Dom 20.12.2015
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ESCENARIO › LA FORMACIóN DE ECONOMISTAS

La batalla de Harvard

› Por Diego Rubinzal

El estallido de la última crisis financieraeconómica internacional multiplicó los movimientos de protesta. El rechazo al orden global se materializó en diferentes experiencias con disímiles niveles de visibilidad y eficacia. Por ejemplo, el colectivo de los indignados españoles desembocó en la creación de nuevas agrupaciones políticas, entre las que se destaca el ascendente Podemos. Por el contrario, el Ocupy Wall Street (OWS) neoyorquino se fue apagando. La reacción ciudadana también alcanzó las aulas de la Universidad de Harvard.

En noviembre de 2011, setenta estudiantes de economía abandonaron la clase de Gregory Mankiw. En un documento, el estudiantado “rebelde” explicó que se retiraban de las aulas debido al “sesgo inherente a este curso...que adopta una determinada y limitada visión de la ciencia económica, que perpetúa...la desigualdad económica en nuestra sociedad”. La decisión estudiantil tenía impacto mediático asegurado por los antecedentes del profesor. En efecto, Mankiw era autor del célebre libro Principios de la Economía y había sido jefe de Juntas del Consejo de Asesores económico del Presidente George W. Bush, del 2003 al 2005.

El comunicado estudiantil agregaba que “un estudio académico legítimo de la economía debe incluir una discusión crítica...no hay ninguna justificación para la presentación de las teorías económicas de Adam Smith como más importantes o básicas que, por ejemplo, la teoría keynesiana”.

El profesor aludido no se quedó callado. Mankiw manifestó su tristeza “por lo mal informados, que los manifestantes de Harvard, parecen estar. (...) sus quejas me parecieron un cajón de lugares comunes, antisistema, sin mucho análisis o prescripciones de política claras”. La conservadora cadena FOX News apoyó al docente. El grupo mediático dio a conocer la noticia acompañándola con un zócalo sugerente: “estudiantes deciden que aprender no es importante”.

El economista colombiano Guillermo Maya explica en Los estudiantes contra Mankiw (Ensayos de Economía Nº40, enerojunio 2012) que “lo que los estudiantes querían señalar con su protesta es la vinculación de la economía ortodoxa con las políticas que han conducido al empobrecimiento y desaparición de la clase media norteamericana, mientras el 1 por ciento se ha enriquecido sin límites, ofreciendo una visión que legitima “científicamente”, con “integridad académica”, que cada cual recibe lo que aporta. No fue el mercado, fueron las políticas del Estado a favor de los más ricos, lo que ha producido estos resultados. Y en esto, Mankiw como asesor del “primer presidente del partido de los ricos”, George W. Bush, tiene su parte de responsabilidad”.

La rebelión estudiantil no es ajena a la historia de Harvard. A fines de los sesenta, se libró una encarnizada batalla ideológica en la Universidad. El conflicto se desató cuando jóvenes economistas –nucleados en la Union for Radical Political Economics– reclamaron la politización de la economía. Los “rebeldes” rechazaban el enfoque marginalista y cuestionaban a sus colegas de ser “instrumentales para el logro de los injustos fines de las élites”. El profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Giorgos Kallis, sostiene en La batalla de Harvard o cómo la Economía se convirtió en la Economía(Revista de Economía Crítica Nº 17, primer semestre de 2014) que “la vanguardia del grupo radicaba en Harvard, donde los profesores no titulares Arthur Mc Ewan, Samuel Bowles, Herbert Gintis y Thomas Weisskopf impartían un curso de nombre revelador “El sistema capitalista: conflicto y poder”. Los profesores más veteranos de la facultad en Harvard consideraban que el curso era una desgracia”. Por su parte, los economistas “radicales” recibieron el apoyo del presidente de la American Economic Association John Kenneth Galbraith.

El auxilio del prestigioso ex encargado de la Oficina de Administración de Precios norteamericana no fue suficiente. Los sectores conservadores de Harvard desataron la caza de brujas. Los contratos de los jóvenes economistas fueron cancelados. “El caso más notable fue el de Sam Bowles. Su candidatura a un puesto fue rechazada por diecinueve votos contra cinco en 1973. Tuvo el apoyo de los miembros más prominentes del departamento, como Galbraith y el ya Premio Nobel Wassily Leontief y Kenneth Arrow”. Los que se opusieron al nombramiento de Bowles plantearon que sus investigaciones eran “políticas” y no suficientemente “científicas”. “En estas batallas por las posiciones, la ciencia y la objetividad de la Economía vino a ser definida no sólo como formalismo matemático (en este terreno personas como Bowles y Gintis destacaban) sino como una formalización de un tipo particular, basada en los denominados “supuestos neoclásicos”, de un mundo formado por individuos egoístas que maximizan su beneficio personal. Esta visión preanalítica de un mundo de sujetos neoliberales se consideró neutral, mientras que las desviaciones respecto a estos supuestos se consideraron motivadas ideológicamente”, plantea Kallis.

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