Dom 09.08.2015
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MITOS ECONóMICOS › LA RECETA DE LA ORTODOXIA A LA ESCASEZ DE DIVISAS

“Ajuste o buitres”

› Por Andrés Asiain

En los círculos ortodoxos predomina la idea de que el próximo presidente tiene reducidas sus opciones de política económica a un ajuste contractivo de la economía –vía aumento del dólar y/o reducción directa del gasto público y los salarios– o un acuerdo con los fondos buitre que permita un acceso fluido al crédito internacional. De acuerdo a esa visión, las políticas populistas de expansión del gasto público y el consumo alcanzaron un nivel crítico, derivando en presiones inflacionarias y retraso cambiario que deterioran el balance externo de la economía. La consecuente escasez de dólares obliga a reducir el gasto y el consumo, o bien, a continuar el populismo financiándolo vía endeudamiento externo. De ahí que la elección para el próximo gobierno sea de ajuste o buitres.

Ese planteo conservador parte de una situación poco discutible, la falta de divisas limita las posibilidades de expansión de la actividad económica y, por ende, las de incremento del consumo y el gasto público. Sin embargo, el análisis de las causas por las que se llega a la restricción externa y sus posibles soluciones es parcial.

En primer lugar, la inflación de los últimos años no se produce por un exceso de demanda provocado por políticas populistas, tal como lo evidencia el pico inflacionario de 2014 en un contexto de reducción del consumo y la actividad. Una mirada menos dogmática permite señalar que los actuales aumentos de precios se reproducen por su propia inercia, exacerbada o menguada de acuerdo a si el dólar recibe un impulso (como a comienzos de 2014) o es adormecido (como en el corriente año). Esa inflación inercial no se soluciona con un ajuste del gasto y el consumo (tampoco con un incremento de la inversión y la producción), y mucho menos con un salto devaluatorio que la potenciaría.

A su vez, el faltante de dólares tampoco se debe a la competitividad perdida que pega en el margen en materia de volúmenes exportados e importados (no así en la producción y el empleo). El deterioro del balance comercial se debe centralmente al aún elevado nivel de actividad económica y los déficit en materia de producción nacional de hidrocarburos, insumos industriales y bienes de capital, junto a la baja del precio internacional de las materias primas y el menor crecimiento de Brasil en el último año.

Tampoco el faltante de divisas se soluciona acordando con los fondos buitre. Un hipotético acceso fluido al crédito externo puede permitir un temporal levantamiento de las restricciones cambiarias, ya que se financiaría la fuga de capitales y las importaciones con endeudamiento. Sin embargo, los problemas estructurales subyacentes reaparecerían agravados por intereses y amortizaciones, ante un eventual cambio en las condiciones de liquidez internacional o cuando se haya revertido el desendeudamiento obtenido en los últimos años.

Desde una perspectiva heterodoxa, se puede enfrentar la cuestión inflacionaria con políticas que ataquen sus elementos inerciales sin necesidad de ajustes contractivos. La fuga de capitales con la creación de instrumentos de ahorro en moneda nacional que le ganen a la inflación y permitan la desdolarización del mercado inmobiliario; evitando retrasos significativos del dólar que estimulan la compra especulativa de divisas, y negociando con la cúpula empresarial la remisión gradual de utilidades en contrapartida a la realización de inversiones productivas. La clave para incrementar el saldo comercial pasa por mantener la búsqueda de la soberanía energética iniciada tras la recuperación de YPF y encarar un plan industrial destinado a reducir la brecha de divisas del sector.

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