Domingo, 4 de octubre de 2015 | Hoy
MITOS ECONóMICOS
Por Andrés Asiain
La ortodoxia económica suele asimilar la administración de la economía nacional a la de la economía familiar. Sin embargo y tal como sostenía John Kenneth Galbraith, un economista heterodoxo norteamericano, “que algo tan masivo, diverso, complejo, amplio, como el gobierno de los Estados Unidos (o cualquier gobierno nacional), esté sujeto a las mismas reglas y constreñimientos que el hogar de un asalariado es algo que, como mínimo, tiene que probarse” [El dinero, 1975].
Otro economista que comprendió la diferencia entre la economía nacional y familiar fue John Maynard Keynnes, al desafiar aquel precepto familiar de que “para gastar, primero hay que tener ingresos”. Al observar cómo la baja del consumo deprimía la producción, destruía puestos de trabajo y dejaba sin ingresos a gran parte de la población durante la crisis de 1929, el economista británico llegó a la conclusión de que la economía nacional funcionaba al revés que la familiar: para que haya ingresos, primero alguien tiene que gastar.
Ese entonces novedoso principio económico se conoció como teoría de la demanda efectiva. La misma justificó las políticas de ampliar los gastos públicos aun a costa de un presupuesto deficitario, como forma de relanzar la producción, el empleo y los ingresos cuando una economía está en depresión. Una verdad básica que desconocen los neoliberales del siglo XXI cuando pregonan la austeridad y ajuste de los gastos, acentuando las crisis económicas, sea en Grecia o en Brasil.
Volviendo al origen de la teoría demanda efectiva, tiempo después se conoció que su primer desarrollo no fue obra de Keynes. Años antes, Michal Kalecki, un economista polaco de formación marxista, había llegado a la misma conclusión que el lord británico, tratando de explicar el creciente militarismo de las potencias de su época. Para Kalecki, el gasto militar era una forma de los gobiernos para estimular las ganancias empresariales y mantener un elevado nivel de actividad económica en los centros imperiales. Sin embargo, el economista polaco publicó sus desarrollos teóricos en revistas académicas de su país, sin mucha repercusión. Sobre ese asunto, tratan las siguientes coplas:
Las verdades del Kalecki
cayeron en roto saco
porque las dijo en polaco
y no en el idioma inglés,
en el que hablan el poder,
la academia y su aparato.
Después cuento conocido
viene y las dice un lord
se hace verdad del montón
lo efectiva de la demanda
que llamamos keynesiana
por aquel anglosajón.
Como estas, tantas otras
me llevaron a pensar
que pa’ ser universal
la ciencia en su contenido
debe crecer y haber nacido
bajo el calor imperial.
@AndresAsiain
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