Dom 11.07.2004
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CONTADO

Morderse la cola

Por Marcelo Zlotogwiazda

Un alto funcionario de Economía y otro del Banco Central coincidieron en señalar los extraordinarios resultados de la recaudación tributaria de mayo y junio como causas fundamentales de la desaceleración económica que se percibió en el segundo trimestre del año. Es decir que noticias que fueron anunciadas como puramente buenas tuvieron su lado oscuro. La razón de esto último es bien sencilla: si el Estado absorbe recursos del sector privado que no son devueltos a la circulación productiva, es lógico que la actividad se debilite.
La diferencia entre lo que el Estado absorbe y lo que devuelve no es otra cosa que el tan mentado superávit primario, que en la primera mitad del año ya superó lo que el Gobierno había comprometido obtener en todo el 2004 para cumplir con los pagos derivados de la deuda que no está en default. Una parte no menor del sobrante Roberto Lavagna decidió usarla al servicio del instrumento clave –y dicho sea de paso– bastante solitario de su política económica: el tipo de cambio elevado. Se estima que en el primer semestre del año el Tesoro intervino en el mercado de cambios a través del Banco Nación adquiriendo algo más de 1000 millones de dólares. Desde cierto punto de vista se parece a un perro que se muerde la cola: en la medida en que esas compras ayudan a sostener el dólar son funcionales al modelo productivo, pero al mismo tiempo lo debilitan dado que los dólares se compran con pesos que se absorben del sistema.
Una diferencia significativa entre intervenir comprando dólares con los pesos que absorbió el Tesoro o hacerlo desde el Banco Central, es que en esta segunda alternativa las reservas que se acumulan tienen como contrapartida emisión monetaria. Y la emisión monetaria tiene un límite a partir del cual provoca inflación. Según algunos, no se estaría lejos de alcanzar esos límites, motivo por el cual la compra de dólares con sobrantes del Tesoro representa una invalorable contribución al mantenimiento del dólar debido a su nulo impacto sobre el nivel de precios.
Los funcionarios consultados por esta columna adelantan que en este tercer trimestre el efecto absorción no va a ser tan significativo, y eso le quitaría freno al ritmo de crecimiento, que en el Banco Central ubican en el 8 por ciento para el Producto Interno Bruto anual, que para el promedio de las consultoras privadas encuestadas por ese organismo sería del 7,4 por ciento, y que los más modestos pronosticadores de Economía ya elevaron del 4,5 al 6 por ciento.
En ese sentido, en el BCRA subrayan que en junio se registró un marcado incremento –de casi 1100 millones de pesos– en el stock de préstamos bancarios al sector privado, lo que representa un alza mensual del 3,6 que anualizadamente arroja una suba de aproximadamente el 40 por ciento. No obstante ese alentador resultado global, todavía los créditos hipotecarios no lograron revertir su reiterada caída.
Con perspectivas de fuerte crecimiento macroeconómico, con dólares de reservas en el Central por más de 17.000 millones, y con exagerados sobrantes fiscales es natural que los tenedores de títulos en default aspiren a que el gobierno argentino les mejore aún más la propuesta de pago. Con ese fin, a través de una carta fechada el 25 de junio el Comité Global de Acreedores (GCAB en su sigla inglesa) invitó a los negociadores argentinos y a sus tres bancos asesores a reunirse el 6 y 7 de julio en Nueva York con el banco de inversión Bear Stearns que acababan de contratar como consultor. La respuesta corrió por cuenta del secretario de Finanzas Guillermo Nielsen, quien el lunes pasado les dijo que ya pasó el tiempo para negociar y que la propuesta elevada para su aprobación a la Comisión de Valores estadounidense es inmodificable.
Por cuerda separada, Nielsen se comunicó con un ejecutivo jerárquico de Bear Stearns, a quien le aclaró, por si hiciera falta, que el gobiernoargentino no afrontará ni un centavo de los gastos por viáticos y otros menesteres en los que incurrirá el banco asesor del GCAB, que podrían oscilar entre el millón y el millón y medio de dólares. Curiosamente, el ejecutivo que recibió el mensaje es Javier Timerman, el hermano menor del flamante cónsul argentino en Nueva York, Héctor Timerman.
Pero los únicos que se muestran convencidos de que la propuesta presentada en Buenos Aires para levantar el default es la definitiva son los funcionarios de Economía. Ni los bonistas, ni los representantes de sus respectivos gobiernos, ni el staff del Fondo Monetario Internacional se dan por vencidos, y en la práctica continúan ejerciendo presiones de todo tipo y a varios niveles. Y hasta hay algunos que conjeturan acerca de que los mil y pico de millones de dólares que compró el Tesoro y están depositados en el Banco Nación podrían ser en parte usados para realizar un pago inicial e inducir a una mayor aceptación de la segunda propuesta. Teniendo en cuenta que ya la modificaron una vez no sería de extrañar que en este caso se verifique aquello de que no hay dos sin tres.

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