Domingo, 2 de octubre de 2016 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › EL OTRO CAMPO
Por Andrés Asiain
Uno de los pocos empresarios nacionales que tuvo voz en el “davosito” fue el “rey de la soja”, Gustavo Grobocopatel. El sojero “sin tierra” (por producir en tierras que arrienda), trazó un panorama positivo de la actual orientación de la política económica. En una breve entrevista posterior, al ser consultado sobre la crisis que atraviesan los productores de alimentos para el mercado interno por la suba de los costos internos y la apertura a importaciones de países vecinos, respondió: “tenemos que levantar empresas que no dependan de la truchada de la protección”.
El planteo del empresario parece descargar la actual crisis de múltiples producciones regionales en la incapacidad de los productores de ser “competitivos”. De esa manera, se libera de culpas a la actual política económica que fue presentada como favorable para “el campo” pero lo es sólo para una parte. El campo que se vio favorecido por las políticas de Cambiemos es el que produce granos y oleaginosas para la exportación. La combinación de una devaluación del 50 por ciento con bajas de retenciones que van del 30 por ciento para el maíz y de puntos para la soja, le transfirieron al sector 3607 millones de dólares, según estimaciones de Nicolás Zeolla del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz.
Fueron esas mismas políticas, las que tornaron “poco competitivo” al otro campo. Los productores de pollo que utilizan el maíz intensivamente como insumo, lo estaban pagando en mayo de este año 147 por ciento más caro que el año anterior, según informa el último boletín avícola del Ministerio de Agroindustria. Mientras el precio que perciben los productores por el pollo en el mercado interno aumentó un 68 por ciento en ese mismo período. La incapacidad de trasladar a precios los aumentos de costos se debe al impacto del programa económico sobre el bolsillo de la población que redujo el consumo de pollo por habitante de 43 a 40 kilos anuales. Además, el volumen de pollos ingresados del exterior creció 128 por ciento, poniendo mayor presión al sector. Esa situación no pudo ser compensada por mayores ventas al exterior, donde se destina el 10 por ciento de la producción. Por el contrario, las exportaciones de pollo se derrumbaron 20 por ciento en volumen, tanto por la menor competitividad local que produjo la suba interna del maíz y el gasoil, como por la caída de la demanda internacional (que redujo también los precios internacionales).
Tomando el caso de la producción avícola, puede decirse que la política en curso es favorable para empresarios del campo como Grobocopatel, que tienen su base en la producción de granos y oleaginosas, actúan a nivel regional con inversiones tanto en el país como en Brasil y Uruguay, y que incluso no sienten el impacto del mayor costo de las materias primas en sus productos elaborados por estar integrados verticalmente y autoabastecerse. Pero para la mayoría del campo, compuesta por productores locales, de pequeña escala y que deben comprar los insumos en el mercado, la truchada es el discurso que les vendieron de que el cambio iba a favorecerlos.
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