OPINIóN › IMPUESTO A LAS GANANCIAS PARA TRABAJADORES EN RELACIóN DE DEPENDENCIA
› Por Luciana Diaz Frers *
En la discusión sobre el Impuesto a las Ganancias de las personas se están barajando verdades, errores, interpretaciones y valores. ¿Es un impuesto injusto? ¿La inflación hace que la gente pague más? ¿Dónde se encuentra la Argentina en la comparación con el resto del mundo?
El Impuesto a las Ganancias tiene una gran virtud: es el impuesto progresivo por excelencia, es decir, pagan más proporcionalmente los que más ganan. Mientras el salario no alcance el mínimo no imponible, el asalariado no paga este impuesto, pero a medida que el salario aumenta, el porcentaje de su ingreso destinado al pago de impuesto crece, hasta llegar, si el ingreso fuera infinito, a casi 35 por ciento del ingreso laboral.
A pesar de esta virtud, es un impuesto poco importante en la estructura tributaria argentina. La recaudación del Impuesto a las Ganancias de las Personas representó en 2011 un 6,0 por ciento del total de impuestos (nacionales y provinciales) y un 1,9 por ciento del PBI. Este último porcentaje es muy inferior al promedio de países desarrollados relevados por la OCDE, donde alcanza 7,6 por ciento del PBI. Pero es superior al promedio de América latina, que ronda el 1 por ciento del PBI, siendo Argentina superada apenas por Uruguay.
Con respecto al impacto de la inflación, hay que tener cuidado con “el relato”. Lo primero que hay que decir es que el salario promedio del sector privado registrado viene aumentando en los últimos años por encima de la inflación promedio de las provincias no intervenidas (salvo en 2008). Por lo cual parte de la explicación atrás del aumento de las personas alcanzadas por este impuesto viene de la mano de la buena noticia de la mejora de los salarios reales.
Además, la ley obliga a una actualización anual de los montos deducibles y los tramos gravados por las alícuotas crecientes. Lo cierto es que la actualización se ha llevado a cabo en forma no regular. Hubo años en que los mínimos no se actualizaron y otros en que sí lo hicieron muy por encima de lo que obliga la ley. Lo que no se viene actualizando son los tramos: de allí surge la percepción (correcta) de que cada vez se destina una porción más grande del ingreso al pago de este impuesto.
Antes de hacer una reforma, es necesario saber cómo es la distribución del ingreso en la Argentina. Según datos del primer trimestre de 2012, el decil más rico de la población obtiene un ingreso mensual per cápita familiar de 5000 pesos mensuales o más. Eso quiere decir que un 90 por ciento de los hogares vive con ingresos sumados entre todos los miembros de la familia menores a 5000 pesos per cápita. Es decir que quien promueve una disminución de ese impuesto está defendiendo a quienes tienen un trabajo asalariado formal y se encuentran en el 18 por ciento de la población con mayores ingresos. Del otro lado, pierden recursos las provincias, encargadas de administrar educación, salud, seguridad y justicia públicas. Y se pierde la posibilidad de eliminar impuestos injustos y distorsivos.
Una reforma del Impuesto a las Ganancias debería, en cambio, eliminar algunas exenciones, como la que goza la renta financiera. Así aumentaría la justicia distributiva. Antes de avanzar en cualquier otra reforma, sería bueno que quien la promueve explicite quiénes ganan y quiénes pierden, de implementarse sus propuestas
* Directora del Programa de Política Fiscal de Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento).
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