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La ex primera dama, senadora y secretaria de Estado Hillary Clinton es firme candidata a triunfar en las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. El primer escollo que deberá superar son las elecciones primarias que comenzaron en febrero. El principal rival interno es el senador Bernie Sander, quien gusta definirse como “socialista democrático” y centra su campaña en la propuesta de atención médica y matrícula universitaria gratuita para todos. El resultado de las elecciones primarias confirmará (o no) el favoritismo de Clinton. De confirmarse el pronóstico, la candidata demócrata deberá derrotar a su rival republicano. El excéntrico y reaccionario magnate inmobiliario Donald Trump y el ultraconservador senador texano Ted Cruz son los precandidatos con mejores chances.

Un hipotético triunfo de Hillary, en las elecciones generales, tendría una fuerte carga simbólica. Sería la primera vez que una mujer accede a la presidencia norteamericana. Esa novedad, ¿se traduciría en una disminución de las inequidades de género? El casi nulo avance observado en favor del colectivo afroamericano, bajo la presidencia de Obama, no constituye un antecedente alentador.

Estados Unidos es uno de los pocos países del mundo (los otros son Lesotho y Swazilandia en Africa y Papua Nueva Guinea y Australia en Oceanía) que no concede licencias pagas por maternidad. A nivel estadual, la única jurisdicción que legisló ese derecho es el estado de California. El resto de las trabajadoras norteamericanas pueden solicitar una licencia no remunerada de doce semanas, siempre que la empleadora tenga una plantilla superior a los 50 empleados. Las mujeres de mejor posición económica son las que suelen hacer uso de ese “derecho”, reconocido por una Ley federal. Sin embargo, el 33 por ciento de las mujeres continúan trabajando inmediatamente después del parto.

La situación de Estados Unidos contrasta con lo que ocurre en, por ejemplo, el continente europeo. En promedio, las trabajadoras europeas gozan de 18 semanas de licencia remuneradas. La recomendación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de conceder al menos 14 semanas de licencia pagas a la madre, es cumplida por apenas 34 países del mundo. El profesor de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra, Vicenç Navarro, sostiene en Debates en el movimiento feminista en Estados Unidos que “el informe detalla también la enorme pobreza de la infraestructura de apoyo a las mujeres y a las familias en el cuidado de niños o infantes. La infraestructura de escuelas de infancia, por ejemplo, es dramáticamente insuficiente, estando poco financiado el desarrollo de estos servicios (el personal de los mismos, por cierto, está también entre los peor pagados del país)”.

El panorama es aún más desfavorable para las mujeres afroamericanas. Éstas tienen una probabilidad cuatro veces superior, al promedio norteamericano, de morir en el parto. “Esta situación ha generado una discusión, indicando que los movimientos feministas deberían centrarse en la liberación de la mayoría de mujeres, que pertenecen a las clases populares. Los datos muestran que los países donde la mayoría de mujeres (que pertenecen a las clases populares) tienen mayores derechos y las desigualdades de género son menores han sido los situados en el Norte de Europa (Suecia y Noruega), en los que las clases populares han sido representadas por instrumentos políticos de sensibilidad socialista, claramente comprometidos con la igualdad social (incluyendo de género), alcanzando cuotas de igualdad entre hombres y mujeres mayores que las de aquellos países gobernados por partidos liberales y conservadores (como Estados Unidos), que no han tenido entre sus objetivos alcanzar la igualdad social (incluyendo la de género)”, sostiene Navarro.

Los datos duros revelan que Estados Unidos está muy lejos de ser el país de las oportunidades para todos y todas.

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@diegorubinzal