Domingo, 27 de diciembre de 2015 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › PRODUCIR, CONSUMIR, AHORRAR, INVERTIR.
Por Andrés Asiain
Las medidas económicas tomadas por la nueva administración nacional (baja de retenciones a la exportación de granos y oleaginosas, eliminación de DJAI a las importaciones, desregulación del mercado de cambios y devaluación del peso), se inscriben en el objetivo de unificar el valor del dólar para las diferentes operaciones económicas. Desde la filosofía económica del flamante ministro de Hacienda y Finanzas, Adolfo Prat-Gay, “da lo mismo ser productor, consumidor, ahorrista, turista o inversor”, de ahí que uno de sus objetivos es “unificar todo en un precio”.
La idea de que operaciones económicas tan disímiles como producir, consumir, ahorrar, irse de vacaciones o realizar una inversión, precisan una misma cotización del dólar ya que “dan lo mismo” parece, como mínimo, poco desarrollada. A modo de ejemplo, si se prioriza el empleo sobre el fomento del turismo en el exterior, se justifica un dólar turista más elevado respecto al que pagan quienes importan equipos y materiales de producción que no compiten con la producción nacional.
De manera similar, una política cambiaria homogénea es poco funcional en una sociedad cuya estructura económica y social es muy heterogénea. Por ejemplo, una pequeña empresa exportadora de muebles no tiene la misma competitividad internacional que una minera multinacional que exporta metales en bruto. De ahí que la unificación del valor del dólar para ambas operaciones puede redundar en la desaparición de la pequeña empresa, si su cotización se fija a un valor relativamente bajo. O bien, en la generación de rentas extraordinarias en la multinacional a costa de un deterioro desmedido del mercado interno, si su valor se fija a un valor en que la pequeña empresa es competitiva.
Lo señalado no desconoce problemas en la implementación de los tipos de cambio múltiples. De poco sirve fijar un dólar alto financiero cómo era el “contado con liqui” y “blue” durante la vigencia del “cepo”, si muchas operaciones financieras se camuflan como comerciales (vía sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones) para acceder a un dólar más barato. Sin embargo, políticas como la aplicación de retenciones funcionaron con relativa eficacia desde su implementación en 2002. Tampoco tenía grandes dificultades la gestión del “dólar tarjeta” para encarecer el turismo en el exterior, más allá de las desigualdades en el reintegro de Ganancias cuya justificación económica brilló por su ausencia.
Muchos de los inconvenientes que se le atribuyen a los tipos de cambios múltiples fueron, en realidad, consecuencias de otras políticas que arrojan los mismos problemas bajo un mercado unificado. Por ejemplo, el retraso cambiario en un contexto inflacionario y con tasas reales de interés negativas, estimula la fuga de capitales tanto en una economía con “cepo” (por la vía de mercados paralelos y/o disfrazando operaciones financieras como comerciales) como en un régimen de cambio unificado (traduciéndose en pérdida de reservas y/o endeudamiento externo). También la escasez de dólares para importar que se traducía en un exceso de bienes importados bajo el régimen de DJAI y retrasos en autorizaciones bajo el esquema anterior, se refleja como pérdida de reservas o devaluaciones que contraen la producción y, por esa vía, las importaciones bajo el actual esquema.
La demonización del “cepo” impidió un análisis profundo de los aciertos y errores de la anterior administración cambiaria, justificando la actual desregulación del mercado de cambios. Aún de aquellas regulaciones que funcionaban correctamente y moderaban las desigualdades subyacentes en la estructura económica y social.
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