Domingo, 27 de enero de 2008 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
Es sabido que los economistas son una especie dotada de creatividad para los neologismos. Por citar tres ejemplos muy populares y también muy padecidos en la Argentina: estanflación, megacanje y riesgo-país. Pero nunca se había llegado al punto de crear algo así como un acrónimo paradójico, como es el reciente invento de la palabra inglesa grocession, una simbiosis entre growth y recession, es decir entre crecimiento y recesión, que bien podría traducirse al castellano como crecesión. El oxímoron acrónimo fue acuñado por tres economistas del banco estadounidense Wachovia, que en un informe del 19 de noviembre pasado señalaron que la economía de Estados Unidos no se encuentra ni en una clásica recesión ni en una típica desaceleración de crecimiento, sino en un “híbrido entre esos dos estados”, que se caracteriza por su bajo crecimiento y por lo duradero del mismo, al que denominaron grocession.
Sin embargo, y a pesar de que no han transcurrido los dos meses de caída consecutiva del Producto Bruto que por convención de los economistas define a una recesión, no son pocos los que ya la dan por hecho en desacuerdo con los partidarios de la crecesión. El cada vez más influyente Nouriel Roubini sostuvo en un informe del lunes pasado que “la recesión ya ha comenzado, va a ser espantosa, profunda y severa”. Y el equipo de macroeconomistas del banco Morgan Stanley escribió en el reporte del miércoles último que “pensamos que Estados Unidos ya está en recesión”.
No es casualidad que en los títulos de ambos informes haya una palabra en común, recouple, otro término de moda que en castellano significa algo como reacople o reenganche. El de Roubini se titula The coming economic recouple: when US sneezes the rest of the world gets cold (El próximo reacople económico: cuando EE.UU. estornuda el resto del mundo se resfría). El de Morgan Stanley Macrovision 2008: US contagion spreads, Europe recouples, emerging markets eventually decouples (Visión macro 2008: Europa reacopla, los mercados emergentes eventualmente desacoplan).
Lejos de ser casual, la coincidencia muestra que otro de los tantos debates a los que ha dado lugar la crisis en los Estados Unidos es si las restantes regiones del mundo están acopladas a esa locomotora y por lo tanto expuestas al contagio, o por el contrario están desenganchadas y más alejadas y cubiertas frente a los daños. Mientras para Roubini el resfrío se universalizará (dijo en Davos que EE.UU. no sólo estornuda sino que puede llegar a enfermar de neumonía), los de Morgan Stanley piensan que “muchas economías emergentes están poco expuestas, lo que no significa que están inmunes a la recesión sino que la crisis no las va a afectar como en el pasado”. Su pronóstico es que van a sufrir “una desaceleración pero mucho más suave que en las economías avanzadas”, y si bien no hacen mención específica a la Argentina, varios de los fundamentos de ese vaticinio encajan a la perfección en la realidad doméstica. Enumeran como virtud la dependencia de la demanda doméstica como motor del crecimiento, el hecho de que “los superávits externo y fiscal generan espacio para aplicar políticas de estímulo”, y la mejora en los términos de intercambio.
De todos modos, conviene advertir que ni aun en la visión de Morgan Stanley hay senderos de indemnidad. Sólo con fanatismo o anteojeras se puede pensar que en un mundo globalizado un país puede quedar totalmente a salvo de una crisis en la primera potencia mundial que, según la mayoría, repercutirá fuerte en toda Europa.
Y lo que suceda en la Argentina depende en buena medida de a quien le asista la razón en otro de los grandes debates de estos días: si a los que auguran que el extraordinario crecimiento chino no se verá significativamente alterado por la crisis y eso mantendrá elevado el nivel de demanda y precios de las materias primas, o a los que interpretan que las caídas que la soja, el petróleo, el cobre, el oro y otros commodities registraron estos días marcan un punto de inflexión en las curvas de revalorización de esos productos.
Se viven tiempos de tanta turbulencia global que resulta más arriesgado e irresponsable que lo habitual esbozar recomendaciones. Pero hay una que resiste cualquier prueba de prudencia, y es que en el tablero de control de las variables lo prioritario es monitorear el precio de los commodities, menos importante es el seguimiento del riesgo-país (cotización de los títulos públicos), y de poco sirve ocuparse de lo que sucede con el Merval.
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