MITOS ECONóMICOS › DIAGNóSTICO FALLIDO DE LA CONDUCCIóN DEL BCRA
› Por Andrés Asiain
La económica argentina estuvo signada a lo largo de su historia por crisis económicas vinculadas con el sector externo. De ahí que la divisa internacional –hoy el dólar estadounidense– haya ocupado un lugar central dentro de las preocupaciones económicas y de quienes tienen a su cargo la administración de la economía.
En materia de políticas económicas, se ha ensayado todo tipo de medidas: dólar alto, medio, bajo, desdoblado, con y sin restricciones a su compra o venta, retenciones, aranceles, libre comercio, sustitución de importaciones, apertura comercial, endeudamiento, desendeudamiento, atracción de capitales especulativos, su rechazo...
Tal vez ganados por el escepticismo, luego de que tan variados combos de políticas no hayan logrado dar una solución definitiva a la problemática, las nuevas autoridades del Banco Central han decidido aplicar técnicas cambiarias basadas en la filosofía de Bhagwan Shri Rashnísh, más conocido como Osho. Así, su actual titular señaló hace un mes a la prensa: “Hay que desdolarizar la mente del Banco Central”.
La nueva política cambiaria no parece haber logrado contener la suba del dólar oficial, que ya levita por los 16 pesos, por encima de lo que cotizaba el paralelo dos meses atrás y que había sido señalado como un techo inicialmente por el actual ministro de Hacienda y Finanzas. Pese a ello, Federico Sturzenegger ratificó su camino señalando que el Banco Central debe “focalizarse en la inflación” y no en “sostener un tipo de cambio fuera de equilibrio”.
Al respecto, la inflación tampoco parece obedecer a los mandatos de la nueva autoridad monetaria ya que, durante su breve mandato, las tasas de subas de precios mensuales han duplicado los registros de los meses anteriores, deacuerdo a las estadísticas del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La clave que explica la aceleración inflacionaria descansa en la histórica vinculación entre devaluación e inflación, que parece desconocer el actual titular del BC al afirmar que se va a ocupar de la evolución de los precios y no de la del dólar.
Desde las devaluaciones durante los ciclos de freno y arranque en el proceso de industrialización del siglo pasado, pasando por el Rodrigazo en tiempos de Isabel Perón, la crisis de la tablita de Martínez de Hoz a finales de la dictadura, el fracaso del plan Austral y el desmoronamiento hiperinflacionario del plan Primavera en tiempos de Alfonsín, la crisis de la convertibilidad que despidió a De la Rúa, hasta la suba del dólar oficial cuando Fábrega asume en el Banco Central; todos los incrementos bruscos del dólar generaron aceleraciones en los aumentos de precios.
La reciente devaluación con que inauguró su gobierno el presidente Mauricio Macri, no fue la excepción, aun cuando el titular del Central haya continuado con su mantra ortodoxo afirmando, durante su reciente visita a Shanghai, que la transición se desarrolla “con un bajo traslado de la devaluación a los precios” mientras espera que “la contracción monetaria pueda disminuir rápidamente la inflación”.
El error de diagnóstico del actual equipo económico, que atribuye un origen monetario a una inflación inercial potenciada por los recientes shocks cambiario y los por concretarse en las tarifas, sólo van a derivar en una mayor restricción de liquidez que acentúe la debacle de la actividad económica provocada por el reciente ajuste del mercado interno en un contexto externo también contractivo. El impacto de esa política sobre los precios será muy reducido conduciendo la economía hacia un escenario de estanflación: recesión con inflación.
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