Dom 19.07.2015
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MITOS ECONóMICOS › LIBERALISMO Y OLIGARQUíA

“Síndrome de riqueza prematura”

› Por Andrés Asiain

El último libro del economista Eduardo Levy Yeyati plantea “una explicación psicológica a la decadencia económica argentina”. De acuerdo al ex funcionario del BCRA durante el gobierno de Duhalde, “la Argentina fue rica demasiado pronto, a principios del siglo pasado, y luego dejó de serlo”. Ello generó un “síndrome de frustración” que se manifiesta en un “rentismo cortoplacista y un desdén por el esfuerzo”, una alta “propensión al consumo de las clases medias” y “la contracara de nuestra escasa capacidad de ahorro”.

Según el profesor de la UBA, la escasa frugalidad se traduce en “la dependencia de las transferencias y subsidios del gobierno” y nos lleva “al endeudamiento externo, a la dependencia del capital extranjero y a la violencia de los ciclos financieros”. También se vincularía con “nuestra relación conflictiva con las instituciones” que se evidencia en “el auto en doble fila, el perro en el arenero de la plaza, el trapito o el mantero o el restaurante en la vereda” como en la “aceptación social de la corrupción”.

Al respecto, es sabido que las hipótesis psicológicas son imposibles de refutar, hecho que ha llevado a algunos ortodoxos de la filosofía de las ciencias a considerar a la psicología como un pseudo-ciencia. Es por ello que más que refutar la hipótesis en cuestión, intentaremos acercar otras posibles explicaciones. Comenzando por la tendencia al “rentismo cortoplacista” pareciera corresponderse a una tendencia global en un mundo donde el capital financiero impone su lógica por sobre el productivo. Algo similar puede señalarse de la corrupción, que abunda en países de todo nivel de desarrollo. Tampoco la “propensión al consumo de las clases medias” parece una característica autóctona en la era de las “sociedades de consumo”. Al respecto, los estructuralistas señalaban a la imitación de pautas de consumo primermundistas en economías con aparatos productivos del mundo tercero, como una de las explicaciones claves del subdesarrollo.

Por su parte, atribuir el “endeudamiento externo” y la “dependencia del capital extranjero” a la baja capacidad de ahorro, no toma en cuenta que el problema del subdesarrollo no se origina en la incapacidad de ahorrar como supone la teoría ortodoxa. Desde que Keynes señaló que se ahorra sobre los ingresos, y que los mismos dependen del nivel de actividad impulsado por la demanda, la problemática del subdesarrollo pasa a encontrarse en las restricciones que limitan la expansión de la demanda y la actividad. Es decir, déficit tecnológicos, de competitividad, de generación de instrumentos de ahorro en moneda local que luego se traducen en falta de divisas que impulsan devaluaciones que deprimen el mercado interno y/o límites a la importación que restringen la producción.

Respecto a la dependencia de “transferencias y subsidios del gobierno”, “el auto en doble fila, el perro en el arenero de la plaza, el trapito o el mantero o el restaurante en la vereda”, es difícil encontrar el hilo conductor con el “síndrome de riqueza prematura”. Más bien, pareciera un intento de elevar un simple prejuicio y/o vulgar comentario al grado de una teoría científica.

Por último, toda la hipótesis del libro se basa en un hecho no demostrado: que Argentina fue rica a principios del siglo pasado y luego dejó de serlo. Es decir, el mito fundante del liberalismo argentino que ve en el “granero del mundo” el paraíso perdido tras morder la manzana de la tentación populista. Un mito que intenta asociar la suerte de un país, a la de una clase social: la oligarquía terrateniente.

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