CONTADO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
El escándalo que al cierre de esta columna hace tambalear al presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, condenado por el propio Directorio del organismo por haber “violado las reglas éticas” por gestionar en la institución un considerable aumento de salario para su novia, es un eslabón más en una cadena de serios cuestionamientos de índole formal, pero también de profundo contenido político de relevancia central para el resultado de sus programas de asistencia.
La atención mediática y política que despierta la corruptela nepotista de Wolfowitz tapó una despiadada crítica que la prestigiosa revista inglesa especializada en medicina The Lancet publicó en su edición de mayo a la nueva estrategia en materia de salud que el Directorio del BM aprobó semanas atrás. Esta novedad fue presentada por sus responsables como un cambio de enfoque hacia una visión sistémica del problema sanitario que no se limite a facilitar recursos para medicina y equipamiento. Si bien The Lancet reconoce que era imprescindible un cambio, dado “el generalizado deterioro de los sistemas de salud causados por el crónico desfinanciamiento, el colapso del sector público, las privatizaciones sin regulación y la proliferación de iniciativas globales descoordinadas”, opina que “sería irresponsable no activar alguna alarma respecto de la nueva estrategia en vistas del daño que el Banco les ha causado a los sistemas de salud, con su acción de debilitamiento de las instituciones públicas, su alergia a la universalidad de la atención a cuestiones de equidad y su sesgado enamoramiento con la lógica de mercado y los incentivos financieros”. La revista avanza aún más y fundamenta su escepticismo en que la “naturaleza antidemocrática del Banco y el rol que tuvo en modelar una política económica global que ha fracasado en aliviar la pobreza y promover un desarrollo justo obligan a descalificarlo como proveedor de recomendaciones sobre sistemas de salud en países de ingresos bajos y medios”.
Los desastrosos resultados de la asistencia para salud que se verifican en el mundo subdesarrollado potencian el asombro si se tiene en cuenta que el flujo de financiamiento internacional destinado a ese fin se duplicó en el último quinquenio hasta alcanzar 14.000 millones de dólares, de los cuales el BM contribuye con un 10 por ciento.
The Lancet apuntala su informe con un editorial donde, además de cubrir con una capa de brea a Wolfowitz por su corruptela nepotista, revela que uno de los directores de su confianza, Juan José Daboub, fue acusado por algunos representantes europeos de intentar diluir la parte de salud reproductiva en el nuevo plan estratégico y de querer borrar referencias sobre la necesidad de planificación familiar como forma de combatir el sida y la pobreza en Africa.
Atentos a la alarma de la revista británica, conviene recordar que el BM tiene injerencia en las políticas de salud en la Argentina a través de los créditos destinados al Plan Nacer, al seguro de salud Materno-infantil y al programa de servicios de salud esenciales.
Los dardos no sólo vienen de afuera. Desde las propias entrañas de la institución se convocó a una comisión de notables para que evalúe la calidad y confiabilidad de las investigaciones de los economistas y profesionales del BM. El informe de la comisión encabezada por el académico de la Universidad de Princeton Angus Deaton, que se presentó a fines del año pasado, llegó, entre otras conclusiones, a que “hay mucha investigación errada técnicamente y en algunos casos fuertes posiciones políticas sin apoyo en evidencia”. Los expertos no callaron el descubrimiento de que en varios casos los investigadores “son presionados por la presidencia del Banco o por otras instancias jerárquicas para no decir cosas que vayan directamente en contra de la línea política general del Banco”. Aunque obvio, cabe acotar que muchas de esas investigaciones truchas sirven de pilares teóricos para la política práctica que se aplica en los países miembro.
A propósito de los miembros, no es casualidad que dada la ineficacia de sus políticas, el consecuente descrédito y, para colmo, las manchas éticas, algunos socios están adoptando posiciones de rebeldía. Fue hace dos semanas el caso de Ecuador, que declaró persona no grata y expulsó diplomáticamente de su país al representante del BM, el brasileño Eduardo Somensatto, a quien el presidente Rafael Correa le facturó un supuesto chantaje que sufrió en 2005 cuando era ministro de Economía y Somensatto le canceló un préstamos de 100 millones de dólares en represalia por medidas que se habían adoptado en materia petrolera. Ecuador también anunció que no va a aceptar más préstamos del BM, lo que podría continuar con la renuncia a la entidad, siguiendo el camino que hace diez días emprendió Hugo Chávez.
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