Dom 29.08.2004
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CONTADO

Malos pensamientos

› Por Marcelo Zlotogwiazda

Todos se lo preguntan pero ninguno tiene una acabada idea. Y los que dicen saber, en realidad están mintiendo. Como Nicolas Stock, uno de los cabecillas del Comité Global de Acreedores que el martes pasado pronosticó muy suelto de cuerpo y con burda imprecisión que “los inversores no van a aceptar la oferta de canje si el Gobierno no cuenta con el apoyo del FMI”. ¿Piensa Stock que ninguno aceptará?; ¿que el rechazo será mayoritario?; ¿que aceptará ... digamos ... un 52 o un 53 por ciento de los acreedores y eso es un número insuficiente? La verdad es que el banquero italiano del Comité que dice representar tenedores de bonos por 37.000 millones de dólares (algo no demostrado y negado por los negociadores argentinos) más que la precisa tiene una muy vaga idea.
Pero no menos vago es lo que saben en el Ministerio de Economía. Consultados para esta columna, gente clave del entorno de Roberto Lavagna se sinceró: “Calculamos que alrededor de un 60 por ciento de los inversores institucionales van a aceptar el canje; la mayoría está cansada de esta situación y prefieren asumir la pérdida que les proponemos con tal de tener otra vez bonos transables en el mercado fácilmente. Sobre lo que no tenemos idea es sobre los tenedores individuales; ni sobre los italianos, ni sobre los alemanes, ni sobre los japoneses; ni siquiera sobre los argentinos”. Hay que tener en cuenta que este tipo de acreedores reúne la friolera de 30.000 millones de dólares de títulos defaulteados.
Para mayor desconcierto, y pese a lo que voces interesadas hacen circular, el Gobierno lejos está de haber abrochado políticamente con las AFJP el canje de su cartera defaulteada, que equivale a aproximadamente el 20 por ciento del total que se está negociando. Si bien ya han aceptado recibir a cambio un nuevo bono en pesos ajustable con CER, que fue diseñado especialmente para ellas, las Administradoras pretenden una tasa de interés que casi duplica a la que se les ofrece. Y no falta en Economía el que despotrica en contra del mendocino Juan González Gaviola, cuestionando que el superintendente de AFJP las está acorralando para que exijan un rendimiento aún mayor.
La aceptabilidad de la propuesta argentina es imposible de pronosticar con alguna aproximación, y recién se conocerá el día en que venza el plazo correspondiente. Tampoco es posible evaluar el grado de influencia que la opinión de los supuestos expertos tendrá sobre la decisión de los acreedores. Aunque es obvio que cuanto más a favor del canje sean, mejor para las aspiraciones del Gobierno.
No es el caso del último informe difundido hace cuatro días por el banco de inversión Morgan Stanley. Titulado Argentina: ¿un nuevo comienzo?, el trabajo elaborado por Gray Newman y Luis Arcentales pinta un escenario muy poco promisorio para la economía argentina, y en particular siembra serias dudas sobre la capacidad del país para cumplir con la propuesta de pago de deuda. El informe subraya lo que considera las dos patas flojas del modelo en vigencia, que justamente son las cruciales para definir la sustentabilidad de un plan de pago de deuda externa: la capacidad para generar divisas y excedentes fiscales. Sobre lo primero Newman y Arcentales señalan que pese a la tremenda devaluación “el previsible boom exportador no se ha concretado”, y agregan que casi todo el extraordinario superávit comercial se debe a la caída de importaciones o al efecto precio de algunas exportaciones: “Lo destacable es la debilidad en los volúmenes exportados, lo que sugiere que la incertidumbre que genera la política económica ha frenado la inversión en sectores exportadores”.
La segunda advertencia, respecto a la debilidad fiscal, suena en principio a disparate si se tiene en cuenta que en los primeros siete meses del año el superávit primario resultó más de 3000 millones superior al ya elevadísimo excedente comprometido con el FMI para el año entero. No obstante, los economistas de Morgan Stanley cuestionan la capacidad para mantener esos excedentes, en la medida en que son derivados de un tipo de recaudación asociada a un ciclo de crecimiento que, según ellos, está en vías de agotarse por falta de inversión.
El informe remata de manera demoledora: “Mientras no haya una política que estimule la certidumbre y el gasto en inversión, pensamos que el actual crecimiento artificial va a tener otra vez un final perturbador. Ni el buen crecimiento de los dos últimos años ni el superávit fiscal primario sugieren que la Argentina ha roto con su pasado”.
Por cierto que a Lavagna no le faltan argumentos como para discutir esos cuestionamientos, con indicadores sobre dinamismo exportador y solvencia fiscal. Pero aunque el ministro tuviera razón, no deja de ser relevante saber que en los ámbitos decisorios sobre negocios y entre los que aconsejan a los acreedores, no son pocos los que albergan malos pensamientos.

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