OPINIóN › EMPRESAS Y SOLIDARIDAD
› Por Silvia Lilian Ferro *
La Economía Social y Solidaria aparece como un espacio diferenciado tanto en lo que se refiere a entidades como en carácter de programa económico superador de las condiciones amenazantes a la sostenibilidad de la vida humana que supone actualmente el sistema capitalista en gran parte del mundo. Desde la OIT hasta la literatura económica especializada en el tema resaltan la intrínseca relación entre la Economía Social y Solidaria y las posibilidades de consolidación y expansión del trabajo decente, comercio justo, empleo verde, democratización de la gestión productiva, del consumo como acto reflexivo, es decir consciente de sus efectos económicos y políticos, del diálogo y de la integración social a través de precios adecuados de bienes preferentes, de la expansión de las finanzas con orientación social para la promoción de los sectores populares.
La pregunta que inmediatamente sugiere es qué significa “buenas prácticas” empresariales, ambientales, financieras y fiscales. ¿Por qué se excusa a las empresas de capital esas condiciones? Si hay una Economía Solidaria, hay otra que se asume que no lo es. Si hay una Economía Ecológica es en diferenciación de otra Economía que no tiene entre sus supuestos básicos la responsabilidad ambiental. Si hay una Economía bajo el rótulo de Social para englobar formas de producción y gestión como cooperativas, mutuales y asociaciones de diversa índole, entonces las empresas de capital no serían entidades con finalidad “social”. Es más que una cuestión semántica, tiene directas implicancias políticas, jurídicas y económicas.
Considerando aspectos de la conformación de campos del conocimiento la Economía (sin adjetivos ni sustantivos) es una disciplina integrante del área de las Ciencias Sociales. Si todo saber sobre Economía es intrínsecamente “social”, toda actividad o entidad económica es social no sólo por razones etimológicas. Es decir, una empresa de capital es tan social como cualquier otra forma de organización de la producción de bienes y servicios, de su distribución, comercialización y de su consumo, y le caben todas las demandas colectivas y de sostenibilidad que hacen suya las Economías con adjetivos y sustantivos.
En el momento actual de la disciplina económica, hay que pensar en la posibilidad de que su legitimidad pública y crecientemente académica no esté permitiendo a la Economía, la que no precisa de adjetivos porque logró transformar su identidad neoclásica en supuestos compartidos e inapelables en la mayoría de las currículas universitarias de las carreras de Ciencias Económicas, en el background de economistas consagrados en los circuitos del prestigio intelectual y académico, en la fuente de formación de comunicadores y actores de la esfera pública cuando necesitan formarse en lo mas elemental del conocimiento de la teoría económica y lo que es peor: forma parte del sentido común de muchos decisores de ámbitos empresariales, políticos en sentido amplio y hasta incluso estatales.
Es así como se configuran campos diferenciados proyectando responsabilidades asimétricas y que terminan siendo de algún modo funcionales a la falta de equidad en los requerimientos colectivos y del monitoreo público a las empresas de capital, las cuales son parte de un orden jurídico que contiene muchas de las cuestiones “éticas” arriba enunciadas y que muchas empresas de capital resuelven bajo esa figura cosmética que es “responsabilidad social empresarial”, muchas veces estrategia de marketing y otras más una oportunidad de deducir gravámenes impositivos
* Doctora por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla. Licenciada en Historia por la UNL, Argentina.
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