectáreas que se incorporan a la superficie sembrada con soja, se agrega sólo un empleado. Esto también define un modelo productivo. A lo que tendemos es a que cada región genere mayor cantidad de valor agregado y esté mejor paga. El problema es que, cuando se empieza a agregar valor, aparece un escalamiento arancelario importante en los mercados importadores, como en el caso de la Unión Europea.