Dom 13.08.2006
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CONTADO › CONTADO

Anacrónico

› Por Marcelo Zlotogwiazda

Dice el informe publicado el 17 de julio pasado: “Los acontecimientos de 2005 pusieron de relieve la resistencia de la economía del país ante los shocks, pero también revelaron sus grandes vulnerabilidades, siendo las principales el elevado y creciente sobreendeudamiento (sic), el alto grado de dolarización, los grandes déficit fiscal y de cuenta corriente, y la dependencia del capital de corto plazo para financiar dichos déficit. El riesgo asociado a estos desequilibrios se ha paliado por una coyuntura externa favorable, amplia liquidez regional, y la relativa estabilidad de la base de ahorristas”. Repetimos: “El riesgo asociado a estos desequilibrios se ha paliado por una coyuntura externa favorable, amplia liquidez regional, y la relativa estabilidad de la base de ahorristas”. Agrega el informe fechado el 17 de julio: “La resistencia del país también obedeció a la reserva de liquidez de los bancos, a una sólida reputación de seguridad de su banca generada a lo largo de décadas, y la hábil gestión de las presiones financieras por sus autoridades. Sin duda, el país ha desafiado largamente la opinión generalizada en materia económica sobre la sostenibilidad (y según algunos, la gravedad) de la deuda. Mientras no se afecte la confianza del ahorrista, este equilibrio puede durar algún tiempo”. Pero atento a los problemas mencionados, el informe publicado el 17 de julio recomienda que el país adopte “una combinación bien formulada de medidas de reforma individuales, que incluya políticas para fortalecer el crecimiento”, entre las que destacan un “ajuste fiscal y privatizaciones que puedan revertir la dinámica del endeudamiento y poner al país rumbo a una reducción de su deuda”. De esa manera, presagian, la peligrosa deuda podría bajar del 175 a menos del 100 por ciento del PBI durante los próximos diez años.

El artículo apareció en el Boletín del FMI del 17 de julio bajo el título “Líbano desafía la gravedad”, que es el país en cuestión, el mismo que desde cinco días antes de la publicación ya se encontraba en grave situación bélica, y no precisamente desafiando a la gravedad. O en todo caso, desafiaba a la gravedad, pero de la lluvia de bombas.

Por más que al final del artículo se acotaba al pasar que “existe tensión política por la relación con Siria, la legitimidad del presidente y el llamado de las Naciones Unidas a que Hezbolá (uno de los miembros de la coalición de gobierno) abandone las armas”, está claro que una vez más el Fondo desnudó su anacronismo. Por supuesto que el artículo sirve para entender que, además de miles de víctimas fatales y heridos, la guerra malogró toda posibilidad de encarrilar un proceso de desarrollo. El sobreendeudamiento y los desequilibrios fiscales y externos han sido desplazados por prioridades muchísimo más dramáticas.

El anacronismo y los errores del Fondo que lo han sumergido en su peor crisis histórica desde 1945, con enorme pérdida de prestigio e influencia y corriendo algún riesgo de supervivencia para el futuro mediato, han tenido estos días un correlato en la Argentina, a partir de la difusión de su informe de rutina sobre la economía. Más allá del reconocimiento de lo obvio, el organismo volvió a la carga con recomendaciones que en algunos casos ya había planteado (aumento de la tasa de interés, revaluación del peso y solución para la deuda pública que continúa en default), y con otras nuevas que están de moda en la ortodoxia local como la eliminación de los controles de precios y el freno al aumento del gasto público. Sobre esto último el reporte roza el colmo de lo absurdo, al señalar con tono crítico que la inversión pública creció en un año hasta mayo pasado un 70 por ciento en términos reales. Ya no sólo se objeta el gasto corriente sino directamente el gasto en capital, es decir infraestructura, vivienda, etc. etc.

A través de la ministra de Economía, el Gobierno le salió al cruce ratificando una vez más los grandes lineamientos macroeconómicos en materia fiscal y cambiaria, lo que a todas luces fue ocioso si se tiene en cuenta el ínfimo predicamento y el casi nulo poder real que tiene el FMI sobre la Argentina. Independencia que de ninguna manera comenzó con la cancelación total de la deuda con el organismo, sino que se arrastra desde que se le reconoció la deuda sin ninguna quita y se mantuvo durante el tiempo en que se le fue pagando puntualmente los vencimientos.

De todas maneras, no está de más tomar distancia para observar en perspectiva y notar que lo que años atrás hubiera ocupado espacios destacados en las portadas de todos los diarios, esta vez no mereció ni siquiera un pequeño recuadro en la tapa de los diarios especializados en economía.

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