CONTADO
Un Fondo pequeño
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Si se lo mide por su poder de influencia, el Fondo Monetario Internacional es sin duda una institución grande, que no es lo mismo que una gran institución. Pero si se lo mide por lo que en teoría debería ser su tarea principal, se trata de un organismo de, a lo sumo, tamaño medio, que no es lo mismo que un organismo mediocre (aunque también lo sea). Si se coincide en que su tarea básica es la asistencia financiera a países con problemas, el FMI es mucho más pequeño que lo que casi todos suponen.
Aquí van algunas magnitudes para ayudar a los que quieran jugar a adivinar cuánto tiene hoy prestado el Fondo:
n el Producto Interno Bruto de la Argentina ronda los 150.000 millones de dólares;
n el total de la deuda externa argentina es de aproximadamente 180.000 millones de dólares;
n los argentinos tienen fugados en el exterior unos 140.000 millones de dólares;
n en el pico de la convertibilidad el total de préstamos del sistema financiero argentino se acercaba a los 100.000 millones de dólares.
A ver, lancen sus apuestas sobre cuánto tiene hoy prestado el FMI... ¿El triple del PBI argentino? No no no, mucho menos. ¿Una vez y media la deuda externa pública? Tampoco, frío, frío. Es bastante menos. ¿Lo mismo que el capital argentino escondido en paraísos fiscales o en algún prestigioso banco internacional del primer mundo? Ni siquiera llega a eso.
El total de préstamos del Fondo, según el último dato al 30 de noviembre publicado en su sitio de Internet, asciende a 63.816,1 millones de Derechos Especiales de Giro (la canasta de monedas por la que se rige el organismo), lo que traducido a dólares al tipo de cambio del último día del año pasado ni alcanza los 100.000 millones.
Como oportunamente destaca el último informe de la consultora Finsoport, “el FMI es hoy una institución menos importante en el mundo que hace un par de décadas... Su vigencia proviene casi exclusivamente de que es el único instrumento global de respuesta ante crisis en las balanzas de pagos. Casi podría decirse que se trata de un inmenso y costoso sistema de seguros que los países desarrollados ya no utilizan desde hace años”. En cuanto a la comparación y su pérdida de importancia, basta considerar que el saldo de créditos era mayor en 1998 que ahora.
No sólo tiene ahora una cartera relativamente pequeña, sino que además concentra el grueso de su exposición en un puñado de países: a pesar de que hay 184 países miembro, los cuatro principales prestatarios adeudan más de la mitad de todas las acreencias. La Argentina, con 13.600 millones, ocupa el tercer lugar, detrás de Brasil (25.800 millones) y Turquía (17.200 millones), y por delante de Indonesia (5500 millones). Y no es que el resto de los créditos esté repartido entre muchos países. Los que actualmente están bajo “asistencia” son, en total, dieciséis. Hay también, como parte de una línea de préstamos destinada a luchar contra la pobreza, 4600 millones de dólares divididos entre 46 países extremadamente pobres. Es un puchito inferior al 5 por ciento del total, que se parece a las donaciones filantrópicas que realizan las grandes corporaciones privadas en su faceta solidaria.
Como se ve, los fríos números mostrarían que nada demasiado importante perdería el mundo ni tampoco el sistema financiero internacional si un tsunami político barriera al Fondo Monetario de la faz de la Tierra. Claro que los fríos números no reflejan el rol completo que cumple, que además de prestar consiste en actuar como brazo auditor y de presión de las grandes potencias que lo controlan sobre cualquier país socio que atraviesa una crisis. Aunque es cierto que así como se ha visto relegado en su papel de prestamista, su poder de influencia no es el mismo que una o dos décadas atrás. Su retroceso puede incluso advertirse en la negativa persistente de los principales aportantes a fortalecerlo financieramente proveyéndolo de más recursos, si bien cabe preguntarse cuál sería la necesidad de dotarlo de más capital. Porque sin ir más lejos (y olvidando el dislate político y económico que hubiera significado precancelar toda la deuda con el organismo, como se pensó desde la Casa Rosada hace unas pocas semanas), resulta interesante observar que en la medida en que Brasil y la Argentina mantengan estabilizadas sus macroeconomías y vayan pagando los vencimientos, quedará disponible en unos pocos años casi un 40 por ciento del dinero hoy prestado.
Alguien podría responder argumentando que, si tuviera más dinero, el Fondo podría, por ejemplo, contribuir a la reconstrucción de las zonas devastadas por en el sudeste asiático. No ha sido ésa ni la función ni la actitud que ha asumido en la práctica el Fondo a lo largo de sus 60 años de historia. Tal vez sea más realista analizar y especular con su desaparición.