Domingo, 22 de enero de 2012 | Hoy
DEBATE
Por Fernando Alfredo Cantero *
El 22 de diciembre fui a la presentación del libro El accidente Grinspun, de Néstor Restivo y Horacio Rovelli. Mis encuentros con Bernardo fueron muy breves. Se reducen a un acto que organizó “El radicalismo que no baja las banderas” –en el cual milito– a mediados de octubre de 1995. Grata fue nuestra sorpresa cuando detectamos entre los espectadores la presencia de Grinspun. Nuestra reacción fue invitarlo a ser parte del panel. A fines de ese año se renovó la convención nacional de la UCR, coincidiendo que él fuera elegido convencional nacional por la provincia de Buenos Aires y yo por la Capital Federal. Se prenunciaba una dura discusión política y económica.
Por la provincia de Buenos Aires también había sido elegido Ricardo López Murphy, que era en materia económica lo contrario al pensamiento de Bernardo. Para el inicio de la convención, Bernardo presentó proyectos de política y economía, los cuales fueron acompañados por Enrique Maldonado y por mí. La elección de autoridades de la convención fue muy problemática. Bernardo se abstuvo y quedó muy contrariado por las formas que definieron la conducción. La Convención pasó a cuarto intermedio para octubre de 1996 en Mendoza. Bernardo había fallecido y nos quedó como herencia la tarea de defender su documento de economía contra la expresión neoliberal que encarnaba López Murphy y la mayoría de los convencionales. Pero el núcleo de esta nota radica en una discusión que se entabló relacionada a discernir si Bernardo fue o no un accidente en el radicalismo por la posición que sustentaba.
Bien dice su hijo Gustavo que su padre es un emergente del movimiento de Intransigencia y Renovación y de la doctrina que surge del documento de Avellaneda. La Intransigencia como conducta política y estrategia, en el radicalismo, no sólo fue la defensa de la política yrigoyenista ante el avance antipersonalista, sino que además dio hombres como Sabbatini, Antonio Sobral, Crisólogo Larralde y Moisés Lebensohn. También de esa expresión surgieron Ramón Carrillo y Arturo Sampay. La intransigencia radical no formó parte de la primera Coalición Cívica, de corte conservador-republicano, la otrora Unión Democrática (recordemos que Tamborini cuando era presidente del bloque antipersonalista trataba de genuflexos a los yrigoyenistas).
Bernardo fue miembro del gobierno de Illia, el cual tuvo un vicio de origen, la proscripción del peronismo, pero que llevó adelante políticas planificadas que hicieron crecer a la Argentina a tasas mayores al 8 por ciento, apostaron al mercado interno y afianzaron la industrialización prosiguiendo con muchos programas iniciados por el gobierno peronista. La caída del gobierno de Illia no se debió sólo al enfrentamiento a las petroleras y a la industria farmacéutica sino a que en el orden político quería levantar la proscripción al peronismo. A la caída de don Arturo, Bernardo y un grupo de amigos como Germán López y Roque Carranza, entre otros, conforman el Movimiento de Renovación y Cambio que en su declaración de Rosario guarda el espíritu de la intransigencia radical.
Ese Bernardo que ocupara el Ministerio de Economía a partir de la recuperación de la democracia enfrentó a la patria financiera, a los grupos concentrados de la economía, como así también a los organismos financieros internacionales. En sus 435 días de duración defendió el mercado interno, el salario de los trabajadores, trató de dilucidar entre la deuda legítima e ilegítima. Esos 435 días coinciden con un gobierno presidido por Raúl Alfonsín que lleva adelante la conformación de la Conadep, del grupo de contadora y el intento de formar un Club de deudores latinoamericanos. De este partido, de la declaración de Avellaneda del MRyC y del primer año y medio del gobierno de Alfonsín fue un emergente natural Bernardo Grinspun. De lo que siguió después, plan Houston, plan austral, obediencia debida y punto final, políticas que se van gestando con el avance de la Junta Coordinadora Nacional encabezada por Enrique “Coti” Nosiglia y Jesús Rodríguez, que transforman al gobierno popular en lo que citan los autores del libro, donde Marcelo Stubrin manifiesta: “Somos el gobierno de lo posible”.
Ese posibilismo que terminó con un gobierno popular en brazos del Grupo de los 9 y de los capitanes de la industria y banqueros (pacto que gestó Dante Caputo emulando una salida a la japonesa). Esos mismos industriales y banqueros llevan adelante el 6 de febrero de 1989 un golpe de mercado que hace entregar el gobierno en forma abrupta y anticipada. Ese partido siguió con la teoría del posibilismo arrastrándose al pacto de Olivos y apoyando a un hombre como de la Rúa a la presidencia de la República. Y en la ultima elección realizaron un frente con un empresario que en 2003 sostuvo económicamente la candidatura de Carlos Menem. Para estos últimos Bernardo fue un accidente y bastante molesto. Más allá de los relatos y circunstancias, la política económica llevada en su fugaz paso por el Ministerio de Economía tiene más que ver con la política económica llevada adelante desde el 25 de mayo de 2003 hasta nuestros días
* Ex diputado nacional, ex legislador porteño por la UCR.
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