Domingo, 27 de mayo de 2007 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
Es obvio que cuanto mayor sea la desigualdad social más urge modificar las condiciones que la alimentan. Pero no es nada obvio que una situación de mucha desigualdad sea propicia para los cambios. Al revés del cuanto peor, mejor, que postulaban minúsculas sectas de izquierda creyentes de que el deterioro iba a agudizar las contradicciones y acelerar la revolución, hay toda una corriente que sostiene que la desigualdad se institucionaliza a sí misma. Buena parte de esa teoría se elaboró en base a la experiencia de América latina, que es por lejos la región más desigual del mundo y no especialmente debido a su pobreza (en Africa hay muchísimo más), sino a la existencia de una cantidad apreciable de ricos. La Argentina es un triste buen modelo: el abismo de bienestar que separa la realidad entre el nutrido Puerto Madero y la cercana y explosiva villa de Retiro no se encuentra fácilmente en otro lugar.
El politólogo Philip Oxhorn, de la universidad canadiense McGill, afirma que “la desigualdad torna menos probables las reformas sustanciales en los países que más las necesitan”, y lo atribuye a la “resistencia” que los grupos de poder oponen a las medidas que mejoran la equidad. En igual sentido, los historiadores económicos de la Universidad California Los Angeles, Kenneth Sokoloff y Eric Zolt, sostienen que los ricos “usan su mayor influencia para establecer reglas, leyes y políticas de gobierno que son más ventajosas para las elites que para el resto”.
No es casual que ocupándose del tema desigualdad, ambos se hayan focalizado en cuestiones tributarias, y figuren como referencia teórica en el documento que Juan Carlos Gómez Sabaini, uno de los principales expertos argentinos en la materia, publicó hace unos meses bajo el título Cohesión social, equidad y tributación: “Como señalan Sokoloff y Zolt, la evidencia sugiere que la larga historia de desigualdad es un elemento central para comprender las características distintivas de los sistemas tributarios de América latina, donde los grupos de elite han soportado una carga liviana a lo largo de los años. Se genera un círculo vicioso de desigualdad y regresividad tributaria, ya que los grupos de elite buscan minimizar su carga tributaria relativa, ya sea controlando el proceso legislativo o procurando que el mismo legisle normas tributarias de forma de trasladar un mayor porcentaje de la carga a los sectores de menores recursos”.
Esta teoría del círculo vicioso o de la trampa de la desigualdad tuvo un pequeño ejemplo muy ilustrativo el domingo pasado. La Nación, el diario que representa a la elite, publicó un muy interesante reportaje a Vito Tanzi, que acaba de sacar a la venta el libro Historia fiscal de la Argentina: de Perón al FMI. La entrevista fue titulada: “Vito Tanzi, ex tributarista del FMI, afirma que hay que eliminar las retenciones y los controles de precios, y advierte que vuelven los problemas del pasado”. Pero Tanzi también les dijo: “Es un misterio por qué en América latina no recaudan más de Impuesto a las Ganancias. Si mira a Dinamarca, verá que equivale al 20 por ciento del PBI. En Italia, donde todos dicen que se evade mucho, equivale al 15 por ciento. Pero en la Argentina es el dos o tres por ciento. Hay un largo, largo camino por delante. No se necesita aplicar ese impuesto a todos, pero si aplica una tasa razonable al 10 por ciento más rico de la población, por ejemplo, obtendría ingresos mucho más elevados. Pero en América latina, o el tope es muy elevado, o las exenciones muy amplias, o no tributan los intereses o dividendos”. No sólo nada de esto último fue destacado en el título, sino que le dedicaron un recuadrito con tono editorial para descalificarlo en este punto: le cuestionó que por ignorar el problema de la evasión el Fondo pide más presión.
El pedido no es exclusividad de Tanzi. Cualquier especialista independiente de los grupos de poder que pretenden conservar el círculo vicioso comparte la idea, como por ejemplo Gómez Sabaini: “La presión tributaria de la región se encuentra muy por debajo de los países desarrollados... Cuando se buscan dichas diferencias se encuentra que el nivel de imposición a los consumos (que es de características regresivas) resulta muy similar, y que la diferencia se encuentra en el pobre desempeño de la imposición a la renta y a los patrimonios”. Agrega que los sistemas de la región “están plagados de tratamientos preferenciales cuyos beneficiarios son, en su gran mayoría, los sectores de mayores ingresos, tal como ocurre con la exención a las rentas financieras y a las ganancias de capital”.
Pero dejando de lado al diario más confrontativo con el Gobierno, la propia administración Kirchner aparece encerrada en el mismo círculo vicioso, porque si bien ha atenuado en algo el perfil regresivo de la estructura tributaria, no quiere, no se atreve, o no sabe cómo realizar la reforma que le recomiendan y que prometió.
Sin ella, difícilmente el crecimiento alcance para rendir la asignatura pendiente de la redistribución que reconoció el Presidente.
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