Domingo, 22 de febrero de 2015 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › MONETARISMO, RESERVAS Y CREACIóN DE DINERO
Por Andrés Asiain
Un reciente editorial del diario La Nación se tituló “La quiebra del Banco Central”. Casualmente, el mismo titular podía leerse seis meses antes en la prensa del Partido Obrero. Desde esos dos aparentemente opuestos espectros ideológicos, se plantea que el dinero en circulación y las letras del Banco Central colocadas a los bancos comerciales superan los activos de la institución monetaria, si se les descuentan a las reservas los activos compuestos de bonos del Gobierno. Ese déficit oculto impediría al BCRA “cumplir con su misión de regulación monetaria y menos aún garantizar la estabilidad de la moneda” (La Nación, 8/2/2015), conduciendo a “un default de la deuda del Tesoro con el Banco Central y una devaluación del peso. O sea que el reequilibrio financiero pasa por un golpe inflacionario contra los trabajadores” (Prensa Obrera, 26/6/2014).
El error del análisis monetario de ambos editoriales es considerar al Banco Central como un banco comercial. La diferencia entre ambos es que la autoridad monetaria tiene el monopolio de la emisión, que puede utilizar para cubrir los vencimientos de sus deudas con los bancos comerciales (Lebacs y Nobacs, en pesos). Desde esa perspectiva, el fantasma de una cesación de pagos del BCRA no tiene fundamento. Tampoco es necesario el cobro religioso de las amortizaciones e intereses de la deuda que el gobierno nacional mantiene con el Central, ya que la institución monetaria puede refinanciarlos hasta la eternidad, sin que ello ponga en riesgo su estabilidad financiera.
Por otro lado, el dinero en circulación es un pasivo sui generis, ya que no es convertible y no debe tener un respaldo en reservas. La experiencia de la convertibilidad ha dado muestra de que el respaldo en divisas de la moneda es siempre una ficción, ya que los bancos comerciales también crean dinero al otorgar créditos y, en caso de una corrida bancaria, las reservas siempre son insuficientes para cubrir la totalidad del circulante. De lo contrario, la convertibilidad nunca podría haber derivado en el corralito y la devaluación, ya que los bancos habrían tenido la capacidad de devolver dólares a la totalidad de los ahorristas que los reclamaban.
Para quienes desconfían de las explicaciones teóricas, vale la pena dirigirse a la experiencia internacional. Bajo la lógica de ambos editoriales, el Banco Central de Chile, un país que suele ser puesto como modelo por parte de la ortodoxia económica, estaría más quebrado que el BCRA, ya que presentó en su balance de 2014 pasivos por 29.154.378,5 millones de pesos que no sólo superaban a sus activos externos (24.715.475,6 millones), sino también sus activos totales (25.626.260 millones). También estaría quebrada la mayor parte de los bancos centrales del mundo, cuya hoja de balance no resiste la reducción de los activos internos que nuestros originales analistas proponen aplicar al BCRA.
Respecto de la estabilidad de precios, único objetivo que parecen valorar nuestros monetaristas de izquierda y derecha, no puede ser responsabilidad de la banca central en contextos inflacionarios cuyas causas no son monetarias. La experiencia de 2014, en que la base monetaria se expandió un 18 por ciento (muy por debajo de las estimaciones públicas y privadas de inflación), da cuenta de que en Argentina los aumentos de precios poco tienen que ver con la política monetaria y no deben ser utilizados para evaluar su gestión.
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