DEBATE › PARO SINDICAL Y EL IMPUESTO A LAS GANANCIAS
› Por Cristian J. Caracoche *
El domingo pasado, en el suplemento Cash, los autores Montesino y Seijo publicaron un artículo titulado “Curiosos reclamos”, en el cual debatían las razones del paro realizado el 20 de noviembre. Su argumentación comenzaba sosteniendo que el “eje central” del paro (que ellos denominaron “obrero-patronal”) fue la eliminación del Impuesto a las Ganancias sobre los salarios, tributo que los autores dan como ejemplo de progresividad, remarcando su predominancia en los sistemas tributarios de los países desarrollados. Sin embargo, los firmantes olvidan el mar de distancia que separa a Argentina de aquellos países señalados. La realidad material relevada por el Eurostat muestra que en países como Francia u Holanda los salarios mínimos a mitad del 2012 no descendían de los 1300 euros, valor cercano al de su respectiva canasta básica. En contraste, la EPH que releva el Indec muestra que el 52,3 por ciento de los sueldos no superan los 3000 pesos mensuales y el 75,8, debajo de los 4509, frente a una canasta básica que calculada de forma optimista no baja de los 6000 pesos. Es decir que los autores intentan justificar el cobro del Impuesto a las Ganancias a trabajadores de un país donde la mayoría de éstos no logran mantener dignamente un hogar con su salario por medio del “ejemplo” de países donde los asalariados costean altísimos niveles de vida con su ingreso.
Avanzando con su exposición, comparan los porcentajes hipotéticos que debería pagar un trabajador de su salario contra el 35 por ciento que deben pagar las empresas, soslayando la diferencia social y económica existente entre ambas clases, y dejando de lado la capacidad de las mismas empresas de realizar una planificación fiscal para lograr lo que en la jerga de los contadores se denomina “elusión impositiva”, instancia de la que el trabajador se encuentra totalmente vedado. En la misma tónica, los economistas dan como recomendación una baja del IVA, la cual en su modelo reduciría los precios de los bienes consumidos por las “clases populares”, generando así una mejora en sus niveles de vida. Sin embargo, los autores olvidan la estructura oligopólica de estos mercados, la cual les da el poder suficiente a los empresarios de transformar en ganancias aquella reducción impositiva manteniendo fijo el precio final de los bienes. Es en este contexto que de seguir los consejos de Montesino y Seijo, el único resultado esperable sería un incremento de la ganancia capitalista a costa de un aumento en el déficit fiscal, sin ninguna mejora objetiva para la clase trabajadora.
De esta forma, juntando todos estos argumentos erróneos los autores tratan de deslegitimar un paro que posee raíces mucho más complejas que la simple “desestabilización” del Gobierno. Observando la realidad materialmente, el paro se realizó en un contexto donde los trabajadores, según datos oficiales, vienen perdiendo participación en el ingreso por tercer año consecutivo y en muchísimos rubros vienen experimentando una caída tendencial del poder de compra de su salario, donde luego de casi diez años de crecimiento económico los niveles de pobreza se encuentran estancados en un 30 por ciento, donde la informalidad laboral se encuentra en un 34,5 por ciento, y a la par de todo esto, las tasas de ganancia se mantienen en records históricos, superando en casi un 60 por ciento a las de la convertibilidad. Es en este contexto que es imposible generalizar los intereses de los adherentes al paro. Mientras que la oposición, los terratenientes, el Grupo Clarín y las cúpulas sindicales no alineadas podrán perseguir fines desestabilizadores, entre los trabajadores que sostuvieron el paro no se escuchó ninguna consigna destituyente, sino simplemente reivindicaciones justas ante una realidad que muestra (en palabras de la Presidenta) que los empresarios “se la llevaron en pala”, mientras que la clase trabajadora se ve pauperizada día a día.
Por todo lo expuesto, es muy necesaria una autocrítica de parte de los simpatizantes oficialistas con la finalidad de abandonar posiciones maniqueas y reconocer consecuencias de las políticas llevadas a cabo y los límites del capitalismo reinante, sobre todo cuando la realidad no concuerda con el discurso
* Economista UNLZ.
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