DEBATE › DESAFíOS ANTE UNA ESTRUCTURA ECONóMICA OLIGOPóLICA
La acumulación del capital en condiciones de dependencia tecnológica ha dado lugar en la Argentina a una gran concentración y centralización de capitales. Profundizar el modelo implica enfrentar esos obstáculos.
› Por Monica Peralta Ramos *
La política económica del gobierno kirchnerista persigue la industrialización, el crecimiento con inclusión social y el desendeudamiento del país. En estos ocho años se ha logrado un mejoramiento del poder adquisitivo de los asalariados, un fortalecimiento del mercado interno y un crecimiento muy significativo del Producto Bruto, del empleo y de las exportaciones. Existen, sin embargo, obstáculos estructurales a la integración nacional, a la autonomía en las decisiones y a la redistribución de ingresos. Estos obstáculos se derivan de las características del capitalismo argentino y de la coyuntura internacional. Profundizar el modelo implica enfrentar estos obstáculos.
La acumulación del capital en condiciones de dependencia tecnológica ha dado lugar en la Argentina a una gran concentración y centralización de capitales, al dominio creciente del capital extranjero en sectores claves de la producción nacional y del comercio exterior y al control monopólico u oligopólico de segmentos de la estructura económica que tienen importancia estratégica para el crecimiento del país. Las empresas que dominan estos segmentos son formadoras de precios en los puntos “neurálgicos” de la economía y tienen una capacidad decisiva sobre la inflación local. Esto les da poder de veto sobre las políticas del gobierno y capacidad de afectar la estabilidad política e institucional del país.
Históricamente el Estado ha impulsado la industrialización a través de subsidios, exenciones impositivas, contratos de provisión de bienes y servicios, protección arancelaria, licuación de deudas y hasta venta de activos públicos a precios de remate. Inicialmente estas políticas tuvieron por objetivo estimular el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas nacionales. Pronto los principales beneficiarios fueron las grandes empresas (nacionales y extranjeras) y la inversión privada fue reemplazada por subsidios. En los últimos ocho años ha habido un crecimiento de la inversión privada pero la misma no se ha volcado hacia la diversificación productiva en la industria o hacia la apertura de nuevas fábricas. Tampoco se ha modificado el liderazgo sectorial en la industria. Esto ha ocurrido en el contexto de un gran crecimiento de las ganancias de las grandes empresas y de las remesas al exterior de las utilidades declaradas por las empresas extranjeras. Estas remesas duplicaron los montos girados al exterior durante la convertibilidad y equivalen al 65 por ciento de las reservas que el Banco Central pudo acumular durante estos ocho años.
La otra cara del capitalismo argentino es la sistemática fuga de capitales. Este drenaje –endémico en los países periféricos– se hace a través de distintos mecanismos, lícitos e ilícitos. En la Argentina, la fuga de capitales ha sido tradicionalmente financiada con endeudamiento externo. Desde el 2003 se ha financiado con las divisas provenientes de las exportaciones. A pesar del fuerte crecimiento económico de estos últimos ocho años el drenaje de recursos no ha parado.
Estas características se dan en un contexto de enorme integración productiva a nivel mundial y de recesión en los países centrales. Hoy la integración compleja de los conglomerados transnacionales domina al mundo y ha dado lugar a la desintegración de la cadena productiva a nivel mundial y al control de segmentos cruciales de las cadenas de valor por parte del capital trasnacional. La racionalidad de las decisiones de una empresa transnacional integrada en forma compleja depende de la ganancia obtenida a nivel del complejo internacional. Si los sectores claves de la economía de un país dependen del control monopólico u oligopólico ejercido por filiales de empresas multinacionales esto significa que la lógica de la acumulación del capital en ese país tiende a independizarse de las políticas de desarrollo local y se rige por parámetros que no tienen en cuenta el interés nacional. Asimismo, la integración compleja impulsa enormes flujos de comercio, tecnología y finanzas que transcurren a través de la propia empresa y fuera del alcance de la medición, del análisis y de las regulaciones existentes en esos países. Se dificulta así la gestión económica nacional y se potencian mecanismos ocultos de transferencia del excedente desde la periferia hacia el centro del sistema capitalista. A estos rasgos estructurales se suma ahora el impacto que tendrá la recesión en los países centrales sobre el comercio exterior y la economía de los países periféricos.
Frente a estos rasgos del capitalismo argentino y de la coyuntura internacional profundizar el modelo significa empezar a desarticular el nudo gordiano de la dependencia tecnológica. Esto implica en primera instancia poner límites estructurales al control monopólico y oligopólico en los puntos neurálgicos de la economía. El Estado debe impedir precios de monopolio y desabastecimiento en estos sectores. La creación de canales institucionales que permitan la participación de la ciudadanía (consumidores, empresarios, productores, comerciantes) en el control de la inflación dará mayor transparencia a la determinación de los precios, y contribuirá a legitimar las decisiones que se tomen.
No puede haber crecimiento autónomo si no se diversifica la estructura productiva orientando los subsidios hacia el desarrollo de bienes de capital y de nuevos sectores industriales de alta tecnología (biotecnología y microelectrónica, entre otros). Si esto no ocurre, la lógica de la acumulación a nivel local dependerá cada vez más de decisiones de inversión que trascienden las fronteras y las necesidades del país. De ahí la importancia de modificar la política de subsidios y el marco institucional y legal heredado de la última dictadura militar y ampliado en la década del ‘90. Este marco ha posibilitado la desnacionalización de la economía y la fuga de capitales.
La crisis financiera internacional y la recesión en los países centrales crean un contexto muy peligroso para los países periféricos. Constituyen al mismo tiempo una oportunidad para dar un salto cualitativo en el desarrollo económico e institucional
* Autora de La Economía Política Argentina. Poder y Clases Sociales (1930-2006), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina, 2007.
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