Domingo, 9 de diciembre de 2012 | Hoy
DEBATE › POBREZA, DISTRIBUCIóN Y MODELOS DE CRECIMIENTO
Los resultados del modelo neoliberal y la estrategia de desarrollo de la heterodoxia económica.
Por Daniel Kostzer
Mucho se discute acerca del denominado “modelo”. De ambos lados de las simpatías de la gestión del Gobierno se dice que tal “modelo” no existe.
Para los críticos y la oposición, todo parece que es una serie de improvisaciones con “viento de cola” y que durará lo que la demanda de los productos del comercio internacional o vaya uno a saber cuál otro evento puntual que desencadenaría la crisis.
Para muchos simpatizantes, no hay tal “modelo”, sino una serie de objetivos de política económica y social que están fijados en el proyecto, y que las herramientas a utilizarse van variando conforme las necesidades.
Creo que sí existe un modelo y, paradójicamente, esta convicción se ha reforzado con la publicación del trabajo del Banco Mundial “Declining Inequality in Latin America in the 2000s: The Cases of Argentina, Brazil, and Mexico”, escrito por un equipo que bajo ningún concepto puede ser considerado “heterodoxo” en el sentido más estricto de la palabra.
La Real Academia Española tiene doce acepciones de la palabra modelo, pero hay tres que me resultan relevantes: 1. “Arquetipo o punto de referencia para imitarlo o reproducirlo”; 2. “Representación en pequeño de alguna cosa”; y 3. “Esquema teórico, generalmente en forma matemática, de un sistema o de una realidad compleja, como la evolución económica de un país, que se elabora para facilitar su comprensión y el estudio de su comportamiento”.
Tomando las tres definiciones, es fácil ponerse de acuerdo en que el esquema general del modelo de la década de los ’90 se sintetizaba en el concepto del “rebase y goteo”, adaptación del inglés “trickle down”. Este quería decir que la mejor forma de solucionar los problemas de la pobreza era con el crecimiento económico a partir de otorgar mayores beneficios al sector del capital. Si se llenan los bolsillos de los ricos, éstos comenzaran a rebasar y favorecerán a los de abajo. Una promesa de futuro, casi metafísica, para que la gente tenga paciencia, ya que primero hay que crecer, dado que no hay mejor política social que el crecimiento económico. “Esperando a Godot” o, como dijo José Vitar cuando era diputado, “los bolsillos de los de arriba son como los bolsillos de los payasos, no se llenan nunca”.
Esta representación o esquema teórico requería dar beneficios y cuasi rentas a las empresas, reducir los costos laborales, abrir y desregular los mercados, dejar que los precios se fijen libremente –salvo para inducir las cuasi rentas–, y al mismo tiempo, desalentar cualquier intromisión en los mismos. Todo reducido a un puñado de medidas, columna vertebral de los denominados “programas de ajuste estructural”.
En el citado trabajo del Banco Mundial se muestra en uno de los gráficos cómo el coeficiente de Gini se incrementa en 8,2 puntos porcentuales. Esto es una verdadera enormidad, e implica una transferencia de ingresos impresionante hacia los más ricos, o dicho de otro modo, de una fenomenal apropiación del excedente social por parte de los de mayor ingreso, desde los hogares más pobres, pero fundamentalmente desde los de ingresos medios. El índice de Gini es muy sensible a estas transferencias desde o hacia los sectores del medio de la distribución.
Casi en espejo, se observa que desde 2002 (fecha que toman como referencia los autores), la reducción, o sea mejora, del coeficiente de Gini fue de 9 puntos porcentuales, casi un espejo de lo que sucedió durante la década del “rebase y goteo”. Otro gráfico del documento es contundente “Gini coefficient in Argentina, Brazil and Mexico 1992-2010”. Muestra el constante incremento en el coeficiente de Gini desde 1992 hasta 2003 (a pesar de que se enfatiza en 2002 como punto de quiebre), y luego una notoria disminución hacia 2004 y una tendencia constante hasta el final de la serie.
Los determinantes de este comportamiento los encuentran de manera un tanto general en la “reducción de la inequidad de los ingresos laborales”, que explicarían dos tercios de la reducción del Gini, y de la de los ingresos no laborales, que explicarían el otro tercio. Allí también hablan del importante impacto del Plan Jefes, que habría alcanzado a 2,4 millones en 2004 como pico, no los dos millones de 2003 citados en el texto. De todos modos, resaltan el buen uso de los recursos extraordinarios por parte del fisco, y del efecto de ecualización de los impuestos a las exportaciones, que también limitan el costo del consumo doméstico de dichos bienes.
Si se repasa las medidas del gobierno a partir de mayo de 2003 para esta mejora, se concluye que el impulso a la política de salario mínimo que se implementa a partir de julio del 2003 empuja la pirámide salarial y la negociación colectiva hacia una distribución más equitativa, mientras que la política de transferencias tiene también efectividad, pero de menor magnitud, reafirmando el rol del mercado de trabajo como la polea de transmisión que vincula la economía en general, con el bienestar de los hogares y los niveles de equidad en la sociedad.
Esto retrotrae al punto inicial del “modelo”: la combinación de una política de transferencias ambiciosa (AUH y pensiones), permite convalidar con aumentos en la demanda doméstica, la política de ingresos salariales (salario mínimo presionando sobre los salarios medios, fomentando la negociación paritaria), una dinámica virtuosa de crecimiento económico. El modelo es éste, crecimiento por abajo con intervención publica, para dinamizar la actividad privada, y con medidas de correcciones sectoriales, para evitar “desmadres”.
Que algunas de las medidas complementarias sean más o menos ortodoxas o heterodoxas, o que tengan que ver con objetivos puntuales, o el gran objetivo general, es casi secundario.
En definitiva, es ir dinamizando la economía por debajo, ya que los efectos multiplicadores (bien a la Keynes) que se ponen en marcha van empujando la demanda en los encadenamientos hacia arriba (en la pirámide de ingresos), generando mejoras de los salarios de los trabajadores, pero también de los empresarios pymes, así como de los más concentrados. De ahí que los impuestos a las ganancias (o elevados ingresos, sean de la fuente que sean) son tan importantes para equilibrar. Casi de manual.
Por eso parece oportuno decir que el espejo del modelo de “rebase y goteo”, que tiene sus limitaciones en la casi imposible sustentabilidad político-social y resultados de concentración e inequidad económica, es un modelo (en cualesquiera de las acepciones que utilizamos) de “inundación”, ya que siempre “evapora” hacia arriba. Posiblemente debería ser el “... arquetipo para imitar y reproducir” en la actual crisis europea.
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