Domingo, 14 de mayo de 2006 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
El Producto Bruto de Brasil ronda los 500.000 millones de dólares. El de Bolivia no llega a los 10.000 millones. En otras palabras, la economía brasileña, una de las diez potencias mundiales, es 50 veces más grande que la boliviana. Su ingreso per cápita es tres veces más alto que el de Bolivia. La tasa de mortalidad infantil de Bolivia más que duplica la de Brasil, y por cada brasileño que vive con menos de 2 dólares por día hay cerca de dos bolivianos en semejante penuria. Y más allá de la abismal desproporción entre el gigante y la hormiga, es fundamental tener en cuenta que la prosperidad de Brasil se ha visto facilitada por la explotación que ha ejercido de su vecino. Fundamentalmente a través del aprovechamiento a precios de saqueo del gas que abastece al complejo industrial paulista. Muchísimo más que a los españoles de Repsol, que a los franceses de Total o que a cualquier interés estadounidense, el sacudón que provocó la decisión de Evo Morales en materia de hidrocarburos afecta a la dominación con connotaciones de imperialismo que ejercía Brasil. Desde mucho antes de Lula y con la complicidad de varios de los antecesores de Morales.
La categoría de “imperialismo brasileño” está siendo mencionada en la prensa de ese país. Uno de los medios más vendidos e influyentes, el semanario veja, señala: “Según Evo Morales, la culpa de la pobreza de su país la tiene el imperialismo. Por más que sorprenda mucho, él está refiriéndose a los brasileños. Entre los bolivianos comunes existe un fuerte rechazo al imperialismo brasileño. Es posible que la causa de eso sea simplemente el temor que el gigantismo brasileño suscita en los vecinos menores, que como todo aquel que duerme al lado de un elefante teme ser pisoteado, según grafica un diplomático brasileño. De una forma un tanto obtusa, Petrobras se convirtió para los bolivianos en el prototipo de una empresa explotadora de los recursos que deberían salvarlos a ellos de la miseria”. ¿Obtusos, o sumisos que ahora se levantan? Y que se “levantan sin violencia” y cumpliendo con una promesa de campaña que votó más de la mitad de la población, como bien observó el inclasificable Hugo Chávez.
Notable muestra de hilacha por parte de veja, que con similar abordaje al que han tenido varios prominentes funcionarios del gobierno de Lula, ponen de manifiesto un claro espíritu imperialista, además del incuestionable saqueo cometido por Petrobras.
La tapa del último número de la revista lo muestra a Lula de espaldas con un zapatazo marcado en el traste y el título “Eso dolió” en referencia a lo que califican de “Ataque a Petrobras”. Lo acusan a su presidente de haberse “dormido” ante la movida boliviana, lo ridiculizan como alguien que “de haber jugado a ser líder regional y hasta aspirar a convertirse en líder mundial, pasó a ser un pobre Lula”, y por supuesto lo critican por haberse “solidarizado con su agresor”.
El ejemplo mediático sirve para reflejar lo que piensan muchos en el gobierno de Lula, y fundamentalmente la bronca del poder industrial; del paulista en particular, que depende del gas baratísimo de Bolivia para añadir algo más de rentabilidad a la mucha que igualmente obtendría si Petrobras no se hubiera comportado exactamente igual que cualquiera de las grandes multinacionales privadas que persiguen la ganancia como objetivo exclusivo.
veja sostiene que “el próximo paso del gobierno brasileño es aumentar los precios del gas natural que compra Brasil, lo que representa una tremenda amenaza y puede transformarse en un callejón sin salida si el gobierno no negocia con firmeza”. Por si quedan dudas, lo exhortan a Lula a “dejar en claro que no va a aceptar la modificación unilateral en el precio del gas”. El menosprecio y la grosería típicamente imperial llegan al extremo de reírse del ministro de Hidrocarburos boliviano, Andrés Soliz Rada, por sus dientes grandes y de denigrarlo por sus constantes y ahora ejecutadas intenciones de usar los recursos naturales para “atenuar la miseria de su país”. Agrega la revista que “en lugar de enfurecerse con Petrobras, lo sensato sería que Bolivia agradeciese la contribución que ha hecho la empresa al desarrollo boliviano, extrayendo el 57 por ciento de gas que produce el país y aportando una cuarta parte de la recaudación tributaria”.
Hasta ahora Lula se ha manejado en público moderadamente, al punto de que una comitiva gubernamental de nivel ministerial y la cúpula de Petrobras se encuentran desde hace cuatro días en Bolivia negociando un nuevo esquema para todo su negocio.
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